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jueves, 14 de octubre de 2021

We Love You .: UNA PROBADA A CREATION RECORDS



POR RICHARD KING
De "Freak Scene - Los chalados e inconformistas que crearon la música independiente"
2018


La reputación de Creation de haberse convertido en auténticos animales de fiesta —en oposición a la gente esclava de la idea de ser animales de fiesta— se consiguió a base de eufóricos desmadres de color y carnalidad, gracias a la sistemática adopción de una nueva droga por parte de McGee. Debido a sus vínculos con Factory, mientras que sus contemporáneos en el mundo de la música guitarrera de Londres todavía se contentaban con unas rayas de speed acompañadas de un poco de sidra, McGee se sumergió en el mundo del éxtasis. A pesar de su hedonismo, la precariedad de Creation seguía siendo una cuestión que le rondaba constantemente por la cabeza mientras procuraba mantener un equilibrio entre sus  ambiciones y las realidades de las facturas sin pagar y un programa de lanzamientos un poco agotado. Casi nadie, ni siquiera los propios grupos, estaban demasiado entusiasmados con los próximos álbumes de Razorcuts y The Jasmine Minks. McGee, necesitado de savia nueva, pero demasiado apático para motivarse, estaba considerando seriamente abandonar Creation. 

«Tuve una conversación con Tony Wilson y estuve a punto de tirar la toalla. A nadie parecía importarle un bledo Creation», dice McGee, «y él me dijo: ‘No abandones, sé independiente, a la mierda las majors’. Eso debía de ser a finales del 87: habíamos fracasado con Primal Scream, habíamos fracasado con los Weather Prophets, los Mary Chain me habían echado y Tony me soltó una charla motivacional de noventa minutos. Yo pensaba: bueno, no me ha ido mal. He tenido cuatro años buenos. No tengo un trabajo de verdad, pero qué más da. Y luego de repente teníamos a House of Love, My Bloody Valentine, Ride y a los Boo Radleys… en esa época sacamos un montón de discos buenos de verdad.»

...

Durante el día, Creation se encontraba con un mercado que había cambiado. Dave Harper era ahora el jefe de prensa de RCA, cosa que, como le encantaba decir a cualquiera, le convertía en el relaciones públicas de Elvis. Gracias a su historial con Factory y Rough Trade, Harper había sido contratado por Korda Marshall, un  &R de la major que consideraba que los antecedentes de Harper le serían de mucha utilidad a la hora de abrirse paso entre las complejidades de la prensa semanal y conseguir que apoyaran a sus dos nuevos fichajes: Pop Will Eat Itself y The Wedding Present, graduados de la escuela de la C86, que ahora competían con otros artistas de RCA como Rick Astley para alcanzar lo más alto de las listas y tener éxito comercial. 

Las probabilidades de que cualquiera de los dos grupos tuviera éxito en el mundo del pop convencional eran remotas. La prensa semanal, aunque no hacía ascos a los ingresos publicitarios de los artistas que habían firmado por las majors, casi siempre consideraba que cuando uno de los grupos que anteriormente habían defendido firmaba por una major, había llegado el momento de tumbarlos en cuanto consolidaban su prestigio. Sin sonar por la radio, los Wedding Present y Pop Will Eat Itself encaraban el incierto futuro de entrar en lo más bajo del Top 40 a partir de su aparición en el Top of the Pops y la ilusión del impulso de construir una carrera. Pop Will Eat Itself era otro grupo de amigos y excompañeros de bandas que habían sorteado sus problemas casi ideológicos firmando directamente con una major, y ahora estaban cosechando los beneficios. Los Wonder Stuff eran, según a quién preguntaras, un grupo animado de pop forajido o un grupo de arriesgados músicos callejeros que habían tenido suerte. Su álbum de debut, que llevaba por espantoso título The Eight Legged Groove Machine, había entrado en las listas en el número 13, y el grupo estaba demostrando igualmente su profesionalidad a la hora de aparecer en los programas infantiles televisivos del sábado por la mañana y en la portada del NME; un hecho que no había pasado por alto a sus coetáneos, que, en lugar del éxito en las listas, se habían quedado sorteando profundas cuestiones acerca de su motivación y acusaciones de haberse vendido. 

