El 2014 fue un año de revelaciones en la música peruana alterna en general. Proyectos tan disímiles e interesantes como La Lá, Sad Animals o Registros Akásicos pergeñaron sus primeros discos con notables resultados. Uno de estos agraciados fue, qué duda cabe, Braigan "Brageiki" Vega. Natal de Lima Norte y residente en Huamanga (Ayacucho) su debut "El Espejo de la Iris" (Tape Safe, 2014) fue un ventarrón de sonoridades frescas y armonías soñadoras en la escena peruana tan estandarizadamente proclive a los dictados de la industria, los mass media y a la insufrible ignorancia de buena parte de sus integrantes.
Braigan acaba de lanzar su segunda producción, "Wayta" (Tape Safe, 2015), por lo que aprovechamos la ocasión en el blog PerúAvantgarde para charlar con quien se ha erigido ya como una de las grandes promesas de la música peruana actual. Con ustedes y sin más bla bla bla, Brageiki Vega.
Dinos desde cuándo empezaste en serio con la música. ¿Cuáles fueron tus primeras influencias o grupos que escuchaste al inicio?
De niño aprendí a tocar la flauta dulce gracias a los manuales que publicaba la editorial Toribio Anyarín Injante. Para responderte tengo que remitirme brevemente a cuestiones biográficas. Nací en Lima, viví hasta los casi 13 años en San Martín de Porres. Mis abuelos paternos son ayacuchanos, de la zona de Vilcashuamán. A esa edad me vine a radicar a Huamanga con el objetivo de estudiar en el mismo colegio que tú estudiaste: el Salesiano. Al poco tiempo de llegar, creo que a las 2 semanas, me incorporé a la banda sinfónica, en la que toqué, por cuatro años, trombón de llaves y bajo barítono. Ahí aprendí a leer música. Luego, cuando ya tenía 17, empecé a tocar guitarra de forma autodidacta a la par que recibía algunas recomendaciones. A esa misma edad empecé a crear canciones con melodías y acordes de balada pop a modo, en realidad, de practicar y divertirme en soledad. Aunque a los 16, ahora que lo recuerdo, hice una banda que se llamó Casternova y tocábamos pop punk. Yo era el vocalista. Siempre estuve enganchado a la música. Es una voluntad de sentir, parafraseando a Nietzsche.
En cuanto a tu otra pregunta, mis gustos son heterodoxos. Mis primeras influencias las tuve de la música pop convencional. A los 14 años me gustaba Stratovarius y Rata Blanca; bandas que ahora no escucho ―salvo por cuestiones nostálgicas―. Actualmente admiro las obras solistas de Jonny Greenwood, Omar Rodríguez-López, John Frusciante, Manuelcha Prado, Rafo Ráez, Gaspar Andía, Carlos Falconí y John Coltrane; bandas como If these trees could talk y Friends of Dean Martinez. También me gusta el IDM, el jazz y la guitarra ayacuchana. Me gusta mucho la música instrumental en general.
Tu primer demo “El Espejo de la Iris” generó cierto entusiasmo por parte de la gente interesada en sonidos fuera del mainstream, más aún viniendo tu música de Huamanga, ciudad de la que poco hemos escuchado en términos de música alterna o distinta. ¿Cuéntanos cómo fue el proceso de elaboración de “El Espejo de la Iris”? ¿Qué instrumentación usaste? ¿De qué van las líricas y títulos de las canciones?
Al inicio no pensé editar un álbum; solo hacía canciones de forma lúdica. Solo sé que inadvertidamente grabé todas esas canciones; las dejé fluir. Cada una tiene un contexto y anécdota. Casi todos los temas fueron creados instantáneamente. Utilicé el software Audacity, como también los efectos de sonido que éste incorpora, sumado a ello una guitarra acústica con cuerdas de metal, una quena de carnaval huamanguino, una flauta dulce, un casiotone CTK―100 y mi voz en algunos pasajes. También algunos audios grabados con el celular en formato AMR, como la voz estentórea del cachinero que suena en la parte final de "Los perros y la lluvia". Cuando grabé esa canción me encontraba tomando desayuno, por eso suena una cucharita dando vueltas dentro de una taza.
La lírica de "El confín de los vientos" es una poesía de Walter Bustamante, quien fuera mi profesor del curso de historia en el colegio, además de impulsar la cultura en Ayacucho. Los títulos de las canciones en sí resumen estados de ánimo, pero considero que, aun ante eso, hay libertad para interpretar. Creo que en algunos títulos he sido bastante explícito.
Háblanos sobre la genial portada, ¿quién la tomó? ¿qué lugar es? ¿el can es tuyo? -realmente luce súper etéreo.
Yo tomé la fotografía a finales del 2011, mientras hacía una caminata por Villa San Cristóbal, que es un barrio periférico de Huamanga ubicado en las laderas de un cerro. El perro no es mío, pero me gustó su postura y mirada mientras yacía en la zona superior de una pared de adobe. Por su sencillez ―algo que quise expresar en "El espejo de la iris"― la utilicé para portada del álbum.
Hace unas semanas publicaste tu segunda producción “Wayta”. El sonido ha cambiado respecto a “El Espejo de la Iris”. Te escuchamos mucho más acústico, lejos de las experimentaciones con sonidos y electrónica de tu anterior trabajo. Es fuerte la presencia del charango y la viola. ¿Qué te motivó a probar estos terrenos o es allí donde te sientes más cómodo realmente?
