La Drone Music es una de las más importantes vertientes de la actual música minimalista, la misma hace en estos días furor entre los más inconformes y avezados músicos de todo el orbe. En este artículo te contamos su origen, historia y tratamos de entender el por qué del amor profesado por distintos artistas, como Tomorrowland, Main, Pan Sonic o Spectrum, hacia la constante creación de nuevos mantras o extensas piezas en extremo hipnóticas para manifestar tanto una postura estética como una motivación cuasi espiritualizante. Únete a nosotros en este trip que quizás, para algunos, ya no tenga boleto de regreso.
Escribe: Wilder Gonzales Agreda.
La música –tú que lees esta revista debes saberlo mejor que nadie- tiene sus más preciados secretos guardados bajo siete llaves; es creencia popular que sólo algunos acceden a este nirvana de sonidos. Pues bien, amigo melómano, esta es una de esas ocasiones en que tendrás para ti dichas llaves, pues aquí en Freak Out! me han dado el placer de presentarte, si bien en forma sucinta no por ello menos agradable, a una vertiente musical que tiene siglos de creada. Incluso se diría que forma parte de nuestro Universo, es decir, es hasta pre-histórica. Nos referimos a la llamada Música Drone.
Los drones –término anglosajón- hacen referencia a un sonido o conjunto de sonoridades que dura largos minutos, como el zumbar de un mosquito, o el estruendo producido por algún movimiento sísmico, por ejemplo. En la música moderna un drone de guitarra o teclado hace referencia ha sonidos de notas sostenidas a lo largo de varios compases. Sonic Boom (Spacemen 3, Spectrum, E.A.R.) habla en varias instancias del concepto de minimalismo versus maximalismo, es decir, él entiende su propia música como una en la que gracias a mínimos recursos –o notas musicales- él es capaz de generar toda una gran atmósfera meta - musical que puede trasladar al oyente por parajes o sensaciones insospechadas; y todo gracias a sólo 3, 2 o, situación súper ideal, 1 sola nota repetida incesantemente a lo largo de “n” minutos. Sonic decía: “usar sólo 3 notas es excelente, 2 es incluso mejor, pero solamente 1 es lo mejor”. Como ves, pues, otra vez menos es más.
Empezaba diciéndote que la Música Drone es realmente algo antiguo y milenario, pues no sólo los propios sonidos del planeta suelen utilizar, impensadamente, esta estrategia sino que también los drones están presentes en la música de casi todas las culturas originarias de la humanidad. Podemos encontrar sonidos e instrumentos droners tanto en la India, en la cultura celta, en África o en la música tradicional japonesa. Y pienso que ello es no sólo lógico sino patente muestra del respeto y espiritualidad genuina con la que los antiguos hombres y mujeres observaban su rutina y el planeta que habitaban. Algo de lo que, quizás, muchos de nosotros no nos percatamos todavía.
A despecho de nuestros antepasados, la música, conforme fueron “avanzando” los tiempos, se fue haciendo de artilugios, pentagramas, escalas, y un sinfín de “cultas y honorables” complejidades que fueron, en un principio, lo más in entre las cortes de los reyes o emperadores y una manera de hacernos creer que el Arte y la Cultura se estaba haciendo así más rica. Los pocos ejemplos de momentos minimalistas o casi drones nos remiten únicamente a extractos de algunas obras de entre los afamados compositores: Haydn, Beethoven, entre ellos. Sin embargo la serpiente se muerde la cola, como en los antiguos mitos, y hoy en día muchos anónimos autores son capaces de crear gracias a un oscilador, un teclado o una PC verdaderos mantras de narcótica o sedante espiritualidad. Pero vayamos un poco más despacio.
Es recién a partir de la década de los 60’s del siglo XX en que la música drone fue retomada por genuinos artistas provenientes del mundo occidental y, gracias a ellos, no ha sido olvidada hasta hoy, muy por el contrario, vivimos una época en la que los incesantes descubrimientos de los músicos cultores de este estilo mantienen vivo el espíritu de la vanguardia y trasgresión necesarias en una cultura establecida a la fuerza –¿no es así Mr. Bush?- en la que la música se está convirtiendo cada vez más y más en un fetiche de supermercado.
La Monte Young y Charlemagne Palestine (en la foto) son dos de los músicos de aquellas agitadas y psicodélicas temporadas de los años sesentas que reclaman para sí el hecho de haber iniciado la revaloración de la música drone. Young creció como artista en la mítica New York de aquellos días y ha comandado a gente del calibre de John Cale (Velvet Underground), Tony Conrad –quien luego haría un histórico experimento de drone minimal con los krautrockers de Faust-, Angus Maclise, Marian Zazeela –artista visual y pareja de nuestro personaje- entre otros muchos. Puedes hacerte una franca idea de la importancia histórica de La Monte Young escuchando discos como “Inside The Dream Syndicate” –una toma en vivo de un viejo concierto de alrededor del año 1965- o su obra más famosa: “The Well-Tuned Piano”. Junto a sus compañeros La Monte Young dirigía el Theatre of Eternal Music; juntos se presentaron en históricos conciertos en donde el tiempo parecía realmente no existir para estos artistas sonoros ya que una sola pieza podía no sólo durar días enteros sino hasta años (¡!). Sin embargo debes tener muchísima suerte para poder audicionar estos testimonios, pues existe realmente escaso material grabado por este señor, aunque ello es algo que seguramente el tiempo y el peer to peer subsanará. Por lo menos algunos sellos europeos, como Table Of Elements, ya están haciendo su parte.