«Había mucho odio y celos entre esa gente», dice Harper. «Pop Will Eat Itself odiaban a los Mighty Lemon Pips, como ellos los llamaban, y acabaron riñendo de manera espectacular con los Wonder Stuff en esa intensa rivalidad. Era un ciclo repetitivo de fracaso, cocaína y odio alimentado por el alcohol.»

...

McGee había conocido a My Bloody Valentine gracias al sello Lazy, cuyas oficinas estaban cerca de las de Creation en Clerkenwell. Aunque no los tachaban de ilusos ni de fracasados, McGee y Green no los veían como una amenaza para Biff Bang Pow! cuando les concedieron un puesto de teloneros en uno de sus infrecuentes conciertos en un club de Canterbury. Pero los hombres de Creation se quedaron boquiabiertos cuando la banda, recientemente reformada, exhibió una combinación de volumen e intensidad propios de un grupo de Blast First con una instantánea salva de pop art. 

«Algunos grupos necesitaban ayuda», dice McGee, que, además de disfrutar de manera entusiasta trabajando con las bandas, también estaba redescubriendo la  emoción del aspecto práctico de ser un A&R. «Los Scream, al principio de su metamorfosis, necesitaron ayuda. Ride y The Boo Radleys necesitaron un poco de ayuda, pero Kevin [Shields] nunca necesito ninguna ayuda, aparte de que yo eligiera ‘You Made Me Realise’ como single, pues él consideraba que era una cara B.» 

Kevin Shields y sus compañeros de grupo Bilinda Butcher, Colm O’Ciosoig y Debbie Googe llegaron e Creation en un momento perfecto tanto para el grupo como para el sello. Tras haber insinuado una dirección que iba más allá de ese pop de guitarras afiladas con referencias a los sesenta de sus publicaciones en Lazy, grabaron su álbum debut para Creation, Isn’t Anything, en dos semanas, anticipando su publicación con dos singles extraordinarios: «You Made Me Realise» y «Feed Me with Your Kiss». 

Agresivo aunque femenino, el sonido del grupo no se parecía a ningún otro; el canto arrastrado y lánguido de las voces de Shields y Butcher iba acompañado de la hueca dulzura de sus guitarras y una sección de ritmo que exploraba las notas bajas con ferocidad. Uno de los rasgos definitorios de Isn’t Anything era su uso del  registro más grave. O’Ciosoig utilizaba a tope su kit, aporreando los toms en contrapunto con la línea de bajo que fluía con la misma precisión. Para un sello que, si tenía un sonido marca de fábrica era el del siseo y la reverberación, Isn’t Anything introdujo a Creation en todo el espectro del sonido. Era la vez que el sello  publicaba un disco de un grupo que sonaba como el futuro, en lugar de una reelaboración sobre una plantilla del pasado, por caótica o elegante que fuera. 

«Yo lo llamaba la cosa rara», dice McGee. «Le dije a Kevin: ‘Dame un poco más de esta cosa rara’. Las reseñas fueron increíbles, y creo que se vendieron cincuenta o sesenta mil copias en Inglaterra, bastante para ser un álbum raro. Kevin sabía lo que estaba haciendo desde el primer día. Crear ese primer álbum probablemente le costó siete de los grandes, pero el sonido es increíble.» 

Isn’t Anything fue con mucho el álbum más conseguido y desconcertante publicado por una banda guitarrera británica en 1988, y fue digno de incluirse en las listas de mejores discos del año junto a Bug de Dinosaur Jr y Daydream Nation de Sonic Youth, los dos grupos que claramente habían influido en Shields en su salto hacia la abstracción pop. Aquel año, junto con My Bloody Valentine, hubo varios grupos que también experimentaron con el volumen; aunque, a la hora de dejarse crecer el pelo y darle al pedal wah-wah de buenas a primeras, había pocos que fueran más transparentes en sus influencias. Dos grupos en concreto, Loop y Spacemen 3, se unieron a My Bloody Valentine en una vanguardia de bandas decididas a meter caña. Ambos grupos habían nacido con la ayuda de un hombre para el cual McGee sentía un creciente afecto: Dave Barker de Glass Records, uno de esos héroes olvidados de la música independiente y de vez en cuando su peor enemigo. 

