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miércoles, 15 de abril de 2020

Los dos mercados



La familia y la escuela funcionan, de modo inseparable, como los lugares en que se constituyen, por el propio uso, las competencias juzgadas como necesa­rias en un momento dado del tiempo, y como los lugares en los que se forma el precio de esas competencias, es decir, como los mercados que, mediante sus san­ciones positivas o negativas, controlan el resultado, consolidando lo que es "aceptable", quitando valor a lo que no lo es, condenando a perecer a las disposiciones desprovistas de valor, cosas poco serias que "caen como una losa" o que, siendo "de recibo", como suele decirse, en otros medios, en otros mercados, aquí parecen "desplazadas" y no suscitan sino vergüenza o reprobación -por ejemplo, citas latinas que hacen parecer "ridículo" o "pedante", etc- o dicho de otra forma, la adquisición de la competencia cultural es inseparable de la adquisición insensible de un sentido de aplicación productiva de las inversiones culturales que, al ser producto del acoplamiento a las posibilidades objetivas de hacer valer la competen­cia, favorece la adaptación anticipada a esas posibilidades, y que es ella misma una dimensión de una relación con la cultura, próxima o distante, desenvuelta o reve­rente, mundana o académica, forma incorporada de la relación objetiva entre el lugar de adquisición y el "hogar de los valores culturales". Hablar de sentido de aplicación productiva como se habla del sentido de las conveniencias, o del sentido de las limitaciones, es indicar con claridad que al recurrir por necesidades de objetivación a términos tomados del léxico económico en absoluto se quiere suge­rir que, como implica -sín duda equivocadamente- el uso ordinario de estos con­ceptos, las conductas correspondientes estén orientadas por el cálculo racional de la maximización de los beneficios. Si la cultura es el lugar por excelencia del desconocimiento es porque, al engendrar unas estrategias objetivamente ajustadas a las posibilidades objetivas de beneficio de las que es producto, el sentido de la aplicación productiva asegura unos beneficios que no tienen necesidad de ser bus­cados como tales, y proporciona así a quienes tienen la cultura legítima como segunda naturaleza un beneficio suplementario, el de ser vistos y verse a sí mismos como perfectamente desinteresados y perfectamente puros de cualquier utilización cínica o mercenaria de la cultura. Es decir, que el término de inversión, por ejem­plo, debe ser entendido en el doble sentido de inversión económica -lo que objeti­vamente siempre es, aunque no sea reconocido como tal- y en el sentido de inver­sión afectiva que le da el psicoanálisis o mejor aún, en el sentido de illusio, cre­encia, involvement, compromiso con el juego que es producto del juego y que produce el juego. El aficionado al arte no conoce otra guía que su amor al arte y cuando se encamina, como por instinto, hacia lo que en cada momento hay que amar, a la manera de esos hombres de negocio que hacen dinero incluso cuando no lo buscan, no obedece a ningún tipo de cálculo cínico sino a su simple placer, al sincero entusiasmo que en estas materias constituye una de las condiciones del éxito de las inversiones. Así por ejemplo, es cierto que el efecto de las jerarquías de legitimidad (jerarquía de las artes, de los géneros, etc.) puede ser descrito como un caso particular del efecto de labeling (imposición de etiquetas verbales), bien conocido por los psicólogos sociales: igual que la idea que se fabrica de un rostro cambia según la etiqueta étnica que se le atribuya", el valor de las artes, de los géneros, de las obras, de los autores, depende de las marcas sociales que en cada momento se les adjudica (por ejemplo el lugar de publicación, etc.). No es menos cierto que el sentido de la inversión cultural, que lleva a amar siempre y siempre sinceramente lo que es preciso amar y sólo aquello, puede ayudarse con el incons­ciente desciframiento de los innumerables signos que dicen en cada momento lo que hay que hacer o no hacer, lo que hay que ver o no ver, sin estar nunca explícitamente orientados por la búsqueda de los beneficios simbólicos que aquél procura. La competencia específica (en música clásica o en jazz, en teatro o en cine, etc.) depende de las oportunidades que ofrecen, de modo inseparable los diferentes mercados -familiar, escolar o profesional para su acumulación, su eje­cucion y su valorizacion, es decir, del grado en el que favorecen la adquisición de esta competencia con la promesa y la seguridad de unos beneficios que constituyen otros tantos refuerzos e incitaciones para nuevas inversiones. Las posibilidades de utilizar y "rentabilizar" la competencia cultural en los distintos mercados contribu­yen en particular a definir la propensión a las inversiones "escolares" y a las a veces llamadas "libres" porque, a diferencia de las que organiza la escuela, parecen no deber nada a las coacciones o a las incitaciones de la institución.