Charlemagne Palestine es otro notable músico –quien ya debe cifrar los 70 años- al que se le culpa de la reinvención de los drones. Hace poco tuvimos el placer de verlo tocar en vivo, cortesía de la Telefónica (¡¿?!), en la iglesia San Pedro del Centro de Lima. ¿Acaso estamos ante un acto de autosabotaje? ¿O es que en su ignorancia los magnates de la empresa de telefonía española desconocen el potencial auténticamente subversivo que transmite la música de este señor? Su concierto fue una especie de ritual con alusiones a la naturaleza y a nuestra relación con ella, tocó de manera bastante minimal 2 pianos repitiendo constantemente 1 ó 2 notas así que creó en el ambiente un aura misteriosa, enigmática y, por qué no decirlo, hasta fantástica. Música así no escuchamos todos los días en el medio local, Palestine finalizó su recital con unos cantos shamánicos –tal como lo empezó- y una breve pero fundamental lección: "Sonido es Sonido".
Quizás ésta última enseñanza sirva para entender lo que los droners de hoy en día pretenden, a saber, no convertirse en famositos rock stars, sino entregarse a la investigación o adoración innata por la música, por los sonidos y, de esta gratuita manera, romper las añejas convenciones culturales que corroen nuestra humana existencia.
Otros importantes hitos de la música drone lo podemos hallar en algunos discos de Brian Eno –escucha atentamente el “Apollo” y dime si eso no es belleza en estado puro-, Silver Apples –sus 2 primeros discos están lleno de oscilaciones minimales-, Conrad Schnitzler –quizá el músico más importante, junto a Klaus Schulze, de la década de los 70’s: terminó de trasladar al ámbito del rock las instrucciones legadas por los primeros héroes de los drones; puedes empezar a maravillarte con él y consultar cualquiera de sus obras entre las que destaca, sin duda, “Rot” o su live “Con’72”-, Kluster, los olvidados Dome de la familia Wire, Spacemen 3 –escucha no sólo la astralmente trascendental “Ecstasy Symphony” del álbum “Perfect Prescription”, tema en donde una sola nota provoca timbres, frecuencias y texturas que pueden elevarte al Olimpo de los Dioses celestiales sino sobre todo su descaradamente drone “Dreamweapon – An Evening Of Contemporary Sitar Music”-, los discos que desde la década del 80 edita el alemán Thomas Köner y que se han transformado en influencia básica para muchos de los artistas nuevos y para los no tan nuevos también, nuestros conocidos A.M.P., cualquier aventura sónica de Experimental Audio Research (E.A.R.), la abundante discografía de nuestro amigo Jon Attwood –a.k.a. Yellow6-, el “Sonic Narcotic” de los juveniles Transient Waves, las hermosas piezas de los belgas Co-Lab, cualquier disco de John Duncan, Carsten Nicolai, Imajinary Friends y la lista continua…
Del pelotón iberoamericano pues vale la pena resaltar la obra del mexicano Manuel Rocha Iturbide –quien editara un vibrante y excelente concierto en el sello peruano Aloardí, descargable desde la página web aloardi.net-, las talentosas producciones de los españoles Sarah Vacher y Coeval, los argentinos Jorge Haro y Pablo Reche –quizás es Reche el que más “triunfos” ha cosechado a lo largo de toda su discografía ambiental-, y los proyectos peruano-chapetones La Nube Gris o Division Time; además, obvio, de los locales Fractal, Espira, Puna, Rolando Apolo, etc.
La robusta salud que ostenta en la actualidad la música hecha por estos inquietos músicos nos lleva a conjeturar que la Drone Music seguirá su evolución lo quieran o no los medios afines al establishment o la Industria Cultural en cualquier parte de nuestro planeta. La libertad de disentir es algo que no podemos quitarle a ningún ser humano y por supuesto, mucho menos a ninguno de estos artistas quienes, en su mayoría, recurren a la técnica de los drones como una manera de crear su propio universo, uno en donde liberarse de la mundana cotidianeidad, una galaxia sónica en donde las cosas fluyan de manera perfecta -estética y espiritualmente hablando. Como diría Peter Kember: “Are You For Real?” Ya estás avisado, estimado freak, si deseas descubrir verdaderos universos inéditos, conoces ya qué generosas voluptuosidades haz de abrazar.