Aldo Mariátegui dictando "cátedra" a los alumnos de la
Escuela de Periodismo de la de Lima ayer.
(Publicado en el semanario "Hildebrandt en sus trece" el 6 de marzo de 2015)
Por César Hildebrandt
Escribir una columna cada semana. Como si todas las semanas ocurrieran cosas importantes.
Como si la prensa se ocupara de las cosas importantes. Como si fuéramos capaces de distinguir tan fácilmente qué es lo importante.
Lo importante, en todo caso, jamás será abordado por la prensa. Y lo importante podría ser esto: el sistema impuesto por el capitalismo depredador es tóxico, el mundo está gobernado por una federación de buitres, la religión del dinero nos lleva al abismo, la felicidad del consumo es como la que produce la heroína inyectada a la vena, la naturaleza humana es una constante inmutable y universal.
Lo peor de la prensa peruana e internacional es el pacto que ha hecho con el statu quo.
Los imperios caen, las eras se derrumban, las hegemonías cambian. Cayó Esparta, cayó Egipto, cayó Roma, cayó China. Caerá este reino global de la necedad tecnológica y del suicidio ambiental. Pero no caerá por la prensa, su gran aliada. Caerá cuando el miedo y las rabias se junten y cuando las trampas del propio sistema abran sus fauces y se traguen a todos los tragables. Y la primera trampa se abrirá cuando la finitud de los recursos, exacerbada por la sobreexplotación, se haga sentir en crisis y escasez. La segunda trampa será la del clima. La tercera tendrá que ser la de la legitimidad y eso sucederá cuando la gente -recuperada la lucidez- se pregunte: ¿Con qué derecho nos gobierna esta banda, nos explotan estos bribones, nos esquilman estos piratas, nos embrutecen estos mercaderes, nos envilecen estos mediadores, nos llevan a la guerra estos asesinos, nos culpan estos hipócritas? Y la respuesta es previsible: ¡Con ningún derecho!
Será el momento en que la prensa, extasiada hasta entonces por lo insignificante, tenga que hacerse algunas preguntas. La primera de las cuales debería ser esta: "¿Por qué no les dije a mis lectores o auditores o televidentes que esto era insostenible?". Me atrevo a esbozar una respuesta: ¡Por el dinero! La prensa, para la mayoría de la gente, es un gran negocio envuelto en oropel. Miren a Gustavo Mohme Seminario, aquel gerente de "La República" que iba a visitar a Montesinos y que intentaba poner, ante el escándalo de su padre, franjas de avisos en la primera página del diario. Muerto el padre, Mohme Semirario usó de sus relaciones con el entonces presidente Toledo para asustar a los Miró Quesada y hacerse, sin aportar dinero alguno, con un tercio de las acciones de América Televisión. Hoy es un hombre rico y es presidente de la SIP y da discursos sobre la responsabilidad social de la prensa. Todo un caso.
Vendrá de todos modos una ola mundial de desencanto. No sé cuánto demore, pero vendrá. Tendrán que pasar algunas Merkel, varios Humala truchos, una sucesión de Netanyahu, pero vendrá. Porque no es posible que el 1% de la población acapare el 50% del PBI mundial. No es posible que la desigualdad se agigante y que los ríos se llenen de relaves y que sembremos para que las neveras de Europa o Estados Unidos se llenen de frutos fuera de estación mientras aquí tenemos, todavía y de acuerdo a las avaras cifras oficiales, siete millones de pobres y otros cinco que están en la frontera.
La prensa, en general, es la amante promiscua del establecimiento. Pero finge virtudes y sermonea. Y da risa.
MÁS INFO @
HILDEBRANDT EN SUS TRECE
Escuela de Periodismo de la de Lima ayer.
(Publicado en el semanario "Hildebrandt en sus trece" el 6 de marzo de 2015)
Por César Hildebrandt
Escribir una columna cada semana. Como si todas las semanas ocurrieran cosas importantes.
Como si la prensa se ocupara de las cosas importantes. Como si fuéramos capaces de distinguir tan fácilmente qué es lo importante.
Lo importante, en todo caso, jamás será abordado por la prensa. Y lo importante podría ser esto: el sistema impuesto por el capitalismo depredador es tóxico, el mundo está gobernado por una federación de buitres, la religión del dinero nos lleva al abismo, la felicidad del consumo es como la que produce la heroína inyectada a la vena, la naturaleza humana es una constante inmutable y universal.
Lo peor de la prensa peruana e internacional es el pacto que ha hecho con el statu quo.
Los imperios caen, las eras se derrumban, las hegemonías cambian. Cayó Esparta, cayó Egipto, cayó Roma, cayó China. Caerá este reino global de la necedad tecnológica y del suicidio ambiental. Pero no caerá por la prensa, su gran aliada. Caerá cuando el miedo y las rabias se junten y cuando las trampas del propio sistema abran sus fauces y se traguen a todos los tragables. Y la primera trampa se abrirá cuando la finitud de los recursos, exacerbada por la sobreexplotación, se haga sentir en crisis y escasez. La segunda trampa será la del clima. La tercera tendrá que ser la de la legitimidad y eso sucederá cuando la gente -recuperada la lucidez- se pregunte: ¿Con qué derecho nos gobierna esta banda, nos explotan estos bribones, nos esquilman estos piratas, nos embrutecen estos mercaderes, nos envilecen estos mediadores, nos llevan a la guerra estos asesinos, nos culpan estos hipócritas? Y la respuesta es previsible: ¡Con ningún derecho!
Será el momento en que la prensa, extasiada hasta entonces por lo insignificante, tenga que hacerse algunas preguntas. La primera de las cuales debería ser esta: "¿Por qué no les dije a mis lectores o auditores o televidentes que esto era insostenible?". Me atrevo a esbozar una respuesta: ¡Por el dinero! La prensa, para la mayoría de la gente, es un gran negocio envuelto en oropel. Miren a Gustavo Mohme Seminario, aquel gerente de "La República" que iba a visitar a Montesinos y que intentaba poner, ante el escándalo de su padre, franjas de avisos en la primera página del diario. Muerto el padre, Mohme Semirario usó de sus relaciones con el entonces presidente Toledo para asustar a los Miró Quesada y hacerse, sin aportar dinero alguno, con un tercio de las acciones de América Televisión. Hoy es un hombre rico y es presidente de la SIP y da discursos sobre la responsabilidad social de la prensa. Todo un caso.
Vendrá de todos modos una ola mundial de desencanto. No sé cuánto demore, pero vendrá. Tendrán que pasar algunas Merkel, varios Humala truchos, una sucesión de Netanyahu, pero vendrá. Porque no es posible que el 1% de la población acapare el 50% del PBI mundial. No es posible que la desigualdad se agigante y que los ríos se llenen de relaves y que sembremos para que las neveras de Europa o Estados Unidos se llenen de frutos fuera de estación mientras aquí tenemos, todavía y de acuerdo a las avaras cifras oficiales, siete millones de pobres y otros cinco que están en la frontera.
La prensa, en general, es la amante promiscua del establecimiento. Pero finge virtudes y sermonea. Y da risa.
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