A decir verdad, el neoliberalismo, y el postfordismo antes de aquel, han resultado mucho más devastadores para la clase obrera estadounidense negra. En 1970, más de dos tercios de las personas trabajadoras negras de las ciudades tenían puestos de trabajo en la industria y en la construcción. En 1987, la cifra había caído a un 28 %. Además del aumento del desempleo y del subempleo, los barrios negros de clase obrera y pobre se vieron duramente afectados por los recortes neoliberales de la escuela pública, los servicios públicos y las prestaciones sociales y por la imposición de duras sentencias por delitos sin violencia.
La combinación de todo ello se tradujo en una economía de narcotráfico y bandas, una tasa de encarcelamiento negro catastrófica y un abismo creciente entre las posibilidades de una pequeña clase media negra y el abandono social, económico y político del resto de la población afroamericana. Esta devastación constituye el pasto de las promesas rotas, no el del rencor nostálgico por la supremacía o los derechos perdidos, o el de imagos políticos y sociales aplastados del yo, de la raza y la nación.
Claramente, la reacción blanca contra el destronamiento socioeconómico a causa de la política económica neoliberal y de lo que la propia Marine Le Pen denominó la «globalización salvaje» está descontrolada en toda la región euroatlántica, donde los habitantes blancos de clase obrera y de clase media que se enfrentan a una reducción de su acceso a ingresos, vivienda, colegios, pensiones y futuros decentes se han levantado en rebelión política contra los oscuros usurpadores imaginados y también contra los cosmopolitas y las élites a quienes consideran responsables de abrir de par en par las puertas de sus naciones y tirarles por la borda. Hasta aquí lo que sabemos. Pero, ¿cuál es la forma política de esta ira y de su movilización? Los viejos términos que se suelen difundir para describirla (populismo, autoritarismo, fascismo) no captan adecuadamente la extraña mezcla de belicosidad, desinhibición y una combinación antidemocrática de desenfreno y apoyo del estatalismo en las formaciones políticas y sociales actuales. Tampoco identifican los elementos específicos de la razón neoliberal (un alcance extendido de lo privado, una desconfianza en lo político y una desautorización de lo social, que en su conjunto normalizan la desigualdad y destripan la democracia) que configuran y legitiman estas pasiones políticas blancas e iracundas de derechas. Y no captan el nihilismo profundo que convierte los valores en juguetes, resta toda importancia a la verdad y hace del futuro una cuestión de indiferencia o, peor, un objeto inconsciente de destrucción.
En lo que sigue, exploraré esta coyuntura desde un solo punto de vista: ¿qué genera las dimensiones antipolíticas, libertarias y autoritarias de la reacción popular de derechas de la actualidad? ¿Qué nuevas iteraciones y expresiones de libertad se han forjado a partir de la combinación de la razón neoliberal, el agraviado poder masculino blanco, el nacionalismo y el nihilismo declarado? ¿Cómo se ha convertido la libertad en la carta de presentación y la energía de una formación tan manifiestamente antiemancipatoria que, de hecho, suele caracterizarse por pregonar la «democracia iliberal» en sus ataques contra la igualdad de derechos, las libertades civiles, el constitucionalismo y las normas básicas de la tolerancia y la inclusión, en sus afirmaciones del nacionalismo blanco, el estatalismo fuerte y los líderes autoritarios? ¿Cómo y por qué se han fusionado en nuestro tiempo la libertad y el iliberalismo, la libertad y el autoritarismo, la libertad, la exclusión social y la violencia social legitimadas? ¿Cómo ha desarrollado esta fusión un atractivo y una cierta legitimidad en antiguas naciones liberal-democráticas? Este ensayo no ofrece la genealogía que respondería íntegramente a estas preguntas, pero presenta una primera incursión. Sigue varios afluentes históricos y se basa en el improbable trío teórico de Friedrich Hayek, Friedrich Nietzsche y Herbert Marcuse: Hayek para dar cuenta de la racionalidad política de nuestra época, Nietzsche y Marcuse para entender la agresividad rencorosa, desinhibida, antisocial y nihilista que está estallando en su seno.
WENDY BROWN
El Frankenstein del neoliberalismo. Libertad autoritaria en las «democracias» del siglo XXI
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