feed

SSR

jueves, 10 de octubre de 2019

LA GUERRA OCULTA CONTRA EL ROCK AND ROLL



Por SANTIAGO CAMACHO
Extraído de "20 grandes conspiraciones de la Historia"




LENNON DEBE MORIR
LA GUERRA OCULTA CONTRA EL ROCK AND ROLL

1. La desclasificación de gran número de archivos del FBI durante la década del ochenta demostró que las principales figuras musicales de la época habían sido sometidas a estricta vigilancia por parte de las autoridades debido a su potencial «subversivo».
2. Se diseñó un plan para frenar el avance de la contracultura, que incluía atentados contra estrellas de rock y el sabotaje de festivales multitudinarios.
3. Personajes como Jimi Hendrix o John Lennon habrían sido víctimas de este plan, conocido como «Operación Caos».
4. En la actualidad, el objetivo de estas prácticas lo estarían siendo los raperos de color, convertidos en improvisados ideólogos de los sectores más radicales de la comunidad  afronorteamericana.

John Lennon, Jimi Hendrix, Jim Morrison… Sus muertes llenaron de lágrimas los ojos de millones de admiradores en todo el mundo. Pero ese llanto hubiera sido de rabia de haberse sabido que estos músicos encontraron sus trágicos finales no como consecuencia de imprudencias o accidentes fortuitos, sino de un plan perfectamente organizado para poner freno a la contracultura norteamericana.
A lo largo de la historia de Estados Unidos el asesinato político se ha convertido casi en una forma de arte. Los personajes más o menos molestos desaparecen oportunamente, víctimas eventuales de actores fanáticos, como en el caso de Lincoln; maníacos homicidas con extraordinaria puntería, como en el caso de Kennedy; o delincuentes de poca monta que súbitamente se convierten en acérrimos racistas, como en el caso de Luther King, cuando no deciden suicidarse de la noche a la mañana como la pobre Marilyn. Los intereses políticos y económicos de los grandes consorcios de comunicación norteamericanos hacen que sea muy poco conveniente que salgan a la luz historias sobre asesinatos de Estado en el país del dólar. Sin embargo, éstos existen, han existido y, dado el cariz que están tomando las cosas, existirán.
En este capítulo vamos a tratar de aquellos que se relacionan directamente con las operaciones clandestinas que la Agencia Central de Inteligencia y el FBI han mantenido contra determinadas estrellas del rock, en aras de una estabilidad social mal entendida y sólo posibles merced a la mentalidad rígidamente conservadora y completamente irrespetuosa con los derechos humanos, que durante décadas imperó en la comunidad de inteligencia estadounidense.
En efecto, los mismos mecanismos que en su momento sirvieron para instalar y mantener a las peores dictaduras tercermundistas fueron  portunamente adaptados a la situación doméstica para sujetar a determinados elementos considerados como «indeseables». ¿Cómo calificar, si no, a esos melenudos que hablaban de hacer el amor y no la guerra? ¿Qué hacer con esos negros de los barrios bajos que protestaban contra los abusos policiales y se atrevían a exigir sus derechos? Más allá de la leyenda negra del rock —vive rápido, muere joven y harás un bonito cadáver—, existen muchos casos en los que la desaparición de importantes figuras de la música ofrece dudas más que razonables de la intervención de agentes externos en la tragedia.
Como veremos, en muchas ocasiones los blancos de estas acciones tenían constancia de que estaban en el ojo del huracán. De hecho, muchas de las víctimas sufrieron sorprendentes episodios de paranoia antes de sus sospechosas muertes. 

TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE

En 1980 el periodista danés Henrik Krüger  reunió cierto número de informaciones poco conocidas sobre el entorno de Nixon dentro del Partido Republicano. Según Kruger, «el asesinato se convirtió en un modus operandi bajo el mandato de Nixon». Al parecer, cuando Bernstein y Woodward descubrieron en las páginas del Washington Post la afición del Presidente por los micrófonos ocultos, las escuchas telefónicas y otros métodos de actuación poco éticos, dejaron intacta la podredumbre que se escondía bajo esas prácticas. Es precisamente lo que se ignora respecto a la actuación de Nixon en la Casa Blanca lo que hizo que su sucesor Gerald Ford dictase un indulto incondicional hacia su persona como una de las primeras medidas que tomó al ocupar el cargo, pues las responsabilidades penales del ex presidente iban mucho más allá de lo que la opinión pública conocía, que ya era mucho.
En aquella época, en la Casa Blanca se constituyó un verdadero escuadrón de la muerte, comandado por el siniestro Howard Hunt, «asesor» de la CIA que solucionó para el presidente Nixon muchos asuntos complicados. De hecho, el teléfono de Hunt estaba en la agenda de uno de los sorprendidos colocando micrófonos en el edificio Watergate, a raíz de lo cual decidió confesar su participación en el espionaje después de que el gobierno de Nixon no le pagase el dinero convenido para mantener su silencio.
Para los trabajos más delicados Hunt contrató a su vez a Gordon Liddy —otro de los implicados del caso Watergate— y al doctor Edward Gunn, un experto en toxinas y director de la división de servicios médicos de la CIA. Los métodos de este equipo de matones de lujo eran de lo más variado pero, dado que el mejor asesinato es aquel que nadie llega a investigar, las «sobredosis», los «suicidios» y los ataques al corazón se convirtieron en los favoritos de su arsenal.


«OPERACIÓN CAOS»

En 1967 una forma de música tildada de subversiva surgió en San Francisco. Rápidamente dejó de ser una simple manifestación artística para convertirse en un fenómeno social y político. Con la guerra de Vietnam en pleno apogeo, las minorías raciales reclamando sus derechos civiles y los soviéticos multiplicando su capacidad armamentística en progresión geométrica, el gobierno no podía tolerar que una pandilla de melenudos se pusiera a enredar las cosas más de lo que ya estaban. El FBI, tradicional guardián del modo de vida norteamericano, decidió poner a trabajar en el asunto a lo más granado de su departamento de operaciones clandestinas, el temido «COINTELPRO». Paralelamente, la CIA, aficionada a bautizar sus actuaciones con nombres propios de una película de James Bond, puso en marcha la denominada «Operación Caos», cuyo fin era terminar con el movimiento hippie o, al menos, volverlo inocuo.
Las fuerzas vivas de la nación sentían que había que hacer algo contra aquellos jovenzuelos que se dejaban crecer la melena y se negaban a ser inmolados en el infierno asiático. La desclasificación de gran número de archivos del FBI durante la década de los ochenta demostró que las principales figuras musicales de la época habían sido sometidas a estricta vigilancia por parte de las autoridades debido a su potencial «subversivo». Allí había un informe dedicado en exclusiva a Jimi Hendrix, un grueso expediente de 89 páginas sobre las andanzas de Jim Morrison y ni más ni menos que 663 sobre Elvis Presley. Este último expediente es especialmente interesante ya que podríamos considerarlo como la prehistoria de la «Operación Caos». En efecto, el informe comienza en los años cincuenta, cuando el propio J. Edgard Hoover plantea la necesidad de «hacer algo» para detener este decadente ejemplo para la juventud norteamericana. Los informes contienen perlas como la siguiente: «Me siento en la obligación de poner en su conocimiento que Presley es un peligro definido para la seguridad de los Estados Unidos». Siguiendo las consignas de la CIA, la mafia instaló en diversos enclaves del país laboratorios clandestinos para abastecer el mercado de las drogas. Incluso se llegó a constituir una «mafia hippie», un grupo llamado «La hermandad del amor eterno» que, liderado por el agente de la CIA Ronald Stark, logró hacerse con el monopolio del tráfico de LSD en Estados Unidos; todo ello con el propósito de socavar los cimientos de la floreciente revolución de las flores a golpe de alucinógeno.