El sello, gestionado con cuatro perras desde una habitación situada en lo alto de una tienda en Kilburn High Road, se había ido formando de manera furtiva en la época posterior a la C86, convirtiéndose en un sello un tanto excéntrico pero popular. Había publicado cosas tan curiosas como el LP Corky’s Debt to His Father,  del cantante y compositor Mayo Thompson, junto con una serie ininterrumpida de álbumes de los Jazz Butcher, lo que le había granjeado a Barker una reputación de hombre con oído que sabía lo que se hacía. Su campechana cordialidad y su entusiasmo musical las veinticuatro horas del día había abierto la puerta a los Pastelsque se habían unido a Glass para grabar su disco seminal de garaje-anorak, Truck Train Tractor. McGee estaba atento a las recientes relaciones de Barker con la gente guapa de Glasgow, y Glass se convirtió en una especie de terreno de pruebas para Creation. McGee invitó a uno de los primeros artistas de Barker, The Jazz Butcher, a firmar en la línea de puntos. 

Los Jazz Butcher era un grupo fuera de cualquier moda basado en la figura de Pat Fish, que cantaba canciones al estilo de Jonathan Richman, melódicas y basadas en la observación irónica de las cosas, y cuya visión del mundo se enmarcaba en la zona de Northamptonshire en lugar de Nueva Inglaterra. Había sido en un pub de moteros de Rugby donde Fish había visto por primera vez a una banda de adolescentes, Spacemen 3, que tocaban versiones recargadas de los Stooges ante un público fascinado de Ángeles del Infierno. «Escuché la cinta», dice Barker, «y me dije: esto está bien, pero es un poco trillado… pero en fin, ¿qué no lo es? Tenían una canción… creo que era el último corte del disco, ‘O.D. Catastrophe’, que era igual que ‘TV Eye’, nota a nota, era ‘TV Eye’ con otra letra. Cuando los vi supe que tenían algo. Tocaban en el mismo concierto que los Butcher, no sé dónde, y te dabas cuenta de que… estaban sentados… qué está pasando… hay dos tipos sentados, el bajista está de pie, y, sabes, pasaban diez minutos entre canción y canción mientras afinaban, y tenían todas esas luces psicodélicas encendidas y cosas así, cosas retro, pero que nadie más hacía.» 

El primer álbum de Spacemen 3, Sound of Confusion, era una primitiva fusión de garaje de la Velvet y los Stooges. El disco no tuvo la menor repercusión en la prensa musical, y ni siquiera John Peel, que le había concedido tres sesiones a Loop, se mostró interesado. The Perfect Prescription, el segundo álbum de Spacemen 3, fue  una obra mucho más mesurada. La canción «Ecstasy Symphony» daba buena cuenta de la perspectiva orientada por las drogas del grupo. También sonaba más  exploratoria que trillada; y sus ideas, al menos en algunas canciones, aunque realzadas por los fármacos, no se quedaban tan solo en reproducir sus colecciones de discos. «A nadie le importaron una mierda», dice Barker. «Ni siquiera recuerdo que saliera una puta reseña. Creo que salió un buen artículo en Sounds cuando se editó The Perfect Prescription, en el que Sonic Boom hablaba todo el rato de la heroína, cosa que les jodió cualquier oportunidad de tocar en los Estados Unidos.» 

Alguien que comenzaba a mostrar interés por Spacemen 3 era McGee, que, como era habitual en él, decidió hacer de mánager del grupo de la noche mañana, entrando en un periodo de disipación permanente. «Me gustaba hablar de drogas con Sonic. Éramos dos cocainómanos de cuidado», dice. «‘Si tienes algo bueno para esta noche’… y ya estabas metido… ¿sabes a qué me refiero?» A pesar de que Loop consiguió que el Melody Maker les dedicara un artículo de portada —en el que aparecían permanentemente peleados con Spacemen 3—, los dos grupos seguían siendo minoritarios. No obstante, estaba comenzando un nuevo underground, lejos de grupos como Pop Will Eat Itself y los Wedding Present, que Marshall había contratado para RCA. Y si el público en su país era escaso, la versión distorsionada de Spacemen 3 del arquetipo del inglés comedor de opio halló eco en el extranjero. 

«Admiraba que vivieran en su propio mundo», dice Barker, «y estaban comprometidos al cien por cien. Me fui a Los Ángeles —eso fue en 1987—, y había una tienda de discos en Melrose y veo una tarjeta en la pared que pone: ‘Se necesita batería para un grupo, deben gustarle los Spacemen 3’. No les dedicaban ni una reseña en el puto Melody Maker ni en el NME, y sin embargo en Los Ángeles, en el 87, justo cuando salió el segundo disco, había unos chavales que querían formar una banda como los Spacemen 3.» 

