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jueves, 8 de abril de 2021

Sin moralinas...



El doctor Jones se presentó ante el tribunal como «médico especialista en el campo de la psiquiatría» y como prueba de tal afirmación añadió que desde 1956, año en que entró a formar parte del personal residente en el hospital psiquiátrico del estado de Topeka, Kansas, había asistido a unos mil quinientos pacientes. Durante los dos últimos años había formado parte del personal del hospital que el estado tenía en Larned, como director del Pabellón Dillon, sección reservada a los locos criminales. 

Harrison Smith le preguntó al testigo: 

-Aproximadamente, ¿de cuántos asesinos se ha ocupado? 

-Unos veinticinco. 

-Doctor, he de preguntarle si conoce a mi cliente Richard Eugene Hickock. 

-Sí. 

-Ha tenido ocasión de examinarlo desde un punto de vista profesional? 

-Sí..., he sometido a examen psiquiátrico al señor Hickock. 

-Basándose en su examen, ¿puede decirnos si Richard Eugene Hickock era capaz de distinguir el bien del mal cuando se cometieron los crímenes? 

El testigo, hombre robusto de veintiocho años, con cara redonda pero inteligente y sutil, lanzó un profundo suspiro, como preparándose para una respuesta larga, que el juez inmediatamente le advirtió no hiciera. 

-Limítese a contestar sí o no, doctor. Puede contestar con un sí o un no. 

-Sí. 

-¿Y cuál es su opinión? 

-Creo que según la definición usual el señor Hickock distinguía el bien del mal. 

Así, constreñido como se veía por la ley M'Naghten («la definición usual»), fórmula totalmente ciega a cualquier matiz entre el blanco y el negro, el doctor Jones se veía impotente para contestar de modo distinto. Pero, claro, su respuesta era una contrariedad para el abogado de Hickock quien totalmente desesperanzado preguntó: 

-¿Puede precisar la respuesta? 

Era una empresa desesperada: aunque el doctor Jones estuviera dispuesto a extenderse, el fiscal tenía derecho a oponerse, cosa que hizo, aduciendo el hecho de que la ley de Kansas no permite otra respuesta más que sí o no a la pregunta formulada. La objeción fue admitida y el testigo despedido. Pero si el doctor Jones hubiera podido explicarse detalladamente, he aquí lo que hubiera declarado: 

-Richard Hickock posee una inteligencia superior a la media, entiende con facilidad nuevas ideas y tiene un amplio bagaje de información. Capta rápidamente cuanto sucede a su alrededor y no presenta señal alguna de confusión mental ni de desorientación. Su pensamiento es organizado y lógico y parece establecer un buen contacto con la realidad. Si bien no he hallado los síntomas habituales de lesiones orgánicas cerebrales (pérdida de la memoria, anquilosamiento de conceptos, deterioro intelectual), no por eso ha de ser excluida su existencia. El acusado sufrió heridas de consideración en la cabeza, con conmoción cerebral y varias horas de inconsciencia en 1950, cosa que he verificado en el archivo del hospital. Declara que tiene momentos de pérdida de conciencia, períodos de amnesia y neuralgias desde esa época, y la mayor parte de su comportamiento antisocial corresponde al período que empieza en esa fecha. No se le ha sometido nunca a los exámenes médicos que hubieran probado o excluido definitivamente residuos de lesiones cerebrales. Serían necesarios exámenes clínicos concretos antes de formular un dictamen definitivo... Hickock presenta síntomas de anormalidad emotiva. El hecho de que supiera lo que hacía y de que a pesar de ello prosiguiera, es la más clara demostración de ello. Se trata de un individuo impulsivo en la acción, que tiende a actuar sin pensar en las consecuencias ni en lo que le espera a él y al prójimo. No parece capaz de aprender por medio de la experiencia y presenta un insólito cuadro de períodos intermitentes de actividad productiva seguidos por otros de acciones irresponsables. No puede tolerar los sentimientos de frustración que tolera una persona normal, y no consigue librarse de esos sentimientos a no ser con actividades antisociales... Se tiene en poca estima, íntimamente se cree inferior a los demás y sexualmente inadaptado. Esos sentimientos parecen estar sobrecompensados con sueños de riqueza y poder, con una tendencia a vanagloriarse de sus hazañas, con un excesivo derroche cuando tiene dinero y por el descontento ante el lento mejoramiento que normalmente cabe esperar de un trabajo honrado... La relación con los demás lo intranquiliza y tiene una incapacidad patológica para formar y mantener relaciones personales. A pesar de que profesa una moral corriente, no parece guiarse por ella en sus acciones. En resumen, presenta claras características típicas de lo que en psiquiatría se llama un grave trastorno de la personalidad. Es importante que se tomen las medidas necesarias para excluir la posibilidad de una lesión orgánica cerebral que, si existiera, podría haber influido de modo determinante en su conducta durante estos últimos años y en el momento del crimen. 