SANGRE Y LSD

La investigadora Mae Brussell, referente obligado en Estados Unidos cuando se habla de conspiraciones, revelaba en un manuscrito inédito algunas de las claves de esta «Operación Caos», relacionándola de alguna manera con el asesinato de la actriz Sharon Tate por parte de Charles Manson y su grupo de seguidores, «la familia»: «En Agosto de 1967, el Grupo Especial de Operaciones se centró en la juventud. En Julio de 1968, la "Operación Caos" (…) fue puesta en marcha contra los "jóvenes rebeldes". A mediados del verano de 1969, un mes antes de la masacre perpetrada por la familia Manson, la "Operación Caos" entró en su fase de máxima seguridad. (…)
Habían puesto en circulación una cantidad de LSD tal que la droga se encontraría relacionada con cada acto violento o síntoma de violencia que ocurriese en Los Ángeles o Altamont. Era como dar caramelos envenenados en Halloween. El LSD fue la fuerza principal, la causa tras la matanza de Sharon Tate y La Bianca. Formaba parte de la dieta de los habitantes de Spahn Ranch. En Julio de 1968, se dieron órdenes ejecutivas explícitas, acompañadas de sus correspondientes instrucciones, para la neutralización de diversos sectores de nuestra sociedad, incluyendo a los "jóvenes rebeldes". En 1969, el equipo de servicios especiales del FBI unió sus fuerzas al Departamento de Justicia y a la "Operación Caos" de la CIA. En Agosto de 1969 fue la matanza de Sharon Tate y La Bianca…».
Se sospecha que Charles Manson, músico fracasado que supo reorientar su talento hacia el estrellato como gurú de una secta de asesinos en serie; Bobby Beausoleil, un espécimen de no mucha mejor catadura, y el componente de los Beach Boys Dennis Wilson, encontrado ahogado en extrañas circunstancias en 1988, fueron algunos de los conejillos de indias empleados en esta operación. En el centro de este festival de la psicopatía alucinógena, e íntima amiga de los tres anteriores, estaba Mama Cass Eliot —líder de The mamas & the papas—, que murió en 1974 a consecuencia de un paro cardíaco, según el forense, aunque su amigo Paul Kassner piensa que fue asesinada: «Sabía demasiadas cosas sobre las conexiones criminales entre Hollywood, Washington y Las Vegas… También era amiga de Sharon Tate».
En el Reino Unido las cosas no eran muy diferentes. Allí, el mayor enemigo para la moral y las buenas costumbres eran los Rolling Stones. El grupo fue sometido a un incesante acoso por parte de las autoridades, que culminó en una trampa tendida por un confidente que dio con los huesos de los componentes del grupo en una celda por posesión de narcóticos. Peor suerte corrió Bryan Jones —uno de los miembros más carismáticos de la organización—, que fue encontrado ahogado en su piscina el 2 de Julio de 1969. El caso fue archivado como muerte accidental pero en 1994 el diario británico The Independent sacó a la luz hechos y testimonios que inducen a pensar que pudo tratarse de un asesinato.


ALTAMONT Y HENDRIX

Cinco meses después del «accidente» de Jones, la imagen del movimiento hippie quedaba definitivamente por el piso cuando un festival de música celebrado en Altamont, cerca de San Francisco, terminaba en una batalla campal muy alejada de la filosofía del Flower Power. En teoría, el festival de Altamont estaba destinado a ser un segundo Woodstock pero terminó en una tragedia que quedaría registrada en toda su crudeza en un documental titulado Gimme Shelter. El acto central del festival debía ser el concierto que darían los Stones el 6 de Diciembre de 1969. El organizador del evento fue el abogado Melvin Belli, conocido en la profesión como un oportunista carente de escrúpulos. Pero el letrado Belli tenía además una vida secreta como estrecho colaborador de la CIA, y entre sus más distinguidos clientes se encontraban Jack Ruby, el asesino de Lee Harvey Oswald, y Sirhan Sirhan, el presunto asesino de Robert Kennedy.
Belli puso al frente de la seguridad del festival a Ralph «Sonny» Barger, líder de «Los ángeles del Infierno», una banda de motociclistas con centenares de integrantes en todo el país y que con el paso de los años había crecido hasta convertirse en una auténtica mafia sobre ruedas. Hubo numerosos disturbios con heridos y un joven muerto, apuñalado por un motociclista cuando presuntamente alzaba una pistola contra Mick Jagger. Jamás se supo quién había blandido el cuchillo. Tiempo después, Barger declaró ante un tribunal que llevaba años haciendo «trabajitos» para las autoridades, la mayoría de ellos como parte de tratos para librar a alguno de sus muchachos de prisión. Se cuenta que cuando huyó a Argelia el líder de los Panteras Negras, Eldridge Cleaver, la ATF —la oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de fuego, una de las agencias gubernamentales más duras de Estados Unidos, responsable entre otras «hazañas» de la masacre de Waco— negoció con Barger para que lo trajera de vuelta a casa «dentro de una caja». Quizá sabotear el festival de Altamont fuera otro de estos encargos. 
Los sicarios de la «Operación Caos» contaban sus intervenciones por éxitos cuando Jimi Hendrix, el exótico y pacifista «Elvis negro de los 60», se convirtió en uno de sus blancos prioritarios. ¿Fue Hendrix asesinado mientras se encontraba bajo el efecto de los barbitúricos? La versión de la muerte de Hendrix que divulgaron los medios de comunicación se centraba en la consabida sobredosis que tan oportunamente se ha llevado por delante a tantas estrellas del rock. Nadie, sin embargo, dio en su momento publicidad a una serie de irregularidades que ya había denunciado el encargado de la autopsia, el doctor Bannister, quien informó que en el momento de limpiar su esófago «cantidades ingentes» de vino tinto «salieron a través de su boca y nariz». Asimismo encontraron gran volumen de líquido en sus pulmones: «Es notable —declaró el médico—, porque les aseguro que uno no tiene todos los días la ocasión de examinar un cadáver ahogado en vino. Tenía algo alrededor del cuello —creo que era una toalla—, y estaba también empapada de esta bebida». Éste es solamente un hecho de un largo informe que aporta datos suficientes como para sospechar de un asesinato. Lo más curioso es que los detalles proporcionados por Bannister no fueron dados a conocer hasta muchos años después de la muerte del artista, fomentando durante ese tiempo la imagen de Hendrix como la de un drogadicto que murió ahogado en su propio vómito. 
Pero ¿por qué matar a alguien como Hendrix? El FBI vigilaba estrechamente todos los movimientos del artista y veía con seria preocupación cómo sus posturas políticas y sus manifestaciones públicas se iban radicalizando cada vez más, acercándose a los sectores más revolucionarios del movimiento por los derechos civiles, en especial a los Panteras Negras. Esta actitud se hacía también patente en sus declaraciones, como en una entrevista concedida en Suecia al periódico GotesborgsTidningen: «En Estados Unidos tienes que elegir de qué lado estás. Puedes ser un rebelde o puedes ser como Frank Sinatra». Para las mentes de los responsables de «COINTELPRO» esta postura equivalía a una declaración de guerra por parte de alguien que, como los ya silenciados Martin Luther King o Malcolm X, ejercía un fuerte liderazgo sobre la comunidad negra norteamericana. 

