"Es lógico y sano que una persona que ha sido humillada se la tenga jurada a quienes abusaron de ella, que lleve en el alma una marca acaso más dolorosa que las marcas con candela que los patrones ponían a sus esclavos en la piel o que las marcas de los latigazos que los gamonales daban a sus yanaconas y pongos, y que busque un resarcimiento moral: que el abusador pague por lo que ha hecho, que finalmente se haga justicia. Y como la justicia no llega y quienes han sufrido abusos no tienen una salida digna y honorable, ahora son ellos el problema siendo además motejados de “resentidos”. Al abuso de la opresión histórica se suma el abuso presente de deslegitimar su sentimiento como resentimiento, cuando lo único que hacen es mantener su indignación y rebeldía ante la negación de justicia.
En otros lugares, la gente apoyaría al humillado que se yergue y rebela. En el Perú la casta gobernante gusta de condenar y denigrar esta búsqueda de dignidad como “resentimiento” y a la justicia reparadora como “venganza”. Así se quedan tranquilos y evitan problematizarse por todo el sufrimiento que causaron a tanta gente. Y no falta gente derechizada hace décadas que aún funge de “progresista” que secunda esta psicología de opresión." (Grancomboclub)
''PROFETAS DEL ODIO. RAÍCES CULTURALES Y LÍDERES DE SENDERO LUMINOSO'' DE GONZALO PORTOCARRERO. FONDO EDITORIAL DE LA PUCP. NUEVO. TAPA BLANDA. PRECIO 40 SOLES.
En Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso (Fondo Editorial PUCP, 2012), Gonzalo Portocarrero reconstruye el sustrato cultural del que se nutrió desde sus orígenes la insurrección senderista y analiza las trayectorias personales de sus principales dirigentes.
El libro explora una época donde anidan la imposición colonial y la cultura señorial —cara y sello de una misma realidad todavía vigente—, en cuya base se encuentra una distorsión interesada del mensaje evangélico que “embellece” la sumisión y el sufrimiento. En este contexto de abuso y resignación aparece un marxismo dogmático y mesiánico.
Para que se desatara la insurrección senderista estos factores tuvieron que ser catalizados por un grupo político encabezado por Abimael Guzmán, personaje principal de esta historia quien, accidentalmente, había vivido en carne propia las humillaciones a las que el orden social somete a los desafortunados. Guzmán fue capaz de articular un discurso que, bajo el velo de la ciencia, convocaba a los sentimientos de rabia y de culpa de una juventud en búsqueda de una justicia radical o, acaso, solo de una venganza.
Esta investigación continúa el camino abierto por el Informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y apuesta igualmente a la construcción de una memoria que a través de la recuperación de nuestro pasado nos permita imaginar un mejor futuro.
En otros lugares, la gente apoyaría al humillado que se yergue y rebela. En el Perú la casta gobernante gusta de condenar y denigrar esta búsqueda de dignidad como “resentimiento” y a la justicia reparadora como “venganza”. Así se quedan tranquilos y evitan problematizarse por todo el sufrimiento que causaron a tanta gente. Y no falta gente derechizada hace décadas que aún funge de “progresista” que secunda esta psicología de opresión." (Grancomboclub)
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En Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso (Fondo Editorial PUCP, 2012), Gonzalo Portocarrero reconstruye el sustrato cultural del que se nutrió desde sus orígenes la insurrección senderista y analiza las trayectorias personales de sus principales dirigentes.
El libro explora una época donde anidan la imposición colonial y la cultura señorial —cara y sello de una misma realidad todavía vigente—, en cuya base se encuentra una distorsión interesada del mensaje evangélico que “embellece” la sumisión y el sufrimiento. En este contexto de abuso y resignación aparece un marxismo dogmático y mesiánico.
Para que se desatara la insurrección senderista estos factores tuvieron que ser catalizados por un grupo político encabezado por Abimael Guzmán, personaje principal de esta historia quien, accidentalmente, había vivido en carne propia las humillaciones a las que el orden social somete a los desafortunados. Guzmán fue capaz de articular un discurso que, bajo el velo de la ciencia, convocaba a los sentimientos de rabia y de culpa de una juventud en búsqueda de una justicia radical o, acaso, solo de una venganza.
Esta investigación continúa el camino abierto por el Informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y apuesta igualmente a la construcción de una memoria que a través de la recuperación de nuestro pasado nos permita imaginar un mejor futuro.
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