Barrett, los Spacemen y todas las demás bandas y gente que rondaba por Creation fueron invitados a Hackney, donde la diferencia entre el día y la noche comenzaba a disolverse a medida que el éxtasis se afianzaba. McGee utilizaba cualquier excusa inverosímil para justificar una juerga de éxtasis de tres días. En su celo evangélico, de vez en cuando llegaba a extremos exagerados. A principios del verano de 1989, cuando se alargaban los días, para montar el lanzamiento de sus discos McGee sintió  la necesidad de montar una bacanal épica que rivalizara con las que ofrecían Ahmet Ertegun o Seymour Stein con toda su pompa de Broadway. McGee, decidido a utilizar el invernadero y el tejado de Westgate Street, estudió el calendario de lanzamientos y se dio cuenta de que tenía un problema: Creation no tenía nada que publicar más que una compilación de The Loft programada para septiembre. Tenían un álbum de Primal Scream ya preparado, pero el grupo aún no tenía muy claro si quería hacer música acid house; sin duda la fiesta iba a ser de rock ’n’ roll, pero no a la manera en que McGee, ahora saturado de éxtasis, estaba proclamando. Para no negarse la oportunidad de un poco de hedonismo de fin de semana, McGee decidió publicar inmediatamente una compilación de «Grandes éxitos» de las canciones de Biff Bang Pow! Era poco más que un resumen de su mejor material, aunque poco conocido, de los cuatro o cinco años anteriores; sin embargo, McGee escogió un título que pensó que resumía la esencia de su grupo y el de Green: The Acid House Album. 

Encargó cinco mil portadas blancas de cartón sin nada escrito y un poco de pintura fluorescente, y modernizó el primitivo espíritu de Clerkenwell de doblar fundas de papel dentro de bolsas de plástico tras una ingesta de speed. Después de tres días pintando con spray las fundas de cartón clavadas en la pared, la fiesta de lanzamiento de The Acid House Album se convirtió en una orgía de extática privación. La pintura y los pintores comenzaron a fusionarse en un caos de camisetas blancas de manga larga y flecos mientras tracks de acid house y canciones de los Stones de los setenta competían por la supremacía en el estéreo. McGee dibuja una sonrisa mientras recuerda con nostalgia el que probablemente fue el punto álgido de disipación de Westgate Street. «Hubo unos cuantos que se colocaron con la pintura», dice, «y esos se quedaron colocados bastante tiempo.» 

«Me invitaban a esas fiestas de acid house», dice Nick Currie, el cual, aparte de no tomar drogas y ser el artista más autosuficiente de Creation, no se había visto    expuesto a la acometida del hedonismo en las oficinas del sello. «El lanzamiento de The Acid House Album de Biff Bang Pow! fue una increíble fiesta de éxtasis en la oficina de Hackney. Creo que yo era la única persona del lugar que no había tomado éxtasis, lo cual probablemente era de lo más extraordinario, porque presenciaba estas pesadísimas oleadas de empatía en las que todo el mundo serpenteaba por encima de todo el mundo. Los House of Love estaban todos allí en un enorme amasijo humano de brazos y piernas, y yo me fui con una chica que se encargaba de la parte gráfica de Rough Trade y que acabó casándose con Bill Drummond. Tenías todos esos rolletes de éxtasis con gente, y casi no importaba quién eras ni qué aspecto tenías, porque las drogas hacían el trabajo por ti.» 

En cuanto comenzó el proceso de limpieza, en algún momento del lunes por la mañana, McGee, resplandecía de orgullo, pues Creation ahora tenía un espacio para fiestas decorado para ese propósito. «Ahora teníamos otra trastienda», dice Kyllo. «Esa enorme zona vacía rociada con pintura fluorescente, que quedaba un poco apartada. A partir de este momento comenzó una verdadera locura.» Esas fiestas de afirmación de la vida a base de éxtasis iban acompañadas de los tremendos y desestabilizadores bajones de mitad de semana, un ciclo que no todo el mundo en Creation estaba lo bastante preparado para gestionar. «Iniciamos a mucha gente en el éxtasis», dice McGee. «Muchos le cogieron la onda, lo dejaron y nunca volvieron.» 