MORRISON

El cuerpo sin vida del líder de los Doors, el cantante y poeta Jim Morrison, fue encontrado por su esposa Pamela Courson en la bañera de su piso de París en las primeras horas de la mañana del 3 de Julio de 1971. Al contrario de lo sucedido con Hendrix, la mayoría de sus conocidos reconocieron no sentirse especialmente sorprendidos por esta muerte. Durante meses lo habían visto capitular lentamente, vencido por la desesperación en que lo tenía sumido una intensa depresión y una creciente paranoia, que le hacía desconfiar de todo y de todos. Como en el caso de Hendrix, Morrison ocupaba una innegable posición de liderazgo en el ámbito de la nueva izquierda, era el poeta misterioso e inasequible que necesitan todas las revoluciones y por ello «COINTELPRO» llevaba acosándolo desde hacía tiempo.
El doctor Max Vasille, el forense que procedió al levantamiento del cadáver, puso en el certificado de defunción como causa del deceso: «Muerte natural debida a un paro cardíaco». Sin embargo, una vez más, la prensa achacó la muerte a una presunta sobredosis, cuando era de sobra conocido que Morrison, espantado por la muerte de Janis Joplin, había renegado de las drogas y meditaba seriamente sobre la posibilidad de cambiar de vida. Morrison pudo ser una víctima de la «Operación Caos» o no, eso posiblemente nunca lo sepamos, pero lo más extraño de su caso comienza justo tras el funeral. Con la muerte de Jim Morrison sucede algo parecido a lo que ocurriría años después con Elvis Presley. No tardaron en surgir diversas voces que afirmaban que Morrison estaba realmente vivo. La leyenda urbana que comenzó a extenderse como un reguero de pólvora por todo el mundo sostenía que el artista había decidido fingir su muerte harto ya de las presiones y servidumbres de la vida de una estrella del rock, y que ahora llevaba una existencia anónima en Francia, dedicado a pasear por el campo y a escribir poesía. Todo esto no pasaría de ser un desvarío de los periódicos de no ser porque parece que la leyenda fue difundida y mantenida por los propios servicios de inteligencia estadounidenses, que durante años han tenido a un agente suplantando la identidad de  Morrison, manteniendo activo su pasaporte y varias cuentas bancarias a su nombre y —para añadir un toque de surrealismo al asunto— incluso escribiendo un libro firmado por el difunto.
¿Cuál es la razón de tan extraña puesta en escena? Para explicar esta inverosímil actitud de los servicios de inteligencia estadounidenses se han aportado teorías tan disparatadas como la propia historia de la supervivencia de Morrison, que, por cierto, resultaría una cortina de humo perfecta para alejar a las mentes más inquisitivas de la posibilidad de que el cantante hubiera sido víctima de un asesinato. 
Mientras, Caos seguía su curso. La cantante folk Joan Baez, una de las más activas opositoras a la participación norteamericana en Vietnam, fue el siguiente objetivo de la operación pero, a diferencia de sus compañeros menos afortunados, tras algunas amenazas fue rápidamente dejada en paz por los sicarios de los servicios secretos estadounidenses. Tal vez esta deferencia se debiera a la intervención de su padre, el científico Albert Baez, implicado en todo tipo de investigaciones secretas para el gobierno, tanto en el laboratorio nacional de Los Álamos como en la Universidad de Cornell. Otro que tuvo la oportunidad de replantearse su vida fue Bob Dylan, quien decidió abandonar cualquier tipo de activismo político después de un accidente de motocicleta que estuvo a punto de costarle la vida. Más curioso fue el caso de su compañero Phil Ochs. El más radical de los cantautores estadounidenses terminó desarrollando un grave caso de esquizofrenia en el que su otra personalidad era la de John Train, un agente de la CIA cuya misión era ni más ni menos que matar al propio Ochs. Y el caso es que John Train cumplió finalmente su misión… El 9 de Abril de 1976 el cadáver de Phil Ochs fue encontrado ahorcado, sin signos que evidenciaran otra cosa que un suicidio.