La competencia es tanto más imperativamente exigida y tanto más "grati­ficante" , y la incompetencia tanto más rigurosamente sancionada y tanto más "cos­tosa", cuanto mayor es el grado de legitimidad de un determinado campo'". Pero esto no basta para explicar el hecho de que cuanto más se va hacia los campos más legítimos, más importantes son las diferencias estadísticas asociadas con el capital escolar, mientras que cuanto más se va hacia los campos menos legítimos, que los menos informados creen que están abandonados a la libertad de gustos y colores -como la cocina o la decoración del hogar, la elección de amigos o del mobiliario-­ más se ve crecer la importancia de las diferencias estadísticas ligadas con la trayec­toria social (y con la estructura del capital), ocupando una posición intermedia los campos en vía de legitimación, como son la canción llamada "intelectual", la fotografía o el jazz. También aquí, en la relación entre las propiedades del campo (en especial las posibilidades de sanciones positivas o negativas que ofrece "como media" para cualquier agente) y las propiedades del agente es donde se determina la "eficacia" de dichas propiedades: por eso la propensión a las inversiones "libres" y el campo hacia el cual se orientan estas inversiones dependen, rigurosamente, no de la tasa "media" de beneficios proporcionada por el dominio considerado, sino de la tasa de beneficio que éste promete a cada agente o a cada categoría particular de agentes en función del volumen y de la estructura de su capital.

La jerarquía de las tasas "medias" de beneficio se corresponde, grosso modo, con la jerarquía de los distintos grados de legitimidad, proporcionando una fuerte cultura en materia de literatura clásica o incluso vanguardísta -tanto en el mercado escolar como en cualquier otra parte- unos beneficios "medios" superio­res a los que proporciona una fuerte cultura en materia cinematográfica o, afortio­ri, en materia de cómics, de novela policíaca o de deportes; pero los beneficios  específicos, y por tanto las propensiones a la inversión que ellos imponen, sólo se definen en la relación entre un dominio determinado y un agente particular, carac­terizado por sus propiedades particulares. Así, por ejemplo, aquellos que deben lo esencial de su capital cultural a la Escuela, como los maestros y los profesores originarios de las ciases populares y medias, se muestran particularmente sumisos a la definición escolar de la legitimidad y tienden a proporcionar sus inversiones, de manera muy estricta, al valor que la Escuela reconoce en los diferentes dominios. Al contrario, unas artes medias como el cine y el jazz y, más aún, los comics, la ciencia-ficción o la novela policíaca, están predispuestas a atraer las inversiones, ya sea de quienes no han logrado por completo la reconversión de su capital cultural en capital escolar, ya sea de quienes, no habiendo adquirido la cultura legítima según el modo de adquisición legítimo (es decir, mediante una familiarización  precoz), mantienen con ella una relación objetiva y/o subjetivamente desafortuna­da: estas artes en vía de legitimación, que los grandes poseedores de capital escolar desdeñan u olvidan, ofrecen un refugio y una revancha a aquellos que, al apropiár­selas, hacen la mejor aplicación productiva de su capital cultural (sobre todo si éste no está escolarmente reconocido en su totalidad), atribuyéndose el mérito de po­ner en duda la jerarquía establecida de legitimidades y beneficios. Dicho de otra manera, la propensión a aplicar a las "artes medias" una disposición ordinariamen­te reservada a las artes legítimas -por ejemplo, la que mide el conocimiento de directores cinematográficos- depende mucho menos del capital escolar que de una relación global con la cultura escolar y con la escuela, que a su vez depende del grado en el que el capital cultural poseído se reduce al capital adquirido en la escuela y reconocido por la escuela. (De esta forma es como los miembros de la nueva pequeña burguesía que, aunque hayan heredado un capital cultural más importante, poseen más o menos el mismo capital escolar que los maestros, tienen un conocimiento de los directores cinematográficos muy superior al de éstos, mien­tras que conocen peor a los compositores). En realidad, nunca es posible escapar por completo a la jerarquía objetiva de las legitimidades. Dado que el sentido y el valor mismos de un bien cultural varían según el sistema de bienes en el que se encuentran insertos, la novela policíaca, la ciencia ficción o los comics pueden ser unas propiedades culturales muy prestigiosas como manifestaciones de auda­cia y libertad, o, por el contrario, pueden ser reducidas a su valor ordinario, se­gún que estén asociadas a los descubrimientos de la vanguardia literaria o musical, o que se reúnan entre ellos, formando entonces una constelación típica del "gusto medio" y apareciendo así como lo que son, simples sustitutivos de los bienes le­gítimos.

PIERRE BORDIEU
La Distinción
1979

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

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es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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