Aparte de la arenga formularia al jurado, que no tendría lugar hasta el día siguiente, el testimonio del psiquiatra puso término a la defensa de Hickock. A continuación le tocó el turno a Arthur Fleming, el anciano defensor de Smith. Presentó cuatro testigos: el reverendo James E. Post, capellán protestante de la Penitenciaría del Estado de Kansas; el indio amigo de Perry, Joe james, quien había llegado por fin aquella mañana en autobús después de haber viajado un día y dos noches desde su casa de los bosques del lejano noroeste; Donald Cullivan y, otra vez, el doctor Jones. A excepción de este último, todos se ofrecían como testigos de la personalidad del acusado, personas que iban a atribuirle al acusado algunas virtudes humanas. 

No consiguieron mucho, aunque cada uno hizo alguna observación favorable antes de que el fiscal protestara diciendo que comentarios personales de aquella índole «no eran competentes, ni relevantes y carecían de valor», reduciéndolos al silencio. 

Por ejemplo, Joe James, pelo negro y piel quizá más oscura aún que la de Perry, figura elástica que, con su descolorida camisa de cazador y sus mocasines, parecía haber salido misteriosamente de las sombras de los bosques, dijo al tribunal que el acusado había vivido con él más de dos años. 

-Perry era un muchacho simpático, querido en toda la vecindad; que yo sepa, no hizo nunca nada que no estuviera bien. 

El fiscal le interrumpió aquí y también interrumpió a Cullivan cuando dijo: 

-En el tiempo en que tuve ocasión de tratarle, en el ejército, Perry fue siempre un muchacho muy simpático. 

El reverendo Post sobrevivió algo más porque no intentó alabar al acusado, sino que describió de modo benevolente su encuentro en Lansing. 

-Conocí a Perry Smith cuando vino a mi despacho, en la capilla de la penitenciaría con un dibujo a pastel hecho por él, representando la cabeza y los hombros de Jesucristo. Quería regalármelo para la capilla. Desde entonces está en la pared de mi despacho. 

Fleming dijo: 

-¿Tiene usted alguna fotografía de ese cuadro? 

El ministro tenía un sobre lleno pero cuando las sacó evidentemente para distribuirlas entre los jurados, un Logan Green exasperado se puso en pie de un salto. 

-Con el permiso de Su Señoría, creo que la cosa ha llegado demasiado lejos... 

Su Señoría hizo que la cosa quedase allí. Entonces se requirió la presencia del doctor Jones y después de los preliminares que habían acompañado su primera declaración, Fleming le hizo la pregunta crucial: 

-A partir de sus conversaciones y examen, ¿sabe usted si Perry Smith distinguía el bien del mal cuando tuvo lugar la ofensa que se discute en este juicio? 

Y una vez más, el tribunal advirtió al testigo: 

-Conteste sí o no. ¿Lo sabe usted? 

-No. 

Entre murmullos de sorpresa, Fleming, sorprendido también, dijo: 

-¿Puede explicar al jurado por qué no lo sabe? 

Green objetó: 

-El hombre no lo sabe y basta. 

Lo que era cierto, legalmente hablando. 