EL REINO DE LA PARANOIA

Apenas unas semanas después de la muerte de Ochs, se publicaba «El control de Candy  Jones», un libro en el que se analizaba el caso de una víctima de los experimentos de  control  mental de la CIA. El tema es que la sintomatología de la modelo Candy Jones encajaba a la perfección con la de Ochs, incluida la aparición de un pintoresco episodio de doble personalidad. Un sofisticado lavado de cerebro, que incluía la aplicación combinada de diversas drogas e hipnosis, había conseguido implantar en su mente una segunda identidad, la de una nazi fanática dispuesta a llevar a cabo cualquier tarea que le fuera asignada por sus superiores. Candy Jones trabajó sin saberlo como agente de la CIA durante doce años. Su orden poshipnótica final era suicidarse, hecho que fue felizmente impedido in extremis gracias a la oportuna intervención de su marido. En su momento, «El control de Candy Jones» se convirtió en un éxito de ventas. Sin embargo, no todas las obras en las que se hablaba de presuntos asesinos programados tuvieron igual suerte. 
Sal Mineo, actor que alcanzó la fama con su interpretación junto a James Dean en la película «Rebelde sin causa», fue apuñalado hasta la muerte el 12 de Febrero de 1976. Lo curioso de este caso es que Mineo también había comenzado a desarrollar un cierto grado de paranoia, sintiéndose vigilado y perseguido. Hacía poco tiempo que se había embarcado en un proyecto cinematográfico en el que interpretaría en el cine a Sirhan Sirhan, el presunto asesino de Robert Kennedy. La película trataría sobre la conspiración para asesinar al candidato a la presidencia, así como el proceso de control mental al que habría sido sometido Sirhan para cargar con todas las culpas. 
Es posible que algo similar le sucediera también a Mark David Chapman, el asesino de John Lennon. Como Sirhan, alegó enajenación mental como causa de su actuación criminal. Lo que nadie mencionó durante el juicio fue que, a los 19 años, el joven Chapman había sido huésped de un campamento de entrenamiento que en aquella época mantenía la CIA en  Beirut, sin que hasta el momento haya trascendido el tipo de instrucción o adoctrinamiento al que fue sometido el futuro asesino. Otro hecho poco conocido con relación a Chapman es que parecía haber sido un tipo corriente hasta que fue sometido a un tratamiento psiquiátrico para «modificación del comportamiento» en el hospital Castle de Hawaii. La terapia a la que fue sometido incluía el uso combinado de torazina e hipnosis, la receta favorita de la CIA para sus agentes programados.
Dentro de la «Operación Caos» habría existido un subproyecto específico para acabar con Lennon, cuyo nombre en clave era «Operación Morsa». Los analistas de la central de inteligencia tenían muy claro que lo que estaba en juego con Lennon era la identidad histórica e ideológica de la contracultura. Por ello, los responsables de Caos no se conformaron sólo con la muerte del cantante, sino que, además, llevaron a cabo una intensa campaña de descrédito destinada a acabar a título póstumo con su imagen pública, con su recuerdo. Fruto de esta campaña fueron algunos libros difamantes que, a pesar de la repercusión que se les quiso dar en los medios de comunicación conservadores, resultaron un sonoro fracaso a nivel de ventas.