The House of Love todavía formaban parte del círculo íntimo de Creation y se les invitaba a las fiestas de Hackney, aunque cada vez les costaba más manejarse en el sello Fontana, pues la presión del gran adelanto que habían recibido creaba una sensación artificial de lo que podían lograr. Terry Bickers, el icónico guitarrista del grupo, descubrió que la expectativa que se había creado alrededor de la banda era difícil de soportar y sufrió un colapso nervioso, que se vio acelerado por el consumo de drogas. A medida que las sesiones de grabación de The House of Love comenzaban a estancarse, su inestabilidad se ocultaba a la prensa, pero dentro de Westgate Street su comportamiento ponía en evidencia sus problemas. «Terry Bickers se encontraba fatal, y entró en las oficinas con una pistola», dice Kyllo. «Tampoco es que apuntara a nadie. No era en plan: ‘Voy a mataros a todos’. No creo que estuviera cargada, pero tardamos mucho rato en convencerle de que dejara de esgrimirla.» 

Bickers con el tiempo se recuperó y dejó el grupo; su fragilidad fue un ejemplo insólito pero muy real del envés de las fiestas de Creation. McGee se había arrojado de cabeza al hedonismo del acid house y comenzaba a moverse en un medio distinto, más propio de los alrededores de su oficina de Hackney que de los clubs    indies. «Yo bailaba, si es que eso se puede llamar bailar», dice McGee. «Era más bien brincar sobre una pierna, pero yo brincaba sobre una pierna y hablaba con alguna chica que me estaba metiendo la lengua por la garganta mientras me decía que aquello era cojonudo, y entonces su novio me soltaba un gran beso y yo lo decía: ‘¿A qué te dedicas?’, y ella me contestaba: ‘Trabajo en un banco’, y luego le preguntaba al novio: ‘¿A qué te dedicas?’, y me contestaba: ‘Robo bancos’. En otra cultura eso es un chiste; en la del acid house, en el Gardening Club de Covent Garden de 1990, eso no era un chiste. Sabías que era un puto ladrón de bancos, sabías que el mensaje era: ‘¿Cuánto hay en el banco?’.» En el caso de McGee, el siguiente paso lógico era abrazar completamente la cultura y comenzar a publicar discos de acid house de 12” mientras sus oficinas se llenaban de un creciente séquito de traficantes y buscavidas, todos dispuestos a dar su consejo sobre el estado de la cultura. 

El hecho de que McGee y el resto de Creation hubieran abrazado el acid house estaba escrito en letra impresa en el programa de lanzamientos del sello de 1990.  También fue un éxito. Love Corporation, el alias acid house de Ed Ball, publicó el épico 12” «Palatial», que impresionó lo suficiente a Danny Rampling como para  remezclarlo. Rampling hizo lo mismo con otra publicación de Creation, «Dream Beam» de Hypnotone, que junto con los discos de Sheer Taft y Fluke sonaba por las noches en el Milk Bar. Al año siguiente, Creation público Keeping the Faith, una compilación de sus publicaciones de acid house. Presentado en el interior de una funda blanca, y con un logo de Creation fluorescente recién diseñado y de vida efímera, el álbum exhibía todas las características de un sello de baile. Para el aficionado era una aceptable colección de un género cambiante; para los chavales indies que se encontraban con  canciones como «Nena de Ibiza» de Crazy Eddie &  Q.Q. Freestyle, era una introducción un tanto desconcertante al mundo al que McGee, que ahora era mánager de The Grid y Fluke, había dedicado los últimos doce meses. «Todo el mundo reclamaba la autoría de la recopilación, pero fue Grant Fleming quien la hizo. De hecho éramos bastante buenos con el acid house, pero más que nadie, fue Grant el responsable. Era el que te encontrabas por ahí un sábado por la tarde con white labels.» 