Pero si al doctor Jones le hubieran permitido explicar la causa de su indecisión, hubiera declarado: 

-Perry Smith presenta síntomas indiscutibles de una grave enfermedad mental. Su infancia, que él me relató y que yo verifiqué con los informes del archivo de la penitenciaría, se caracterizó por la brutalidad e indiferencia de ambos progenitores. A lo que parece, ha crecido sin orientación, sin amor y sin asimilar nunca un sentido claro de los valores morales... Capta con hipersensibilidad todo lo que sucede a su alrededor y no presenta síntoma alguno de confusión. De inteligencia superior a la media, posee una buena cantidad de información, considerando la escasa educación recibida... En los rasgos de su personalidad, destacan dos claramente patológicos. El primero es su «paranoica» orientación hacia el mundo externo: es receloso y desconfiado, tiende a creer que los demás lo discriminan, que no son justos con él y que no lo comprenden. Hipersensible a las críticas, no puede soportar que se burlen de él. Capta inmediatamente el desprecio o la ofensa y con frecuencia interpreta mal palabras bienintencionadas. Siente que necesita amistad y comprensión pero se resiste a confiar en los demás y cuando lo hace espera ser mal interpretado o incluso traicionado. Al valorar las intenciones y sentimientos de los demás, le es casi imposible separar la situación real de su propia proyección mental. Con mucha frecuencia agrupa a las personas considerándolas en masa hipócritas, hostiles y merecedoras de cualquier cosa que él pueda hacerles. Relacionado con este rasgo, aparece otro, una rabia, siempre presente, pero dominada, que se dispara fácilmente ante la menor sensación de ser engañado, despreciado o considerado inferior. En su mayor parte, los accesos de ira de su pasado se dirigieron contra símbolos de la autoridad: padre, hermano mayor, sargento, funcionario que le concedió libertad bajo palabra; y en varias ocasiones lo impulsaron a una conducta violentamente agresiva. Tanto él como las personas que frecuenta conocen esos ataques de ira que, según dice, «le suben por dentro» y el poco dominio que tiene sobre ellos. Esa rabia, cuando se vuelve contra sí mismo, le provoca ideas de suicidio. La desproporcionada fuerza de su ira y su incapacidad para dominarla o encauzarla, traducen una grave debilidad en la estructura de su personalidad... Además de estas características, el sujeto presenta débiles síntomas de desorden en sus procesos mentales. Tiene escasa capacidad de ordenar su pensamiento, no parece en condiciones de organizarlo o sintetizarlo, perdiéndose en detalles y algunos de sus razonamientos reflejan un contenido «mágico», un desprecio de la realidad... Ha tenido pocos lazos emotivos profundos con otras personas y aun esos pocos no han podido sobrevivir a pequeñas crisis. Siente escasa consideración para con todo aquel que no forme parte de su reducido círculo de amigos y concede muy poco valor real a la vida humana. Su aislamiento emotivo y su indiferencia en ciertos campos es otra prueba de su anormalidad mental. Para un diagnóstico psiquiátrico exacto sería necesario un examen más profundo, pero la actual estructura de su personalidad se acerca mucho a una esquizofrenia paranoica. 

Es significativo que un veterano muy respetado de la psiquiatría legal, el doctor Joseph Satten de la Clínica Menninger de Topeka, Kansas, después de tener una consulta con el doctor Jones, confirmara su diagnóstico de Hickock y Smith. El doctor Satten, que posteriormente prestó detenida atención al caso, sugirió que si bien el crimen no hubiera ocurrido de no producirse una fricción entre los perpetradores, fue esencialmente obra de Perry Smith quien, en su opinión, representa un tipo de asesino que él describió en un artículo: «Asesinato sin motivo aparente. Estudio sobre la desorganización de la personalidad». 

El artículo, aparecido en The American Journal of Psychiatry (julio 1960) y escrito en colaboración con tres colegas, Karl Menninger, Irwin Rosen y Martin Mayman, empieza por definir su tesis: «Tratando de fijar la responsabilidad criminal de los asesinos, la ley intenta dividirlos (como hace con todo culpable) en "cuerdos" y "locos". Se supone que el asesino es "cuerdo" cuando obra según motivos racionales comprensibles aunque condenables; y "desequilibrado" cuando actúa impulsado por motivos absurdos e irracionales. Cuando los motivos racionales son evidentes (por ejemplo, cuando alguien mata en provecho propio) o cuando los motivos irracionales aparecen acompañados de ilusiones o alucinaciones (por ejemplo, el enfermo paranoico que mata al imaginario perseguidor), el problema que se le presenta al psiquiatra es bastante sencillo. Pero los asesinos que parecen racionales, coherentes y controlados pero cuyas acciones homicidas presentan características extravagantes, aparentemente absurdas, plantean un problema difícil a juzgar por las disensiones en los tribunales y de los informes contradictorios sobre un mismo acusado. Nuestra tesis es que la psicopatología de tales asesinos forma, por lo menos, un síndrome específico que intentaremos describir. En general, tales individuos están predispuestos a graves fallos en su autodominio, lo que hace posible manifestaciones abiertas de primitiva violencia, nacida de precedentes y ahora inconscientes experiencias traumáticas. » 

