O CÓMO REMATAR UN PAÍS EN TIEMPOS ANTIPATRIARCALES Y DECOLONIALES.
En una de mis pesquisas en el buscador de Google usando el término "Perú Avantgarde" me apareció este artículo del New York Daily News en donde se pone en vitrina a Lima como nuevo point para hipsters globalizados. En el texto, del 2013, mencionan al Westin de San Isidro como uno de los hitos del renacer de la capital peruana, junto a eventos como Lima Fashion Week -impregnados del aura de Kate Moss y Gene Simmons-, una ciudad que ha dejado atrás el terrorismo, y que si bien aún ostenta pobreza por doquier, posee 3 distritos claves: Miraflores, San Isidro y, sobre todo, Barranco.
Es de notar la presencia en la nota de nombres como Andrea Llosa, Susana Baca, Grimaldo del Solar de Novalima y Gastón Acurio junto a las líneas de Nazca, el Puente de los Suspiros o el Cerro San Cristóbal. Todo bien oleado y sacramentado por los estándares de la gentrificación e hipercultura. Del comercio. Se me ocurre proyectar qué o quiénes de nosotros, hablo de la escena de vanguardia peruana, podrían ingresar en este roster de Embajadores de la Marca Perú. Del todo fluye y nada cambia. Ustedes nómbrelos.
En un Perú donde caucasoides andinizan sus apellidos para marketearse mejor, al paso que el hombre-masa transita desde el alba atacado por el morbo y la estupidez y axiomas como "¿de qué colegio eres?" reflejan la mentalidad del ciudadano promedio, no es de extrañar que surjan panfletos de esta guisa. Una invitación a conocer este país como se venderían réplicas de Lawrence de Arabia + Sex & the city. Después de todo, para ocultar lo que no quiere ser visto están las fuerzas del "orden", nunca tan ponderadas, como recordaremos cuando Bush visitó a Toledo aquel 2002.
Me rebelo ante la idea que se asocie "vanguardia peruana" a esto. ¡Santa simplicidad!
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