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martes, 7 de julio de 2015

Reseña: FRACTAL & ACID CALL - Verano Infinito (Independiente, 2011)

Publicado originalmente en el e-mag SUGAR TIME el 2011
 
It goes like this:

Unos patas se juntan en Lima, Perú. Dos chilenos y un peruano. Se supone que se juntan a hacer música, a jugar a ella o vivir en ella como ella espontánea, física, vibrante. Supongo yo que secretos deseos los reúnen, deseos que quizá no los unen y simplemente los posicionan geográficamente juntos, y la música finalmente conjura la unión. Ve a saber tú…secretos siempre hay detrás de la música, aquella que podemos reproducir, siempre se ata a historias paralelas a la historia oficial, a órdenes contradictorios, vulgaridades y relatos fantásticos. Basta recordar que Robert Johnson viajó a crossroads y ahí trató con el Diablo; y después de él le siguieron decenas de almas entregadas. Estos patas, entonces, de seguro vienen por su propio viaje, individual como tratar con el Diablo debe ser, y se cruzan en una particular realidad musical. Y VAYA QUÉ EXTRAÑO PEDAZO DE MÚSICA.


Ayudado porque este disco que reproduce este viaje está grabado en vivo, o emulando muy bien la experiencia de unos tipos tocando, me imagino la historia que antecede al ritual. Lo que tenemos acá es psicodelia, es su ámbito tribal, comunitario, pero también agresivo en tanto convoca energías que poseen o se desenvuelven dentro y hacia afuera de los individuos. Imaginemos serpientes aladas, sacrificios y puñales. Psicodelia que recuerda la consigna del cosmos, que es finalmente la trascendencia material. Entonces me imagino que patas así las han visto como yo, deseando volverse otra cosa quizá, espontáneamente, por efecto de una ley natural indescifrable pero ella, con toda seguridad sobre lo físico, destruye el paradigma del cuerpo.


Supongo con la psicodelia todo significa un out-there, un desplazamiento hacia lo desconocido pero no conociéndolo o reconociéndolo, sino experimentándolo al borde de la locura y la comprensión. Una buena deriva que después de un tiempo parece estabilizarse, aunque siempre atenta al afecto, tan consciente del propio cuerpo. Es esa posición, el agazapamiento ante la propia condición, lo que la hace tan salvaje.

Entonces me imagino patas enajenados en la música, como lobos al acecho de profundas sombras que cruzan el bosque, disolviéndose también y cruzándose en el fenómeno música, que es esa ley natural indescifrable que maravillosamente se ha depositado en las manos ignorantes del hombre. Patas en otra, un puro flujo de información vital, inaccesible. Ese es el viaje para quien lo escucha: siempre advertir en secreto la trascendencia, como el rumor del verano porvenir. La mejor literatura concluye eso: somos testigos de una transformación. La virtud de la psicodelia es tocarla – jam out -, ahí está su secreto. La reproducción solo alimenta la sed de ser, de trascender. No hay otra razón por la cual yo intente dar historia a este disco, sin conocer biografías sobre él. Aparte del placer natural de escuchar, la historia que pueda escribir trata de descubrir las herramientas de unos patas para volverse otra cosa, y trata también de imaginar que ese viaje le pertenece a todos en un momento u otro, donde uno se realiza y ve las cosas no como son, sino como son para uno. Donde el mundo se le regala.

¿Y quiénes son los hombres que ahora asemejan bestias erizadas habitando cuerpos humanos? ¿Quiénes son los que, por voluntad de la reproducción musical, ahora habitan mi oído como animales de un bestiario metafísico? FRACTAL (Alias de Wilder Gonzales Agreda, el prolífico peruano) y ACID CALL (chilenos ¿Santiaguinos? Como yours truly). Me atrevo a suponer que ambas partes han consensuado la tribalidad, la metronomía y los pulsos indígenas. Esto en la sección rítmica, a cargo de unas maracas y el ocasional arpegio o acorde mono-tono. Wilder, supongo, a cargo del oscilador, se encarga de revestir la atmosfera de una cualidad sintética, poco orgánica pero fantástica, con sonidos modulados y frecuencias extravagantes. Mientras Acid Call, como bien acostumbra la tradición psicodélica de mi país salvo excepciones, se ancla del blues, también en lo tribal (incluso algunas derivas dark cumbia) para avanzar sobre el viaje, soportando la improvisación sobre estilos musicales distinguibles que hacen de este disco una fiesta de géneros muy diversos sincronizados en un gran sonido total. La producción es escueta, pero clara. Los temas, podría asegurar, son improvisados, y los motivos van calzando en el placer y perturbando por ciertas faltas de acierto y comunicación, sobre todo en el OPUS primero: Verano Infinito, de más de 28 minutos de duración. Pero aún así, cuando el tema aprieta y afloja como una sinusoidal, lo maravilloso es el recorrido cromático y paisajístico por el cual toda la impro recorre, como obstinada en su respeto o éxtasis hacia el ritual musical, logrando momentos de comunicación muy profunda que se traducen en un secreto ánimo de fiesta y celebración que imperceptiblemente se cuela en nuestro cuerpo para vibrar en nuestros músculos cuando los audífonos cubren las orejas y emancipan el aullido de la capital.