Los autores habían examinado, como parte del recurso de apelación, a cuatro hombres condenados por homicidios sin motivo aparente. Todos ellos habían sido examinados antes de sus procesos y declarados «sin psicosis» y «cuerdos». Tres de ellos habían sido condenados a muerte y el cuarto cumplía una larga condena. En cada uno de esos casos, posteriores exámenes psiquiátricos fueron requeridos porque alguien, ya fuera el abogado defensor, un pariente o un amigo, no había quedado satisfecho con las explicaciones psiquiátricas dadas anteriormente y había preguntado: 

-¿Cómo una persona tan cuerda como este hombre puede haber cometido un acto tan loco como parece el que provocó su condena? 

Después de descubrir a los cuatro criminales y sus crímenes (un soldado negro que mutiló e hizo pedazos a una prostituta, un obrero que estranguló a un chico de catorce años cuando éste rechazó sus proposiciones sexuales, un cabo del ejército que dio muerte a bastonazos a otro muchacho porque creyó que se burlaba de él y un empleado de hospital que ahogó a una niña de nueve años metiéndole la cabeza bajo el agua), los autores analizaban las analogías. 

Los mismos culpables se preguntan por qué han dado muerte a sus víctimas que les eran relativamente desconocidas y en cada caso el asesino parece sumido en un trance disociativo, en una especie de sueño del que despierta «para descubrir de pronto» que está agrediendo a la víctima. «El elemento más uniforme y quizás el más significativo del historial es un descontrol existente desde tiempo atrás, a veces de toda la vida, en el dominio de los impulsos agresivos. Por ejemplo, tres de los hombres, a lo largo de su vida, se enzarzaron en peleas que no tenían nada de normales y que se hubieran transformado en homicidios de no intervenir terceros. » 

Aquí, reproduzco un extracto de otras observaciones contenidas en el estudio: 

