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jueves, 10 de septiembre de 2020

¿Cómo el Hardcore devino en Post Rock Yankee?


"Me gusta el ruido, me gusta el ruido brutal que me hace girar la cabeza. Quiero sentir que me atraviesa como una jodida sacudida. Estamos tan arruinados y aplastados por nuestra patética existencia que lo necesitamos como una solución" STEVE ALBINI


... Tres aspectos del hardcore, especialmente, iban a ser clave para el desarrollo de un post-rock estadounidense. El primero fue la comunidad. Fueron los propios músicos, más los que sentían fuertes lazos con la escena, que no solo crearon sino que controlaron, ya fuera la distribución de discos y casetes, la autoedición de fanzines o la realización de conciertos. "Esa comunidad [de fanzines] es parte de lo mismo", dice Jeff Mueller de Rodan. "Hice algunas revistas realmente malas cuando estaba en la escuela secundaria. Realmente, realmente horribles. Apenas vale la pena mencionarlas, pero sé que cuando las hicimos, fue bueno poder ejercitar esos músculos. Saca algo de ti que de lo contrario, no podría hacerlo ".

Se desarrolló una red subterránea. La integridad personal era clave (si las bandas tenían atorrantes o divas, se corría la voz rápidamente), y hubo un debilitamiento deliberado de cualquier tipo de "calidad de estrella" en el escenario. La estridente democracia de la estructura de la banda vista en el hardcore fue solo un pequeño paso alejado de la destrucción explícita de la jerarquía que fue una característica común del post-rock.

El segundo fue un localismo orgulloso, que a menudo se extendía a la apropiación de espacios vacíos o infrautilizados para ensayos, conciertos y reuniones. Durante finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, en las ciudades post-industriales con problemas, las propiedades abandonadas eran comunes. Existía como la sensación de que el pasado reciente había sido destruido, se podía forjar un futuro en tierras baldías. De todos modos, las bandas de hardcore a menudo eran demasiado extremas para los clubes existentes y la audiencia era pequeña; era fácil convertir una necesidad en virtud a la hora de recuperar el espacio urbano.

El tercero fue la sensación de que las declaraciones políticas líricas abiertas eran menos importantes que un hilo contra el sistema, uno fuerte como la cuerda de un piano. Así, la música en sí y su actitud hicieron que cada pista fuera intrínsecamente hardcore y anti-rock, lo reflejaran o no sus palabras (aunque a menudo lo hacían). El post-rock llevó estos principios básicos más allá. Muchas, si no la mayoría, de las bandas de post-rock tenían una perspectiva política, pero se desviaron de la expresión obvia de la misma. Los tracks eran políticos al hacerlos; las letras, si es que lo fueran, no serían didácticas.

Como cualquier género, el hardcore tenía un arco. "Todo lo [hardcore] se propuso ser en términos de independencia y libertad se convirtió rápidamente en una fórmula y un libro de reglas -cómo vestirse, sonar, actuar- [que] ya no era divertido", Jesse Malin de Heart Attack, con sede en Nueva York, dijo en 2010. Cuando el hardcore no podía ser más corto y más rápido, una forma de salir era hacerse más largo y más lento. La segunda cara del álbum de 1984 de Black Flag "My War" consta de tres pistas de más de seis minutos de lodo; el EP "The Process of Weeding Out" del año siguiente es una rutina totalmente instrumental influenciada por el jazz, diseñada para "weed out"/"eliminar" a los fanáticos de Black Flag que solo deseaban escuchar adrenalina.


JEANETTE LEECH
Fearless. The making of post-rock.

2016




How hardcore became yankee post-rock?

"I like noise, I like big-ass vicious noise that makes my head spin. I wanna feel it whipping through me like a fucking jolt. We're so dilapidated and crushed by our pathetic existence we need it like a fix" STEVE ALBINI


 ... Three aspects of hardcore, especially, were to be key to the development of an American post-rock. The first was the community. It was the musicians themselves, plus those who felt strong ties to the scene, that not only created but controlled, whether it was the distribution of records and cassettes, the self-publication of fanzines, or putting on gigs. "That [fanzine] communithy is part of the same thing," says Jeff Mueller of Rodan. "I made some really bad magazines when I was at high school. Really, really awful. Barely worth mentioning, but I know that when we made those, it was nice to be able to exercise those muscles. It gets something out of you that you might not otherwise be able to do."

An underground network developed. Personal integrity was key (if bands contained assholes or divas, word quickly spread), and there was a deliberate undermining of any kind of "star quality" onstage. The strident democracy of band structure seen in hardcore was only a small step removed from the explicit undoing of hierarchy that was a common feature of post-rock.

The second was a proud localism, which often extended to commandeering vacant or underused spaces for rehearsals, gigs, and gatherings. During the late 1970s and early 1980s, in troubled post-Industrial cities, abandoned properties were common. As there was a sense that the recent past had been destroyed away, a future could be forged in wastelands. Anyway, hardcore bands were often too extreme for existing clubs, and the audience was small; it was easy to make a virtue out of a necessity when reclaiming urban space.

The third was a sense that overt lyrical political statements were less important than an anti-establishment thread, one strong as piano wire. Thus the music itself, and its attitude, made each track intrinsically hardcore and anti-rock, whether or not its words reflected it (although they often did). Post-rock took this baseline principles further. Many, if not most, post-rock bands had a political outlook, but they veered away from obvious expression of it. Tracks were political by doing; lyrics, if they were at all, would not be didactic.

Like any genre, hardcore had an arc. "Everything [hardcore] set out to be in terms of independence and freedom quickly became such a formula and a book of rules -how to dress, to sound, to act- [that] it wasn't funny anymore", Jesse Malin of the New York-based Heart Attack said in 2010. When hardcore couldn't get shorter and faster, a way out was to get longer and slower. The second side of Black Flag's 1984 album "My War" consists of three six-minute-plus sludge tracks; the following year's "The Process of Weeding Out" EP is an all-instrumental jazz-influenced grind, designed to "weed out" Black Flag fans who desired only to hear adrenalin trash.


JEANETTE LEECH
Fearless. The making of post-rock.

2016

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barbarismos

barbarismos
El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

las cosas como son

las cosas como son II

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