CAOS EN JAMAICA

En el Caribe, los ídolos de la música tampoco estaban seguros. La pobreza y la caótica y violenta situación política del país habían convertido a las estrellas del reggae en los únicos portavoces que tenía una población que se sentía cada vez más ignorada por sus gobernantes. Las elecciones en 1972 dieron el poder al PNP y su máximo dirigente, Michael Manley, prometió un régimen de crecimiento económico. Su política, definida como «socialismo democrático», y su abierta amistad con el presidente cubano Fidel Castro polarizaron, sin embargo, a la población de forma extrema y alarmaron profundamente a los norteamericanos, que consideraron seriamente la posibilidad de que se produjera una revolución comunista en la isla. En 1975 Henry Kissinger, durante una visita oficial, aseguró en un encuentro privado con el primer ministro jamaiquino «que no existiría ningún intento de realizar operaciones encubiertas en contra del gobierno de Jamaica». Tal vez en contra del gobierno no, pero los líderes de opinión eran otro cantar, nunca mejor dicho. Portavoces populares de la oposición al gobierno y líderes indiscutibles del movimiento «rastafari», con un enorme peso en la isla, fueron Bob Marley y Peter Tosh. Peter Tosh, nacido el 9 de Octubre de 1944, hijo de un predicador, trascendió sus humildes orígenes para convertirse, como Bob Marley, en un agitador tremendamente influyente en pro de los derechos civiles. Este último murió de cáncer, aunque son muchos los que sospechan que esa enfermedad bien pudo ser provocada por agentes extranjeros, ya que había sufrido un atentado con anterioridad.
En cuanto a Tosh, un escuadrón de la muerte formado por tres asesinos profesionales se presentó en su casa y fusiló sin contemplaciones a todos los presentes. Pero el reggae no es la única música negra que ha padecido el asesinato político de sus principales representantes. En la actualidad, el rap, al asumir en sus letras y ritmos la épica urbana de la violencia cotidiana (crimen, droga, cárcel, represión), el sexo explícito y la pornografía dura, las posturas políticas de extrema izquierda y la justificación de la lucha armada contra el orden establecido, en consonancia con las tesis más duras de Malcolm X y los Panteras Negras, ha sido atacado con inusitada agresividad por los sectores más conservadores de Estados Unidos, convirtiéndose en una nueva música «peligrosa» para la estabilidad social del país. Las letras del rap estaban convirtiéndose en un factor de cohesión y conciencia política dentro de los sectores más beligerantes de la comunidad afro-norteamericana. Así estaban las cosas cuando, precisamente, los más lenguaraces e insumisos de estos nuevos trovadores del gueto comenzaron a caer acribillados a balazos por toda Norteamérica. Una densa cortina de humo cubre lo relacionado con el asesinato del «rapero» Tupac Shakur, tiroteado en un semáforo de Las Vegas el 7 de Septiembre de 1996. Seis meses después sufría la misma suerte otra estrella del hip hop, The Notorius BIG. La situación de abierta persecución ha llegado a tal extremo que, recientemente, una conocida casa de juego admitía, a través de Internet, apuestas sobre la fecha en que será asesinado Puff Daddy, que se ha convertido en el heredero musical de los dos fallecidos.


CONCLUSIÓN

Éstos no han sido los últimos casos de muertes poco claras entre músicos de gran popularidad. Los más que extraños suicidios de David Hutchance, líder del grupo INXS y activista en movimientos como Greenpeace y Amnistía Internacional, o de Kurt Cobain, alma del grupo Nirvana, y potencialmente una figura de la talla de Morrison o Lennon, nos hacen sospechar que la «Operación Caos» podría gozar en nuestros días de un magnífico estado de salud.

No hay comentarios.:

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

SUPPORT PERU AVANTGARDE////APOYA LA AVANZADA PERUVIANA

PROMO DEL CD DE FRACTAL

barbarismos

barbarismos
El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

...

...

realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

las cosas como son

las cosas como son II

las cosas como son II