«A pesar de la violencia de sus vidas, todos los hombres se veían a sí mismos como físicamente inferiores, débiles e inadaptados. Su historia pone de manifiesto un grave índice de inhibición sexual. Para todos ellos, la mujer adulta es una criatura amenazadora y en dos de los casos existe una declarada perversión sexual. Todos ellos, también, en su infancia sintieron angustia ante el pensamiento de que pudieran considerarlos "mariquitas", poco desarrollados físicamente o enfermizos... En los cuatro casos, existen pruebas de estados alterados de conciencia, frecuentemente relacionados con los arranques de violencia. Dos de los hombres informaron acerca de graves estados de trance disociativo en los que tuvieron un comportamiento incoherente y violento, mientras los otros dos presentan episodios amnésicos menos graves y quizá menos completos. En los momentos de auténtica violencia, con frecuencia se sienten separados o aislados de sí mismos, como si estuvieran contemplando a otra persona... En el pasado de los cuatro hubo sucesos de extrema violencia por parte de los progenitores durante la infancia... Un sujeto declara que "le daban de latigazos siempre que asomaba la nariz"... Otro que recibió muchas palizas para "corregir" su tartamudeo, sus "ataques" y su "mal" comportamiento... Un pasado que refleja una extrema violencia bien imaginaria, bien observada en la realidad o verdaderamente experimentada por el niño, encaja en la hipótesis psicoanalítica según la cual exponer al niño a estímulos abrumadores antes de que sea capaz de dominarlos está estrechamente ligado a defectos prematuros en la formación del yo, y posteriormente, a serios trastornos del dominio de los impulsos. En todos estos casos, había pruebas de graves frustraciones emotivas en la infancia. Estas frustraciones pudieron derivar de la ausencia prolongada o repetida de uno o ambos progenitores, de una vida familiar caótica en que los padres eran desconocidos o de un abierto rechazo del niño por parte de uno o ambos padres por lo que el niño fue educado por extraños... Se notan trastornos en la organización afectiva. Muy sintomático es el hecho de que exhibían una tendencia a no experimentar ira o cólera, asociada a una acción violentamente agresiva. Ninguno experimentó sentimientos de ira en conexión con los asesinatos ni estados coléricos definidos, a pesar de que todos ellos tenían un enorme potencial de agresividad brutal... Las relaciones con la gente son de naturaleza fría y superficial, aumentando el sentimiento de aislamiento y soledad que experimentan. Los demás, en cuanto personas por las que pueden experimentar sentimientos cálidos o positivos (o de cólera), no forman parte de un mundo real... Los tres hombres condenados a muerte demuestran escasísima emoción en lo referente a su suerte y a la de sus víctimas. Culpabilidad, depresión y remordimiento, estaban notoriamente ausentes... Tales individuos pueden ser considerados asesinos potenciales en cuanto poseen una sobrecarga de energía agresiva o un inestable sistema de defensa del ego que periódicamente permite la expresión desnuda y arcaica de tal energía. El potencial homicida puede verse activado, especialmente si se ha presentado ya cierto desequilibrio, cuando la futura víctima es inconscientemente percibida como figura clave de cierta configuración traumática del pasado. La conducta o la simple presencia de esta imagen añade al inestable equilibrio de fuerzas una tensión que tiene como resultado una súbita e irresistible descarga de violencia, parecida a la explosión que tiene efecto cuando una cápsula fulminante enciende una carga de dinamita... La hipótesis de un motivo inconsciente explica por qué el asesino percibe a víctimas inocuas y relativamente desconocidas como elementos provocadores y por consiguiente satisfactorios blancos de agresión. Pero ¿por qué matarlos? La mayoría de las personas, afortunadamente, no reacciona con impulsos homicidas ni siquiera ante gravísimas provocaciones. Los casos descritos, en cambio, tenían predisposición a graves faltas de contacto con la realidad y a una debilidad extrema del dominio sobre sus impulsos durante los períodos de particular tensión y desorganización. En tales momentos, un simple conocido o incluso un desconocido podía perder fácilmente su significación "real" y asumir una identidad en la configuración traumática inconsciente. El "viejo" conflicto se reactivaba y la agresividad asumía rápidamente proporciones homicidas... Cuando se dan tales delitos absurdos, pueden explicarse como resultado final de un período de creciente tensión y desorganización en el asesino, iniciado antes del contacto con la víctima, la cual, pasando a formar parte del conflicto inconsciente del asesino, pone involuntariamente en movimiento su potencial homicida. » 

A causa de las muchas analogías entre el pasado y la personalidad de Perry Smith con los sujetos de su estudio, el doctor Satten no duda de que puede incluirlo en la misma categoría. Las circunstancias del crimen, además, se ajustan exactamente en su opinión al concepto de «asesinato sin motivo aparente». Sin duda, tres de los asesinatos que cometió Smith tenían un motivo lógico: Nancy, Kenyon y su madre tenían que ser asesinados porque Clutter había sido asesinado. Pero el doctor Satten arguye que sólo el primer asesinato importa, psicológicamente, y que cuando Smith atacó a Clutter, se hallaba en un eclipse mental, inmerso en una oscuridad esquizofrénica porque lo que «de pronto descubrió» que lo que estaba destruyendo no era un hombre de carne y hueso, sino «una imagen clave de una configuración traumática»: ¿su padre?, ¿las monjas del orfelinato que se habían burlado de él y le habían golpeado?, ¿el odioso sargento, el funcionario que le dio la libertad condicional prohibiéndole volver a poner los pies en Kansas? Uno de ellos, o todos a la vez. 

En su confesión Smith declaró: «No tenía intención de hacerle daño a aquel hombre. Pensé que era un hombre muy amable. De voz suave. Así lo creí hasta el momento en que le corté el cuello.» Hablando con Donald Cullivan, Smith dijo: «No me habían hecho ningún daño (los Clutter). Como otras personas. Como tantas personas en mi vida. Quizá los Clutter tuvieron que pagar por todos.” 

Parecería que, por distintos senderos, ambos, el psicólogo profesional y el aficionado, llegaron a conclusiones no muy distintas. 


TRUMAN CAPOTE
A sangre fría

1965


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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

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pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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