"Wayta" significa en mí una etapa de constante catarsis con la música andina y su cosmovisión, a raíz de mis lecturas sobre arqueología, historia y filosofía. Hay un libro bastante interesante, por cierto, que se llama “Filosofía andina, el humanismo ecológico”, de la filósofa ayacuchana María Flores Gutiérrez. Al realizar este segundo trabajo me he sentido bastante cómodo por esos aspectos que menciono palabras atrás. Ha habido, en ese sentido, una conexión ideológica-estética. En mis pocas presentaciones en la universidad, y en uno que otro evento organizado por amigos cercanos, sigo explorando la electrónica y psicodelia, con algunos matices andinos. Es algo que se ha incorporado a mi forma de sentir la música y, por tanto, también a lo que compongo.
Me contabas que la foto de la portada de “Wayta” es una flor que crece en Huamanga de forma natural y salvaje. ¿Sientes que tu entorno influye mucho en tu estética musical o es tan solo un cliché o estrategia de marketing?
Wayta significa “flor” en runasimi (quechua). Para la portada fotografié a una flor silvestre que crece tras las lluvias intensas del verano en todo Huamanga. Es una flor pequeña de color rojo, pero también naranja. Para mí simboliza lo vital.
Comprendo tu pregunta y entiendo que su intención es zanjar dudas. A decir verdad, hoy se ha banalizado el aspecto espiritual del hombre con el misticismo superfluo (“new age”) que predica el hipismo contemporáneo. No me gusta el razonamiento marquetero. Creo que la finalidad del arte no está en “abrir mercados”, porque eso deviene por simple dinámica cultural en cualquier sociedad. El arte no tiene que encargarse de esas cuestiones instrumentales. Crear “público” o “mercados” intencionadamente me parece bastante tendencioso.
¿Los vocablos “Brageiki” y “Braigan” tienen algún significado?
Brageiki me apodó un amigo del barrio en Lima. Ambos, como muchos otros, andábamos con la moda del Yu-Gi-Oh! En ese juego de cartas había una que se llamaba “Raigeki”, que nosotros pronunciábamos “rageiki”. Yo estaba infantilmente obsesionado por tener esa “carta mágica”. No la pude conseguir fácilmente porque era “una carta rara”. Mi amigo, en tono sarcástico, aglutinó mi nombre con “rageiki”, y quedó “Brageiki”. Me gustó la eufonía del sobrenombre y la utilicé como nickname por bastante tiempo. Braigan es mi nombre, que es una forma sofisticada de escribir Brian. Mis padres quisieron ser creativos, creo (risas).
¿Cómo es la escena de música de avanzada en Huamanga y Ayacucho en general? ¿Qué otros artistas huamanguinos nos recomiendas escuchar?
Tengo referencia de algunos músicos experimentales y electrónicos como Iván de Los Santos, Lord Morgana y Gustavo RQ. Sí los he escuchado a través de sus grabaciones. Su estética no me conecta tanto, la verdad; pero de todas formas respeto sus trabajos. Tengo entendido que ya no tocan en vivo, al menos no públicamente.
De los más experimentales te recomiendo a FüGhawZ y también a Gary Aranda. Todavía no hay una escena de música avanzada, como mencionas. En abril hicimos una reunión de arte sonoro con algunos amigos. Aunque Iván de los Santos, a inicios del 2000, organizaba bastantes eventos; inclusive Christian Galarreta visitó Huamanga en dos oportunidades, creo. Sin duda, Ayacucho tiene historia en lo que respecta a música alternativa y contracultural.
¿Cómo ha sido la reacción de los medios y el público en tus conciertos?
He salido en dos periódicos: “Jornada” y “Hocicón”, pero creo que se debe, más bien, a tener amigos periodistas (risas). He tocado en algunas oportunidades, en distintos formatos, a veces solo con guitarra acústica. Ahora toco con mi casiotone, un delay y una guitarra eléctrica. Últimamente toco con mi amigo Dany Boluarte. Él toca instrumentos de viento en el performance que hacemos improvisadamente. He visto varias reacciones: algunos no entienden lo que hacemos, otros sí captan el sentido experimental del asunto y nos aplauden. Es algo normal, creo.
Cuéntanos de tus contactos con melómanos de otros países como el sello belga Tape Safe que ha publicado tu música en su plataforma dedicada principalmente a sonoridades experimentales.
Hice contacto con el sello Tape Safe gracias a José María Málaga de Arequipa. Entiendo que muchos, desde distintas zonas, han escuchado el material. Por ahí tengo referencias de oyentes argentinos, italianos, norteamericanos y mexicanos. Es bastante interesante la dinámica de consumo de la música experimental en el mundo. En efecto, es un mundo alternativo.
¿Qué planes para el futuro de Brageiki?
Ahora estoy por conformar un trío de música instrumental. Es algo que anhelo para explorar el trabajo colectivo que me parece bastante terapéutico y positivo para la creatividad.
Gracias por concedernos la entrevista Brageiki. Estaremos atentos a tus siguientes movidas musicales. Si quieres agregar algo este es el momento. ¡Buen vuelo!
Un gran saludo para todos tus lectores. Gracias a tu blog me sumergí en la grandeza de la música experimental nacional y sus conspicuos visionarios de ayer y ahora.
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