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miércoles, 26 de diciembre de 2018

Máscaras de pluralidad

por DANIEL ESPINOSA
Extraído de "Hildebrandt en sus trece"

Muchos periodistas parecen considerar que una sociedad profundamente desigual y extensamente corrupta puede coexistir con un buen periodismo. Para ellos, la concentración del poder y la riqueza en pocas manos –cada vez menos–, así como otras formas legalizadas de injusticia, tiene poco o nada que ver con que las corporaciones mediáticas para las que trabajan, las que nos informan, sean un ejemplo de este ordenamiento vertical donde una pequeña cúpula de propietarios acumula y se enriquece a manos llenas mientras sus empleados le explican al público por qué ya no hay plata para la investigación. 
Lo cierto es que la investigación periodística es y siempre ha sido peligrosa para sus intereses, pues detrás del operador político, donde generalmente se detienen las pesquisas, se encuentra don Dinero. 
El debate y la réplica hace mucho zarparon de nuestros medios masivos para no volver. La concentración mediática y sus acomodados, sin embargo, nos venden la mitología del “gran periodismo” que “le dice su verdad al poder”, traduciendo el famoso –pero vacío–, “speak truth to power”, tan repetido por los medios que determinan la agenda periodística mundial. Aquella que determina el contenido de las escasísimas páginas internacionales de la prensa corporativa nacional. 
En Estados Unidos y el mundo, quien lee el New York Times se burla de la ingenuidad del televidente de Fox News, sin entender que son los dos extremos de un solo espectro permitido de opiniones e información. En el Perú, por su parte, el espectro se encuentra particularmente empobrecido. Por la derecha y siempre tirando más y más hacia su lado, tenemos a El Comercio y a sus versiones vulgares, parte de la misma concentración de medios. A su izquierda –pero no de izquierda–, tenemos a La República, cuyo dueño es socio de los dueños de aquel en la propiedad de América Televisión. ¿Cómo va esa demanda contra El Comercio por concentración de medios, señor Mohme? 
Los mencionados medios corporativos tienen por negocio captar audiencias y vendérselas a otras corporaciones para que ellas pueden publicitar sus productos, como venimos insistiendo en esta columna sin adjudicarnos de ninguna manera la autoría de esas inteligentes observaciones o la interpretación de sus implicaciones. Estas tienen décadas de antigüedad, nadie las conoce ni se enseñan en las universidades, lo que debería explicar algunas cosas. 
La ausencia de pluralidad –con su consecuencia: que no existan el debate ni la réplica–, permite que se digan y escriban las estupideces más peregrinas y las mentiras más peligrosas sin que se levante una sola ceja. Esta ausencia es también la que permite que los periodistas corporativos construyan juntos, a través del constante espaldarazo, este mito del “gran periodismo”. 
No existe tal cosa, hoy por hoy, como un “gran periodismo”. Si existiera viviríamos en otro mundo. Uno donde humildes trabajadores adolescentes no morirían calcinados en algún container cerrado con candado, como morían las costureras de los Estados Unidos del siglo XIX. Tampoco se estaría asesinando de manera sistemática a cientos de activistas por toda Latinoamérica. Gente pobre a la que el periodismo corporativo jamás ha dado voz. Su subordinación no se lo permite. Ningún “gran periodismo” nos inculcaría la idea de que las protestas civiles, que en su momento liberaron a millones de seres humanos de esas trampas mortales de la explotación, son “rojas”, mucho menos “terrucas”. Esa es la filosofía de sus amos.
Hablaríamos sin parar, en su lugar, con multitud de voces y tonos, sobre la irreversible contaminación ambiental, sobre el desastre que nuestros descendientes tendrán que sobrevivir; sobre la posibilidad siempre abierta de una guerra nuclear y los sociópatas de los que dependemos; sobre la constante agresión militar sobre países miserables con sus millones de muertos, solo en el siglo XXI; sobre los imperios que han pisoteado al ser humano, ayer y hoy, y sobre la ya mencionada desigualdad económica con su deshumanización, etc. 
Pero el periodismo corporativo no parece considerar que existe una relación directa entre una sociedad democrática sana, lo que no tenemos, y un buen periodismo. En otras palabras, si su periodismo es bueno –o siquiera decente–, ¿por qué nuestro mundo se encuentra en esta patética situación? ¿O acaso son ciegos? 
La prosperidad individual, los viajes, las becas y los premios al por mayor por “fiscalizar al poder” –pero siempre a algún poder secundario, algún fragmento menor–, junto con el bienestar de sus respectivas tribus, parece cegarlos con respecto al dolor ajeno. ¿O será que lo consideran una suerte de fenómeno natural, ajeno a las voluntades del poder? Algo así como la lluvia. Nuestras tragedias son todas accidentales, mala suerte. Eso parece sugerir su ignorancia supina. 
Podrían culparnos de esperar demasiado del oficio. ¡Adelante!