Grant Fleming, un adolescente hincha del West Ham, era un personaje que nada tenía que ver con los editores de fanzines, que de vez en cuando desafiaban el sistema de transportes para visitar Creation. McGee, en un intento de reavivar sus relaciones con The House of Love, que ahora le aburrían muchísimo, le sugirió a Fleming que se uniera a él y al grupo mientras estaban de gira. «Lo puse al frente del merchandising en una gran gira de The House of Love cuando yo todavía les hacía de mánager», dice McGee. «Nunca viajaba con el grupo, porque me parecían demasiado aburridos, y Grant y yo íbamos y veníamos muy espitosos por la carretera, y utilizo la palabra ‘espitosos’ en su contexto adecuado. Acabábamos de tener tres semanas de disipación. Después de esa gira yo ya estaba hasta las narices de los House of Love. Éramos más fiesteros que el grupo: ellos se iban a la cama a la una de la noche después de haber tomado sus ocho pintas de cerveza, y nosotros salíamos y volvíamos a las siete, y luego al siguiente bolo colocados hasta las cejas, y así estuvimos tres o cuatro semanas. Al final le dije a Grant: ‘¿Quieres un empleo?’, y él me contestó: ‘¿Qué?’, y yo le dije: ‘Quiero fundar un sello de baile’, y él me dijo: ‘¿Y cómo vas a llamarlo?’. ‘Creation.’» 

En el programa de publicaciones de Creation para 1990 encontrabas a Crazy Eddie & Q.Q. Freestyle compartiendo espacio con tres EP y un LP que salió en noviembre de unos nuevos artistas que había fichado McGee, un cuarteto de estudiantes de arte de Oxford llamado Ride. Habían sacado el nombre de una canción de Nick Drake, y tenían un aspecto tan juvenil como el cantante de folk, y ese mismo aroma de juventud arcádica. Eran grandes fans de My Bloody Valentine y de The House of Love, y habían encontrado un sonido que exploraba el ADN de los dos grupos: una poderosa batería, armonías susurradas y diferentes efectos de pedal para cada cambio de acorde. Las letras de las canciones eran opacas y oníricas, y las cantaban con una vacilación conmovedora y un tanto afectada. 

El EP homónimo de debut de Ride se publicó la tercera semana de 1990, y al instante se pronosticó que iba a ser uno de los grupos de la nueva década. Ride había sintonizado con el público. En ausencia de nuevo material de The House of Love o My Bloody Valentine, llenaron el hueco que los viejos grupos habían dejado y comenzaron a tener un público a su imagen, veinteañeros fans de la música de guitarra que leían la prensa musical y que todavía estaban interesados en el acid house. Había muchos más fans de Ride que de Hypnotone o Sheer Taft, y el EP Ride significó para Creation el primer single que entró en las listas, en el número 72, y el nuevo grupo supuso un golpe de suerte en el momento oportuno. 

La maqueta de Ride le había llegado a McGee a través de Cally Calloman, que había pasado de Phonogram a Warner. «En aquella época yo trabajaba de A&R», dice, «y el cazatalentos Ben Wardle vino a verme con una casete que tan solo tenía la palabra ‘Ride’ escrita con Letraset de cuerpo grande. Los busqué y los vi ensayar, y al momento me dije: este es el grupo perfecto. Me dije que no había discusión… pero no conseguí que en la compañía discográfica nadie se interesara, y Ride seguían diciendo que eran grandes fans de My Bloody Valentine, y yo les contestaba: ‘Pero vosotros sois mucho mejores’.» 

McGee se enteró de que circulaba por Warner una cinta grabada por un cuarteto de jóvenes fans de Creation, y enseguida comenzó a perseguir a la banda. «Alan me telefoneó en plan: ‘A tu novia no le gustas mucho… ¿te importa si salgo con ella?’», dice Calloman. «Fue muy amable, me dijo: ‘Es la clase de grupo que necesito para reconstruir Creation, y quiero hacer esto y lo otro’, y me dije, bueno, no consigo que nadie se interese por ellos, así que buena suerte.» Ride tuvo una carrera fenomenal en 1990, y acabó un año vertiginoso de giras con un álbum, Nowhere, que entró en las listas en el número 11, manteniendo una codiciada presencia para Creation en los semanarios musicales mientras «El Presidente» seguía de fiesta. Enamorado de cada lanzamiento, McGee ponía por las nubes a cada uno de sus artistas, ya fuera una banda guitarrera del Valle del Támesis o un oportunista del East End con un sampler, elevándolos a la categoría de «genios» y del «mejor grupo del mundo». Al final sería Primal Scream, que publicó Loaded en marzo de 1990, quien uniría las dos culturas de Creation: el acid house y la música de guitarras...


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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

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es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

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pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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