Volvamos al tema Tortoise. ¿Existía el rock después del rock? A mediados de los noventa, nació una nueva etiqueta, el post-rock, que intentaba definir la música improvisada y las soluciones libres de las propuestas más arriesgadas. Y ahí entraban manifiestos aislacionistas, espacios cinematográficos, ambientes paisajistas, slowcore, dub, jazz... Tortoise se convirtieron en los más populares de ese movimiento, una especie de polémico cajón de sastre sin normas fijas. En 1996, Rockdelux eligió su “Millions Now Living Will Never Die” mejor álbum del año... empatado con el “Roots” de Sepultura. Presentamos la crítica del disco que escribió entonces Gerardo Sanz. Este álbum de Tortoise fue seleccionado después entre los mejores CDs de los noventa (ocupó el puesto 31 en una lista de 150 álbumes internacionales) en el extra especial dedicado a esa década editado por Rockdelux en abril de 2000.
POR GERARDO SANZ
Extraído de ROCKDELUX 128 (Marzo de 1996)
Los de “Goriri” fueron, al menos para el abajo firmante, los seis minutos y medio más reveladores de 1995. Tortoise, única banda americana (blanca) en “Macro-Dub Infection”, entregaban un remix tajante y brutal de “Gamara”, single para Duophonic y, a su vez, vampírica elongación de “His Second Story Island”, un momento especialmente inquietante de su homónimo álbum de debut. En ese corte –el mejor, por otra parte, de una compilación de referencia– abrazaban el dub como se abraza algo que no se quiere dejar escapar, digitalizando sus continuas citas a King Tubby, Scientist o Lee Perry y despejando las dudas de quienes los reducían a meros estilistas de la era post-Slint.
“Millions Now Living Will Never Die” no solo camina por esa misma senda, hábilmente desbrozada con los injertos incluidos en “Rhythms, Resolutions & Clusters” (1995), sino que se interna en un territorio más rico y permeable. La estructura molecular de “A Survey” –tres bajos solapados midiéndose las distancias– o la tensión interna –improvisaciones más o menos controladas con el vibráfono a su libre albedrío– de “Glass Museum” o “The Taut And Tame” abogan por una concepción elástica e “instrumental” del estudio que llega a sublimarse en “Dear Grandma And Grandpa”, una llamada telefónica enmarañada entre fogonazos de graves y apócopes de ambient plástico.
En efecto, lo que ha hecho de Tortoise el emblema del post-rock y, probablemente, uno de los ensembles –por cierto, el ex Slint David Pajo, también en los últimos Stereolab, cubre la baja de Bundy K. Brown– más respetables del planeta es su asombrosa capacidad para hacer reconocibles en la práctica sus presupuestos teóricos, o sea, para lanzar la piedra sin que sea necesario esconder la mano. Y así, mientras “Along The Banks Of Rivers” reivindica desde sus hechuras cinematográficas –fácil imaginar (¡vivir!) una trama a lo Barry Gifford adaptada por John Dahl– la narratividad que, por naturaleza, le está vetada, la soberbia suite inaugural se adivina como una auténtica obra maestra de escultura musical. Simulando las técnicas de mezcla de los DJs, “Djed” es un engranaje perfecto, una concatenación de sonidos en sinalefa que preserva un solo elemento –una insinuación jazzística, una andanada percusiva; un riff, un ritmo– en las transiciones, creando un crescendo continuo de apariencia reptil y efectos devastadores.
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