Nosotros, que hemos violado las leyes, órdenes y tareas de la vanguardia; i.e.: aburrir, tranquilizar y ofuscar mediante un proceso casual dictaminado por la conveniencia práctica, nos declaramos culpables de estos cargos. Renunciamos abiertamente y rechazamos la snobería académica afianzada que irguió un monumento a la pereza conocida como el estructuralismo y que procedió a encerrar bajo llave a aquellos cienastas que poseían la visión para ver a través de toda esta farsa.
Nos rehusamos a tomar su acercamiento facilista a la creatividad cinemática; un acercamiento que arruinó a la marginalidad de los sesentas cuando el azote de la escuela de cine se apoderó del control. Legitimando cada una de las manifestaciones idiotas de películas chantas emprendidas por una generación de estudiantes de cine engatusados, los insípidos centros mediáticos de arte y los críticos de cine de geriátrico han ignorado por completo los estimulantes logros de aquellos entre nuestras filas —marginales invisibles tales como Zedd, Kern, Turner, Klemann, DeLanda, Eros y Mare, y DirectArt Ltda.—, una nueva generación de cineastas que se atreven a liberarse de la sofocante camisa de fuerza de la teoría del cine en un ataque directo contra todos los sistemas de valores conocidos por el hombre.
Proponemos que todas las escuelas de cine sean voladas en pedazos, y que las películas aburridas no se vuelvan a hacer. Proponemos quel sentido del humor es un elemento esencial descartado por los esquivos académicos y es más, que cualquier película que no resulte chocante no amerita ser vista. Todos los valores deben ser desafiados. Nada es sagrado. Todo debe ser cuestionado y rexaminado para liberar nuestras mentes de la fe de la tradición. El crecimiento intelectual exige que se corran riesgos y que ocurran cambios en la alineación política, sexual y estética, sin importar quién lo reproche. Proponemos ir más allá de todos los límites establecidos o prescritos por el gusto, la moralidad, o cualquier otro sistema de valores que constriñe a la mente de los hombres. Pasamos más allá y vamos allende las lindes de los milímetros, las pantallas y los proyectores, hacia un estado de cine expandido.
Violamos el mandamiento y la ley de que debemos aburrir hasta la muerte a la audiencia en rituales de circunlocución y proponemos romper todos los tabús de nuestra era pecando en la medida de lo posible. Habrá sangre, vergüenza, dolor y éxtasis, del tipo del que nunca nadie aún se lo ha imaginado. Nadie ha de salir ileso. Dado que no existe la vida después de la muerte, el único infierno es el infierno de las plegarias, la obediencia a las reglas, y degradarse a uno mismo ante figuras autoritarias, el único cielo es el cielo del pecado, siendo rebelde, divirtiéndonos, follando, aprendiendo nuevas cosas y rompiendo tantas reglas como podamos. Este acto de valentía es conocido como transgresión. Proponemos la transformación mediante la transgresión —convertir, transfigurar, y transmutar a un plano superior de existencia para acercarnos así a la libertad en un mundo lleno de esclavos ignorantes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario