por César Hildebrandt
19 de agosto de 2006
Extraído de "Hildebrandt en sus trece"
El éxito suele ser el espejismo del hoy. Muchísimos fracasos son la posteridad del mañana.
Vallejo no solo murió en la miseria sino también en el ninguneo. Un gramo de la fama de Clemente Palma hubiera querido el cholo Vallejo en el París con aguacero y pescuezos de pollo como cena.
¿Y quién es Clemente Palma? Un célebre devorado por el tiempo, una estatua de arena.
¿Y quién es Augusto Aguirre Morales, el de "El pueblo del sol"? Una posteridad de serpentinas que el tiempo se llevó.
¿Y quiénes son Lora o Sassone, titanes literarios de su ayer?
El éxito es un malentendido y el fracaso, un veredicto oscuro.
Por eso yo aprecio a los que no salen en la tele, donde salen los que no tienen que decir aunque lo digan de modo inmejorable.
Amo los tímidos y a los que jamás serán molestados por un autógrafo.
Siento una infinita ternura por los tartamudos, los que agachan la mirada ante la agresividad, los que no encuentran las palabras para declararse a a la mujer que los sobresalta, los despedidos de turno, los desheredados de terno lustroso, los que pudiendo gritar de rabia hallan la calma, los que miran a los lobos sin envidia, los engatusados por genealogía, los descendientes de las derrotas, los tataranietos de los colmos, los que se apagan en silencio, los que jamás entrarán al club Regatas, los carne de cañón, los cargadores, los últimos que jamás serán los primeros, los que están al medio de las colas en los hospitales públicos, los que ya no tienen mejilla que ponerle a la infamia, los que conservan la esperanza tomando un kirma aguado en la mañana, las mujeres que se quedaron tan solas como al comienzo, los hombres que lo perdieron todo, los que se creen poco y valen mucho, los que leen sin anteojos de cerca siendo présbitas, los que bajan desolados las escaleras del poder judicial, los que no aceptan que todo siga igual aunque todo siga igual desde que nacieron, las dulces mujeres que toman una sopa knorr sirviéndose de los bordes del plato, los palestinos que sólo saben de metralla.
Hemos creado un mundo donde el éxito, determinado por un consenso por lo general imbécil, es la meta y donde el fracaso es una fosa común para todos los demás. Si alguien es demasiado crítico, o demasiado creativo, o demasiado loco, o demasiado preguntón, es rechazado por los empleadores de mayor cuantía. Y esto es así porque eso de la era de la información es un cuento de chino opiómano. Al contrario: mientras más reduccionista sea tu cultura, mientras menos informado estés, mientras más ignorancias contengas, mientras más prejuicios te dominen, te irá mejor en la "era de la información".
De allí el divorcio entre tecnología y humanidad, entre innovación y valores. Nos llenan de artefactos inútiles para distraernos mientras lo mejor del esfuerzo técnico se desarrolla en laboratorios de la muerte. Cómo matar más rápido y económicamente, cómo diezmar sin bajas propias, cómo devastar sin esperar respuesta: tales son las metas científicas a las que se les dedica la mayor cantidad del dinero que los Estados Unidos imprime con cada vez más impunidad fiscal.
De tal modo que me pregunto: en un mundo donde la mayor parte de los libros son prescindibles, donde la literatura preferida es la de los aeropuertos, donde la ciencia mayor se dedica a perfeccionar el crimen, donde el desarrollo produce desempleo y la globalización mata las singularidades, en ese mundo que desprecia a sus mejores mentes y adora a Shakira, en ese mundo mandado hacer por idiotas belicosos, ¿qué es éxito y qué es fracaso?
¿Será un éxito adocenarse en una corporación de grandes sueldos?
¿Será fracaso ser consecuente con lo que se piensa y ser relegado?
¿Será éxito decirle sí a Bush y a los suyos?
¿Será fracaso ser apaleado a las puertas del Banco Mundial?
¿Será éxito ser como esos columnistas liberales a los que no les cabe ni la menor duda?
¿Será fracaso cuestionar ese fandango?
¿Será éxito ser una callejera del periodismo y subirse a todos los carros del poder?
¿Será fracaso ser despedido por los callejeros del periodismo por reservarse una opinión?
¿Será éxito no tener compasión?
¿Será fracaso llorar a solas por las ballenas que los japoneses siguen matando?
