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lunes, 11 de julio de 2022

América según Bolívar



POR HÉCTOR BÉJAR

Carlos V se llenó de guerras y problemas en vez de construir un imperio cristiano universal. Sus sucesores heredaron un aparato inviable que solo sirvió para enriquecer más a los banqueros que habían sido socios de Carlos y a nuevos banqueros que llegaron después. El sistema no funcionó. El imperio cristiano universal se convirtió en imperio español. La separación de razas se convirtió en mezcla de razas. La discriminación por sangre hizo que los postergados se alojasen en lugares secundarios pero claves del aparato, el ejército y el comercio menor, desde los cuales conspiraron para hacerse lugar haciendo saltar la cúpula metropolitana debilitada por la invasión napoleónica. Una combinación de  impasse económico del sistema e intervención extranjera: la inglesa comercial y la francesa intelectual y militar, terminaron trayendo abajo el mundo imperial.

Un grupo muy pequeño pero consistente de líderes de los sectores postergados de este sistema, a los que llamaríamos después libertadores, quiso hacer realidad otra utopía: la unidad continental de los pueblos de América con un gobierno de los sabios y justicia para los indios, aboliendo la esclavitud. Una vasta región libre con un monarca inca que sustituya al imperio desechado de los borbones. O una confederación de repúblicas gobernadas por aristocracias de la moral y la sabiduría. 

Para realizar su proyecto hicieron la guerra con las técnicas que aprendieron en la metrópoli, el dinero prestado por los banqueros ingleses y los soldados que pudieron reclutar en Irlanda, Escocia, los llanos venezolanos, las serranías andinas y las haciendas de esclavos. 

Fue una verdadera epopeya aquella que realizaron desde Buenos Aires y Caracas. Aprovechando la crisis del imperio consiguieron la separación americana de España separación que, en el caso de los criollos, fue también un desmembramiento cultural y emocional de una realidad social de la cual ellos eran una prolongación. Pero esa prolongación no podía echar raíces en un mar social que era indio y africano. Se agotaron en lo cultural. No pudieron construir en lo  político. Se agotaron militarmente en una guerra de quince años, desde 1810 a 1824. 

Mariano Moreno (probablemente) y Bernardo Monteagudo fueron asesinados. Los hermanos Carrera y Manuel Rodríguez fueron fusilados. Bolívar murió enfermo, amenazado de muerte, echado del Perú y Colombia, abandonado por Venezuela y Ecuador. San Martín tuvo que partir a un largo y amargo exilio, también apartado por quienes le sucedieron. O´Higgins tuvo que correr al Perú buscando refugio. Sucre fue ultimado por sus ex compañeros de armas. Simón Rodríguez murió aislado y olvidado en Amotape, en el polvoriento norte del Perú. Manuelita Sáenz acabó en la miseria en Paita y sus restos fueron arrojados a la fosa común.

Triste final, pero revelador. Los localismos, los nacionalismos, las intrigas de ocasión, las rivalidades, triunfaron sobre la idea de América. Federales en Argentina, separatistas en Bolivia, Colombia y Ecuador, el fraccionamiento pasó a ser desde entonces la ley histórica del continente y siempre pesó más que los esfuerzos o ideales de integración. 

Los obstáculos geográficos, las dificultades de comunicación, las distancias culturales, los abismos entre riqueza y pobreza hicieron lo suyo: también explican la no realización de la utopía. El largo paréntesis de mestizaje, interculturalidad y anomia que separa aquella utopía sepultada de su probable renacimiento en un futuro impredecible.

Los españoles nacidos en América fueron hijos de la casualidad, nacidos en países con los que nunca terminaron de identificarse, víctimas de discriminaciones que veían injustas por parte de la que hubiesen querido que fuese su patria, España. A pesar suyo, eran blancos de segunda clase. Eran españoles americanos, es decir tenían un nombre y un apellido que los señalaba como especiales; una identificación que no correspondía al territorio que pisaban: la  «España» de ultramar; aspiraban a ser parte de una identidad, la hispana peninsular, que no los aceptaba ni era la suya. Con excepción de los próceres jacobinos que tomaron las armas para luchar por la independencia convocando a mestizos, negros e indios (estos líderes fueron excepciones de un sentimiento general), tenían a menos a las castas por impuras y a los indios, por ignorantes y sucios. Nunca, hasta bien entradas las repúblicas independientes, dejaron su hispanismo. Habitantes urbanos en una época de ciudades minúsculas, desconocían tanto el país que pisaban, como la  patria lejana de sus padres y abuelos. Sabían que su lugar en el sistema sería siempre el de segundones. No conocían la técnica de gobernar porque nunca habían gobernado. Con el tiempo, fueron sin embargo los gobernantes herederos de los  libertadores, aquellos que decidieron la suerte de nuestros países durante las décadas republicanas. Encontraron al fin su lugar prominente en la república y la construyeron a la imagen de sus limitaciones mentales y culturales, de sus prejuicios e intereses. Las repúblicas fueron una proyección de sus conflictos, limitaciones y prejuicios. En México y la región andina prolongaron la dominación sobre los indios  aboliendo las garantías que, para ellos, estableció la Corona. En Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, continuaron la conquista que los españoles empezaron, hicieron su propia guerra con similar fanatismo (esta vez la religión positivista) y crueldad; y fundaron el sistema republicano sobre el genocidio. Las repúblicas del XIX fueron la prolongación de la conquista del XVI.

Se puede separar los quince años de guerras de independencia, del resto de la historia que continuó en América hasta hoy. ¡Qué período tan breve! ¡Solo quince años! Fueron resultado de la acción de un grupo muy compacto de líderes que combinaban la preparación intelectual ilustrada, excepcional para su tiempo, su conocimiento del mundo también excepcional (el de Francisco de Miranda es el caso más notable pero no el único) su experiencia en el ejército de la Corona y las acciones de armas que fueron realizando en las campañas libertadoras. Tenían ideas. Compartían un proyecto. Pero estaban lejos de las bases sociales consolidadas por la dominación española; y de sus propios seguidores inmediatos que procedían directamente de la realidad social colonizada. La realización de la utopía tropezó con  inmensas barreras geográficas; con enormes dificultades de comunicación; y con grandes brechas culturales. Pero lo importante es dejar bien claro que la utopía y el proyecto existieron a pesar que han sido ignorados por las generaciones  posteriores.

La perspectiva continental y global de los líderes de la emancipación sobrepasó la visión localista de quienes los secundaron. Consiguieron liderar a sectores importantes de la sociedad americana en la guerra contra España, pero no pudieron mantener ese liderazgo y sucumbieron ante las visiones localistas, federalistas y nacionalistas de sus jefes de segundo nivel que se convirtieron después en los caudillos que sumieron a nuestros países en un ciclo de guerras civiles llevadas a cabo por intereses pero no por ideas ni principios. Quedaron el poder, la riqueza y la guerra, puros y simples. 

Esta visión continúa y no ha sido superada.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

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es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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