Extraído de "Hildebrandt en sus trece"
Por PEDRO FRANCKE
El desastre de la política y la frustración ciudadana con este gobierno han llevado a que amplios sectores sociales refuercen su rechazo a propuestas colectivas y opten por privilegiar salidas individuales. Tú mismo eres. Yo mismo soy. Tú sí puedes. Todos podemos hacer empresa. Preocúpate de ti mismo. Depende de ti salir adelante.
El discurso es poderoso: todos quisiéramos sentir que el futuro depende sólo de uno mismo y no de los demás. Qué pena que no sea verdad.
LADRONES
Quizás lo más ilustrativo, lo que choca más frontalmente con esta idea individualista, es la inseguridad ciudadana. Algunos pueden haber hecho muchos esfuerzos para comprarse un carro o invertir en un colegio en San Juan de Lurigancho, para que luego un robo, un secuestro o una extorsión se lo quiten todo. Peor aún si lo que pierde no es el dinero sino la salud o la vida.
¿No es este un problema al que nos enfrentamos todos los días? ¿No es motivo de preocupación ciudadana? ¿No es también clarísimo que las soluciones a eso no pueden ser individuales sino sociales, que no podemos vivir tras los muros y asustados, o para quienes tienen mucho dinero, tras guardaespaldas y carros blindados?
La solución tampoco son los linchamientos que se dan en algunos barrios ni el seguir añadiendo barreras y guachimanes dentro de la ciudad. La policía requiere una reforma en serio, integrar a los serenazgos, trabajar con la ciudadanía y sus organizaciones, acabar de una vez con el 24 x 24 y los convenios especiales con las mineras que privatizan la policía, profesionalizar los equipos de investigaciones. El problema de la inseguridad ya trascendió a la Policía Nacional hace rato y hace falta un liderazgo político ciudadano para una reforma policial en serio.
EL PRIMER ENGAÑO
Pero antes del problema de la inseguridad, la idea individualista se enfrenta a otro problema: la educación. Queriendo que nuestros jóvenes tengan un futuro de progreso, los peruanos consideramos la educación como la gran vía para lograrlo. Sólo que, contradictoriamente, el haber convertido a la educación en un
negocio lo que ha hecho es multiplicar las estafas.
Me refiero obviamente a esos colegios privados que pensamos dan una buena educación, pero no es así. Donde todos caen en un engaño mutuo: los dueños dicen que su educación es buena (y así nos cobran), los padres creen que la educación es buena, los chicos también lo creen... hasta que los jóvenes no pueden pasar el examen de ingreso a una universidad y ya es demasiado tarde, momento en el cual siempre podrá echárseles la culpa a los jóvenes porque no estudiaron suficiente y habrá oportunidad para volver a engañarse y pagar una universidad privada de ingreso fácil pero de calidad también cuestionable.
¿A quién echarle la culpa? ¿A ese empresario educativo que paga 10 soles por hora a sus docentes pero tiene linda propaganda, con cara de candidato presidencial incluida? ¡Si no han hecho más que serle fiel al discurso de enriquécete tanto como puedas tan rápido como puedas!
Peor quedan, por cierto, los que tuvieron que dejar el colegio de niños para cuidar las ovejas o trabajar en una ladrillera, las que tuvieron una educación tan mala que no pudieron terminar la primaria, los que tienen discapacidades que nunca fueron atendidas, las que no tenían un colegio secundario cerca, los que fueron jalados por la anemia o la tuberculosis.
Tampoco el problema de la educación es solamente un asunto de cada familia o cada persona. No lo es para los pobres que no tienen ese derecho. Lo es también para las clases medias y altas por más que busquen opciones privadas.
CONDICIONES DEL MERCADO
Con esa base se enfrentan los jóvenes al mercado. A buscar chamba donde no hay. A tratar de sobrevivir y para ello "hacer empresa". Pero las condiciones del mercado tampoco son buenas. En primer lugar porque el mercado está lleno de vendedores y con pocos compradores. Con el empleo estancado igual que los salarios y con el gobierno habiendo frenado la inversión pública, la demanda no aumenta. Se trata, así, de un mercado que no está en expansión y donde cualquier espacio hay que ganarlo eliminando al vecino.
En segundo lugar, porque la competencia internacional, de productos que vienen de afuera, compite con ventaja. La cancha está inclinada a su favor: han recibido fuertes rebajas de los impuestos que pagan para importar, se permite hacer dumping a la ropa china, el tipo de cambio real atrasado no nos ayuda haciendo quie los productos de afuera lleguen baratos, los tratados como el TLC y el TPP defienden a sus inversiones y a sus farmacéuticas.
Quienes quieren "hacer empresa" tienen también que enfrentar a las grandes empresas nacionales, los grupos financieros y conglomerados, que tienen el árbitro (el Estado) a su favor. Ellos pueden cobrar intereses leoninos por los préstamos que dan, aunque paguen poquísimo por los ahorros y reciban buena plata que los trabajadores ponemos en las AFP. Ellos son recibidos en el MEF y en Palacio, no los pequeños empresarios ni los jóvenes que intentan ser emprendedores. Ellos son los que pueden sacarle la vuelta a la SUNAT respecto de las multas recurriendo a jueces muy acomedidos a sus intereses, mientras a los pequeños comercios les cierran sus puertas por cualquier infracción.
CONTRA LA CORRIENTE
Aun con todas estas condiciones, hay gente que se ha hecho rica en el Perú. Claro que sí, aunque en muchos casos hay bastante historia oscura y son pocos los que pueden decir que lo hicieron limpiamente, éticamente, honradamente. La ideología del individualismo, de que lo único que importa es que sea yo el que gane, es también una gran justificación para sobornar a funcionarios públicos de distinto rango si hace falta.
Resulta sin embargo muy difícil lograr esos grandes saltos económicos que propagandizan tratando de promover ese individualismo extremo. Es como nadar contra una fuerte corriente, como avanzar con el viento huracanado en contra, como subir cuesta arriba una pendiente empinada, como tratar de subir unas escaleras rodantes que bajan. Algunos pueden hacerlo. Otros no tienen las capacidades o la suerte necesaria.
El crecimiento económico de años anteriores generaba al menos condiciones favorables para esta empresa, cuando además la inseguridad no era tan grave. La ilusión del éxito individual tenía mayor sustento. Pero esas bases se están desmoronando ahora, si es que ya no lo han hecho. El viento está claramente en contra.
Pero la traición de Ollanta Humala y la desgracia de la política nacional hacen que la alternativa necesaria, la de una salida nacional, común, colectiva, de los peruanos, se vea aún muy incierta y borrosa. Si no la recuperamos, serán muy muy pocos los que puedan lograr ese anhelado éxito económico, y quienes lo logren tendrán que resguardarse tras altos muros defensivos.
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