La magia de los caviares

El abogado laborista norteamericano Frank Walsh se refirió al rol de la fundación filantrópica Rockefeller, en las primeras décadas del siglo pasado, en estos términos:
“El Sr. Rockefeller no encontró un mejor seguro para sus cientos de millones que invertirlos en el subsidio de todas las agencias abocadas al cambio social y al progreso”. 
La mencionada fundación, en conjunto con la Ford, Carnegie y Mellon, sería algunas de las primeras y más importantes “filantropías” creadas por los legendarios “barones ladrones”. Estos famosos empresarios fueron vistos como un peligro para la democracia, particularmente durante la gran depresión de la década del treinta del siglo veinte, debido al “parasitismo, pretensiones aristocráticas y tiranía que siempre han seguido a la concentración de riqueza”, como apuntaría un historiador de la época. 
Otro magnate contemporáneo, George Soros, “el hombre que quebró el banco de Inglaterra”, famoso por hacer cientos de millones de libras esterlinas durante el “Miércoles Negro” de 1992 al apostar una gran fortuna contra la devaluación de dicha moneda, es otro gran “filántropo” que decidió poner parte de su fortuna al “servicio de la humanidad”, a través de su “Open Society Foundation”. De acuerdo con un artículo de The Telegraph (13/09/02), Soros “admitió que sus acciones no beneficiaron a nadie más que a él”. 
Era un vivazo, en la jerga nacional. Su beneficio le costó caro al británico de a pie y le valió la admiración de muchísima gente que no vale la pena. No sabemos qué habrá producido el giro de 180 grados en su naturaleza; qué lo habrá convertido en el benefactor no invitado y no democrático de tantos países del Tercer Mundo y varias organizaciones, supuestamente “de base”, del primero. 
Una de las controversias con respecto a estas (mal llamadas) filantropías es su tradicional relación con el “Estado profundo” norteamericano. Por ejemplo, como detalla un artículo de opinión del New York Times (Peter Kornbluh, 16/12/14): “U.S.A.I.D. fue creada en 1961 para ayudar a los Estados Unidos a ganar los ‘corazones y las mentes’ de los ciudadanos de países pobres a través de la acción cívica, ayuda económica y asistencia humanitaria. Como herramienta de la Guerra Fría, la agencia fue usada a veces como fachada para operaciones y operadores de la C.I.A.” –y aquí viene lo bueno–, “Entre los ejemplos más infames estuvo la Oficina de Seguridad Pública, un programa de entrenamiento policial de U.S.A.I.D. en el Cono Sur que también entrenó torturadores”. 
El uso de agencias humanitarias o filantrópicas como fachadas, por parte del “Estado profundo”, no se limitó a las estatales, como U.S.A.I.D. o el National Endowment for Democracy (entre otras invenciones de corte orwelliano), sino que también incluyó tradicionalmente a la Ford Foundation, entre otras que se declaran privadas. 
En este punto debemos hacer la siguiente acotación: la enorme mayoría de los profesionales empleados en los proyectos de dichas fundaciones alrededor del mundo son personas íntegras y bienintencionadas, quienes llevan a cabo un trabajo honesto. Eso no elimina la posibilidad de que dichas fundaciones sean una herramienta para “canalizar energías radicales”, como apunta Joan Roelofs, profesora emérita de Ciencias Políticas del Keene State College. Tampoco que puedan, eventualmente, ser usadas para fines menos “filantrópicos”. 
Roelofs sugiere que: “(…) el apoyo de las corporaciones o las fundaciones privadas es esencial para casi todas las organizaciones de derechos civiles, justicia social o el medio ambiente que deseen ser viables y visibles; los financiadores ejercen control de distintas maneras. La libertad de expresión y asociación, con seguridad requisitos para la democracia, son de esa forma disminuidos, dado que los beneficiaros se ven conducidos a la autocensura”. (marzo, 2009) 
En suma, al canalizar las energías que buscan cambios sociales sustantivos, al financiar a disidentes y radicales de distinta ralea, domesticándolos, estas fundaciones llevan el cambio social por caminos que no alteren la distribución tradicional de riqueza y poder. La derecha “achorada” y la izquierda “caviar”, beneficiaria de las fundaciones del capitalismo, entonces, son las dos patas de la misma bestia. 
Pierde el tiempo Aldo Mariátegui atacando a Gustavo Gorriti y al Instituto de Defensa Legal (“La verdadera encuesta del poder”, 05/11/18), cuando lo propio sería reconocerlo como un representante del otro extremo del mismo espectro “aceptable” de opinión y actividad política. Ambos sostienen el mismo sistema. Lo que podríamos considerar el “interés nacional” parece coincidir, a veces, con la agenda de estas fundaciones, pero lo sensato sería tomarlo de esa manera, como una coincidencia. El poder se encuentra en el dinero y este viene con agenda.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

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pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

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