19 de agosto de 2006
Extraído de "Hildebrandt en sus trece"
El éxito suele ser el espejismo del hoy. Muchísimos fracasos son la posteridad del mañana.
Vallejo no solo murió en la miseria sino también en el ninguneo. Un gramo de la fama de Clemente Palma hubiera querido el cholo Vallejo en el París con aguacero y pescuezos de pollo como cena.
¿Y quién es Clemente Palma? Un célebre devorado por el tiempo, una estatua de arena.
¿Y quién es Augusto Aguirre Morales, el de "El pueblo del sol"? Una posteridad de serpentinas que el tiempo se llevó.
¿Y quiénes son Lora o Sassone, titanes literarios de su ayer?
El éxito es un malentendido y el fracaso, un veredicto oscuro.
Por eso yo aprecio a los que no salen en la tele, donde salen los que no tienen que decir aunque lo digan de modo inmejorable.
Amo los tímidos y a los que jamás serán molestados por un autógrafo.
Siento una infinita ternura por los tartamudos, los que agachan la mirada ante la agresividad, los que no encuentran las palabras para declararse a a la mujer que los sobresalta, los despedidos de turno, los desheredados de terno lustroso, los que pudiendo gritar de rabia hallan la calma, los que miran a los lobos sin envidia, los engatusados por genealogía, los descendientes de las derrotas, los tataranietos de los colmos, los que se apagan en silencio, los que jamás entrarán al club Regatas, los carne de cañón, los cargadores, los últimos que jamás serán los primeros, los que están al medio de las colas en los hospitales públicos, los que ya no tienen mejilla que ponerle a la infamia, los que conservan la esperanza tomando un kirma aguado en la mañana, las mujeres que se quedaron tan solas como al comienzo, los hombres que lo perdieron todo, los que se creen poco y valen mucho, los que leen sin anteojos de cerca siendo présbitas, los que bajan desolados las escaleras del poder judicial, los que no aceptan que todo siga igual aunque todo siga igual desde que nacieron, las dulces mujeres que toman una sopa knorr sirviéndose de los bordes del plato, los palestinos que sólo saben de metralla.
Hemos creado un mundo donde el éxito, determinado por un consenso por lo general imbécil, es la meta y donde el fracaso es una fosa común para todos los demás. Si alguien es demasiado crítico, o demasiado creativo, o demasiado loco, o demasiado preguntón, es rechazado por los empleadores de mayor cuantía. Y esto es así porque eso de la era de la información es un cuento de chino opiómano. Al contrario: mientras más reduccionista sea tu cultura, mientras menos informado estés, mientras más ignorancias contengas, mientras más prejuicios te dominen, te irá mejor en la "era de la información".
De allí el divorcio entre tecnología y humanidad, entre innovación y valores. Nos llenan de artefactos inútiles para distraernos mientras lo mejor del esfuerzo técnico se desarrolla en laboratorios de la muerte. Cómo matar más rápido y económicamente, cómo diezmar sin bajas propias, cómo devastar sin esperar respuesta: tales son las metas científicas a las que se les dedica la mayor cantidad del dinero que los Estados Unidos imprime con cada vez más impunidad fiscal.
De tal modo que me pregunto: en un mundo donde la mayor parte de los libros son prescindibles, donde la literatura preferida es la de los aeropuertos, donde la ciencia mayor se dedica a perfeccionar el crimen, donde el desarrollo produce desempleo y la globalización mata las singularidades, en ese mundo que desprecia a sus mejores mentes y adora a Shakira, en ese mundo mandado hacer por idiotas belicosos, ¿qué es éxito y qué es fracaso?
¿Será un éxito adocenarse en una corporación de grandes sueldos?
¿Será fracaso ser consecuente con lo que se piensa y ser relegado?
¿Será éxito decirle sí a Bush y a los suyos?
¿Será fracaso ser apaleado a las puertas del Banco Mundial?
¿Será éxito ser como esos columnistas liberales a los que no les cabe ni la menor duda?
¿Será fracaso cuestionar ese fandango?
¿Será éxito ser una callejera del periodismo y subirse a todos los carros del poder?
¿Será fracaso ser despedido por los callejeros del periodismo por reservarse una opinión?
¿Será éxito no tener compasión?
¿Será fracaso llorar a solas por las ballenas que los japoneses siguen matando?
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