En los anales de la música contemporánea, Luc Ferrari es una figura elusiva y más bien menor, de un encanto modesto. Si acaso se lo menciona, suele ser relegado a una nota al pie de la historia de la música electrónica. Sin embargo, sus innovaciones en lo que llamo "música anecdótica" replantearon la relación entre música y entorno, dotando de una significación artística nueva a la práctica hoy corriente de las grabaciones de campo.
La primera pieza de Ferrari que escuché fue Music Promenade, de 1969, incluida en un disco que compre en 1981 cuando estaba en la universidad. (...) Obra de multiples grabadoras, exuda la calidez, la brisa marina y la joie de vivre [alegría de vivir] de un domingo de vacaciones en la Francia de mediados de siglo. Es un collage de grabaciones, cosidas con un hilo eléctrico argénteo. Sus sonidos recurrentes incluyen una banda de vientos serpenteante y desafinada, fuegos artificiales, las risotadas y el relincho prototípicamente posh de una joven de clase alta londinense, diálogos de una puesta de Macbeth, el ladrido ominoso de un sargento mayor dirigiendo un desfile militar, valses, el ruido ambiente de múltiples retazos de conversación, oscuros pasos sobre un entarimado. Pasearse entre estos diferentes universos sonoros es una experiencia que solo puedo comparar con la película El arca rusa, en la que los protagonistas son condenados a deambular, seguidos por el ojo siempre abierto de la cámara, por las galerías del Museo de Hermitage de San Petersburgo, cada una de las cuales alberga un período diferente de la historia rusa. La música que "conecta" los espacios resulta extrañamente similar a la de Ferrari.
Hay una violencia implícita en Music Promenade, en el carácter abrupto de sus yuxtaposiciones y los tonos belicosos del director del desfile militar, entre otros elementos, pero estas representan descargas de puro placer, sonidos cotidianos intensificados que soportan repetidas escuchas al ser enmarcados como música. Aunque ocupa un lugar central en el canon de Ferrari, es una de sus piezas más "compuestas". Se introdujo mucho más en este terreno, desconcertando y haciendo enfadar hasta al gran innovador de lo concreto, Pierre Schaeffer.
Nacido en 1929, Ferrari experimentó por primera vez la fascinación por la relación entre la música y el mundo cotidiano cuando oyó de chico la pieza de Arthur Honegger Pacific 231 en la radio Bakelite de su padre. La idea de "una orquesta imitando ruidos" -en este caso, una locomotora a toda velocidad- subyugó al pequeño Luc. Empezó a obsesionarse con los ruidos de los automóviles y entrenó el oído para diferenciar diferentes tipos de motores. La guerra, con sus miserias y turbulencias concomitantes, representó para él una corncuopia de nuevos ruidos, extraños y maravillosos: las notas disonantes del piano desafinado con el que tuvo que contentarse su familia después de abandonar París, los aviones de los Aliados que surcaban los cielos -"Spitfires británicos, Lightnings y Mustangs estadounidenses"-. La música "difícil" no representaría mayor dificultad para alguien con oídos tan cultivados y exigentes como Ferrari. Su formación musical lo empujó, naturalmente, hacia los grandes experimentalistas de la posguerra.
DAVID STUBBS
Sonidos de Marte
2018
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