 

 



Y mientras mi cuerpo sacude ritmos difícilmente rechazables, puedo imaginar a estos animales en el Oeste del continente sudamericano, bañándose en las tibias mareas de la tremenda Lima, cuna, como todas las capitales de este cono, de diferencias inmensas y sentimientos tanto más grandes. Los imagino entrecerrando los ojos previniéndose del chicotazo de la arena y la sal, y veo sus visiones de luz translúcida fragmentada por los cristales de agua que los párpados atrapan, y puedo comprender que el ocio es un momento sublime de comunión con Todo, donde la existencia se agasaja de su presencia en lo natural, para luego disolverse en el castillo de cristal de la música psicodélica, trascendental y cósmica.

Lo triste de estas palabras…El disco es recorrido por voces y aullidos, las precarias letras son claramente improvisadas sobre su sonido, relegando a segundo plano el contenido retórico. Esa cualidad primaria desvía el trance hacia sentimientos luminosos y lúdicos, diferente, digamos, de un trance de The Doors, o Ash Ra Tempel con Timothy Leary. Eso, claro, entristece mis reflexiones. La música destruye el trance y aparece como el rumor de la vida cotidiana. Pero eso es simplemente porque uno, como reseñista y para ayudarlo en su trabajo se articula directamente desde lo que los músicos otorgan como voz-instrumento: es un diálogo directo de lenguaje e historia. Estos patas vociferan motivos blues en la vena Spacemen 3, bien distorsionados bien drogados, pensamientos e imágenes hedónicas de entonaciones Hipsters. Guiños de otras cosas. Eso, curiosamente, no me distrae de la música, ni me la escinde en dos categorías una acústica y otra retórica; ambas conviven, y la operación que ejecuto es volver hacia atrás, hacia estos patas, cuando todavía no han trascendido, cuando su música, que sugiere tan Otra Cosa, tan un espacio de verdades vedadas, no es una forma perfecta sino una representación de un momento en si vedado; unos patas difusos y lejanos, cuya luz (y esto es lo maravilloso) me llega desde una distancia sideral. Empiezo a pensar que la trascendencia, su búsqueda, es realmente una patología. Y empiezo a pensar que es mejor tocar, porque cuando uno toca está haciendo, y la música que luego venga a subrayar eso con su dibujo de rumor se encontrará de cara con la abstracción y frente al espejo. Tocando música porque ella soy yo, y no un producto mío: celebrándome a mí mismo.

¿Acaso no es así el Blues? I mean mientras más reducida la metáfora más se subraya el individuo. El cantante de blues parece ser un puro ser sufriente, sensible a todas las situaciones de la vida, y su manera de reflejarlo es repitiendo una y otra vez pequeñas viñetas de un dolor (el incansable trabajo en los campos, por ejemplo) hasta difuminar peligrosamente la línea entre la afectación profunda y la indiferencia. El bluesman parece no recordar cuanto tiempo lleva feeling blue, y así el blues se vuelve condición ontológica. PAF, su efecto es maravilloso. Estos bluesman la viven, y lo que escuchamos de sus grabaciones son malabares, un manual de sobrevivencia. Bueno, estos pata electro-bluesmen, estos terry rileys arrojados al amazonas la hacen parecida. Vacilan entre afectadísimos aullidos a indiferentes repeticiones de abyecciones o simplemente postales indescifrables, distanciándose de su sonido instrumental de patrones profundos. No son Morrison de poesía dandee, son patas como tú y como yo haciendo uso del lenguaje para parodiar sobre sí mismo, bajo el soporte de una instrumentación opuesta al color del contenido retórico.

Creo que es iluso pensar como sería un disco de ser como quisiéramos que sea. Eso es consentir imaginaciones vagas, egóticas. Este disco me satisface, me recuerda referentes esenciales en mi discografía cotidiana, y también se vuelve una experiencia inédita por conjunción extraña de lugares distintos. Noise y ruido blanco hacen cortina de motivos groovies que rápidamente se disuelven en crudos mantras de una electrónica fractal. In and Out, over and over. PSYCH. ¿Dije electro-blues? Bien dicho, pero no dije paisajes industriales o ambient. Dije dark cumbia, pero no dije drone-bues; en fin, la mezcla es ecléctica y su resultado aprieta bien, transitando fluidamente antes de incurrir en la monotonía temática de muchos discos de psicodelia experimental. De seguro, si estos patas se volviesen a reunir (¿Quizá Wilder venga a tocar a Chile pronto?), volverían a sorprender con sus increíbles grooves oscuros y sus crudas murallas electrónicas.
And it ends like that (for now).                                                       

Alberto Parra (Santiago, 2011)

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PROMO DEL CD DE FRACTAL

barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

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pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

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