"La muestra ¡A mí qué chicha! encuadra al llamado "arte popular", o "chicha", en un marco interpretativo que resalta el desenfado y la laboriosidad en la lucha por la sobrevivencia como las notas características de la nueva cultura popular urbana.
Deténgamonos primero en el título de la muestra: ¡A mí qué chicha! que remite a la expresión "¡A mí qué chucha!", un giro, tenido como muy grosero, a través del cual el hablante comunica, de manera contundente, la indiferencia y hasta el desprecio que le produce una situación. Como la palabra chucha es uno de los tantos nombres que recibe la vagina, la expresión debe entenderse como articulada desde una posición machista, para la cual si bien es cierto que la chucha es el sumo bien, su penetración no debe dar lugar a compromiso alguno con su dueña. Entonces, la chucha es, a la vez, lo más valorado y la menos obligante. Estar "enchuchado" significa sentirse complacido hasta la ceguera y la idiotez con una mujer (o, por extensión, con una actividad). Por tanto, estar enchuchado no es propio de un hombre que se precie de serlo; el hombre "más hombre", el macho, es quien puede decir "¡A mí qué chucha!", pues precisamente no está dispuesto a enchucharse, a entrar a un compromiso que le haga perder su libertad. Ciertamente podríamos decir que, a ese hombre, no hay chucha que le valga.
De otro lado, la palabra chicha nombra a una bebida ancestral, de origen prehispánico, preparada en base a maíz fermentado. Tradicionalmente se sirve en las chicherías o picanterías, donde suele ser la compañía de frituras con abundante ají. La chicha es una bebida artesanal disfrutada solo por la "gente de adentro" y su consumo no es publicitado, pero representa una señal de identificación con lo nativo. Entonces, lo chicha es "lo nuestro", lo que resulta sabroso para los nativos. No obstante, al mismo tiempo, el término chicha se usa también para referirse a algo ordinario, a una imitación burda y malhecha de un origen incierto. Entonces, como chucha, la palabra chicha comparte una ambivalencia semántica y puede significar, según el contexto, lo muy valorado o lo que no tiene garantía, ni genera compromiso.
Se puede concluir entonces que la expresión "¡A mí qué chicha!" viene a resaltar la ambigüedad del sujeto popular frente a su propia cultura. Motivo de goce y orgullo, a la vez que de distancia y desinterés. En todo caso, lo que el nombre y la muestra postulan como propio del mundo popular es un pragmatismo irreverente. Un distanciamiento crítico frente a la realidad, tanto la propia como la ajena. Una insistencia en el goce inmediato como la única manera sensata de vivir. Según el discurso curatorial, este es el talante que anima al arte popular, que surge en un medio social que está reprocesando la cultura andina y que tiende a ser excluido y despreciado, pues el Estado no le proporciona los servicios básicos y el mundo criollo lo estigmatiza como vulgar e ignorante..."
GONZALO PORTOCARRERO
Imaginando al Perú. Busquedas desde lo andino en arte y literatura.
2016
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