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martes, 26 de noviembre de 2019

La estafa de la neo-izquierda posmo



Extraído de "El Post-Modernismo ¡vaya timo!" por GABRIEL ANDRADE


La bandera de la izquierda postmodernista no es ya propiamente el socialismo, sino el abandono de la racionalidad moderna y la conservación de las culturas frente al crecimiento de la civilización occidental. Y, en función de eso, ha venido a ser ‘derechista’ todo aquel que favorezca la hegemonía cultural del Occidente moderno y racionalista en el mundo entero. La misma noción de progreso es ahora interpretada como una ideología derechista que sirve de excusa para colonizar y atropellar a los pueblos no occidentales. A partir de eso, los nuevos izquierdistas estiman que la manera de liberar a los no occidentales es propiciando la conservación de sus ancestrales formas de vida. Como corolario, estos nuevos izquierdistas se hacen llamar ‘liberales’ y tachan de ‘conservadores’ a sus oponentes, sin caer en cuenta que es mucho más conservador quien, precisamente, busca conservar antiguas costumbres y creencias.

El multiculturalismo  (el movimiento que valora a todas las culturas por igual) es así parte integral de la nueva izquierda. Frente a las pretensiones universalistas tanto de los derechistas liberales como de los primeros socialistas, el multiculturalismo defiende a ultranza la diversidad y la particularidad de cada pueblo (de nuevo, muy en concordancia con el rechazo postmodernista a lo universal). Bajo esta ideología, ninguna cultura está en el derecho de imponer, ni siquiera de persuadir, sus costumbres y creencias a otros pueblos. Y, ello parte del principio de que ninguna cultura es superior o mejor que otra. Todas las culturas tienen el mismo valor, todas deben ser respetadas por igual. En la medida en que las culturas renuncien a sus pretensiones de extender sus costumbres y creencias a otras culturas, cesará la explotación y las guerras.

Es hora de admitir que el postmodernismo ha traicionado a la izquierda clásica. La antigua izquierda pudo haber propiciado el totalitarismo y la estagnación económica en la U.R.S.S. y sus Estados satélites, pero al menos, los antiguos izquierdistas tenían firmes convicciones y estaban dispuestos a erradicar la explotación en el mundo. Pero, la nueva izquierda, al convertir en un fetiche a la cultura, la diversidad y el rechazo a la racionalidad moderna, está propiciando totalitarismos peores que el estalinista: en la medida en que rechaza el universalismo y celebra la diversidad cultural a toda costa, y admite el valor de las tradiciones sean cuales sean, está marcando un regreso a la más rancia derecha reaccionaria del siglo XIX. Es trágicamente sorprendente que la izquierda decimonónica, fundamentada en el socialismo científico, sea ahora traicionada por una izquierda postmodernista que niega que la ciencia sea superior a supersticiones como la homeopatía o el Feng Shui.

No es necesario ser derechista para afirmar la superioridad de la ciencia y la racionalidad, y para sostener la necesidad que el planeta entero tiene en asimilar muchísimas prácticas y creencias originarias del Occidente moderno. Esto ha dejado de ser un tema de derechas e izquierdas, y se ha convertido más bien en un tema sobre si debemos llamar al pan, ‘pan’, y al vino, ‘vino’. Desde el siglo XIX, los derechistas liberales y los socialistas habían convenido en lo más elemental: la ciencia es mejor que el mito, la tecnología es mejor que la artesanía, la racionalidad es mejor que la irracionalidad. Pero, ahora, la izquierda postmodernista pretende alterar lo que antes resultaba tan elemental.

Hoy existe la tentación de meter en el mismo saco izquierdista a Marx y Engels con postmodernistas como Derrida o Foucault (tristemente, este último defendió el régimen ultraconservador de los ayatolás en Irán, algo insólito para un supuesto izquierdista). A riesgo de especular, estimo que, de estar vivos, Marx y Engels se resentirían por ello. El oponerse al postmodernismo está muy lejos de abrazar el capitalismo y renunciar a las pretensiones de propiciar una revolución socialista. Es perfectamente viable adherirse a la promoción del socialismo y a la vez adherirse a los valores modernistas. La ciencia, la racionalidad y el predominio cultural de Occidente serían precisamente los medios para acabar con la explotación y la miseria en el mundo. Las ideas modernistas serían, por así decirlo, armas para la revolución. 

La izquierda ha sido usada y abusada por charlatanes que quieren convencer a la clase trabajadora de que el abandono de lo que ellos llaman ‘discursos totalizantes’ finalmente los librará de la explotación. Si la izquierda quiere recuperar algún prestigio tras el fracaso de la experiencia soviética, debe empezar por retomar la herencia de la modernidad, y resistir la tentación postmodernista de oponerse al predominio de la racionalidad y a toda forma de sistema. No fue la racionalidad, sino la falta de ella, la que condujo a los campos de concentración estalinistas y el totalitarismo. Cualquier persona pensante hubiese comprendido que el totalitarismo habría sido una monstruosidad moral, y que hubiese resultado perjudicial desde todo punto de vista. Fue precisamente el abandono del pensamiento racional lo que condujo a las atrocidades de Hitler y Stalin. 

El hecho de que en el Holocausto se hubieran empleado técnicas sofisticadas de exterminio no implica que semejante monstruosidad haya sido propiciada por el predominio de la racionalidad. Fue, en todo caso, una empresa profundamente irracional que se valió de algunas técnicas racionales. El Holocausto ocurrió porque se abandonaron los ideales modernistas. Si se hubiese asumido a plenitud el modernismo, se habría comprendido que el exterminio de seis millones de personas era la cumbre de lo absurdo. De hecho, no es casual que el pensamiento de Nietzsche y Heidegger, dos de las vacas sagradas del postmodernismo, fuera entusiastamente abrazado por los nazis.

Afortunadamente para la izquierda, queda una luz al final del túnel. Algunos intelectuales de izquierda han reconocido que el rechazar al proyecto modernista no ayudará en nada a la clase trabajadora, ni contribuirá a construir una sociedad más justa e igualitaria. Antes bien, estos intelectuales reconocen que el camino a la felicidad está en la misma continuidad de la modernidad, y no en su ruptura. El más emblemático de estos intelectuales es el alemán Jürgen Habermas. A su juicio, la modernidad es aún un proyecto incompleto que no puede considerarse como fracasado. Antes bien, para asegurar su éxito, es necesario asumir a plenitud la mentalidad modernista. Podemos admitir, sostiene Habermas, que en varias instancias, el modernismo ha tenido algunas desviaciones. Pero, estas desviaciones han conducido al abandono de la misma modernidad. Lo necesario, entonces, es hacer retomar a la modernidad su camino inicial: ciencia, orden, progreso, racionalidad, técnica. 

Para leer más… BLOOM, Alan. The Closing of the American Mind. New York: Simon & Schuster. 1988. El célebre crítico cultural Alan Bloom manifiesta su desdén con las actitudes de los jóvenes universitarios de finales del siglo XX. A pesar del renombre de esta obra,  hasta donde tengo conocimiento, no ha sido traducida al castellano.  REVEL, Jean Francois. El conocimiento inútil. Madrid: Austral. 2007. Una colección de ensayos, en varios de los cuales se reseñan los giros históricos de la izquierda.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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