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miércoles, 13 de marzo de 2024

22. Post Fujimontesinismo. El podrido edificio se derrumba



Por HÉCTOR BÉJAR

De "VIEJA CORÓNICA Y MAL GOBIERNO vol II"

En el curso de siete años, las fuerzas armadas bajo la conducción de Velasco liberaron las capacidades sociales, trataron de independizar al Perú y sentaron las bases de una estructura económica nacional y un sistema político abierto a la sociedad. Morales Bermúdez expulsó a los elementos revolucionarios de las fuerzas armadas, inició la  destrucción del movimiento sindical y popular, paralizó el proceso de cambios e introdujo de nuevo al Fondo Monetario Internacional.

Belaunde devolvió los diarios y la televisión a sus antiguos dueños, inició la parcelación de las cooperativas agrarias y autorizó a los militares a violaciones, torturas y matanzas en la lucha contra Sendero Luminoso.

García regaló electricidad, agua, teléfonos y otros servicios a los empresarios y con ello quebró las empresas públicas heredadas del proceso revolucionario de 1968.

Morales Bermúdez, Belaunde y García, prepararon el terreno para que Fujimori consume la venta total del Perú al poder económico y político imperial. 

Bajo la dirección, financiamiento y tolerancia del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, Fujimori perfeccionó e integró el sistema de corrupción y crimen organizado en que se convirtió el Estado peruano durante la década 1990 – 2000. 

Cuando su propia corrupción lo hizo inviable, perdió la confianza de los Estados Unidos y los poderes internacionales que conspiraron hasta hacerlo caer en el año 2000.

Después vinieron Paniagua, Toledo, García y Ollanta. 

Paniagua perdió la gran oportunidad de dar curso a un nuevo país. Pudo declarar disueltas las fuerzas armadas, y llamar a un nuevo reclutamiento sobre limpias bases nacionales, patrióticas, institucionales. Había argumentos de sobra y respaldo político en el repudio popular a una mafia que había corrompido y prostituido las jerarquías militares. En una época en que había consenso por lograr la transparencia de los estados, pudo mostrar al Perú los archivos secretos de los servicios de inteligencia para que todos los peruanos conozcamos los protocolos oficiales que existían para la persecución y la tortura que, imitando a sus colegas del Cono Sur, los militares  aplicaron durante la década del terror. Pudo abrir el sistema político al pueblo para oxigenar y depurar la política. Pudo dedicar al Estado a recuperar los bienes robados por Fujimori, sus familiares y cómplices en todos los niveles. Pudo convocar una nueva licitación de las licencias de las emisoras de radio y televisión para erradicar a quienes habían manchado los medios de expresión con sus asquerosos manejos. Pudo convocar a una Constituyente que consagre los principios recuperados por una sociedad que hubiera renacido luego de pasar por el examen riguroso de la verdad.

En vez de eso, continuó la mediocridad que había tolerado ya no solo diez años de terror sino diez años de corrupción. La Comisión de la Verdad tuvo que actuar bajo la presión de los asesinos, los ladrones y los oportunistas que fingían cambios para no cambiar nada,. Quizá él mismo, siendo un hombre honesto, pero un viejo político de carrera, era incapaz de apreciar la dimensión de lo ocurrido. Incapaz de plantearse una alternativa de verdadero cambio. Incapaz de romper realmente con el presente y el pasado oprobioso que le tocó vivir.  

Y entonces, en las narices de un pueblo destruido por el terrorismo, confundido por el engaño, harto de las mentiras y las promesas, los sobrevivientes, cómplices y herederos del fujimontesinismo fueron colocando, uno a uno, los pisos superiores de un edificio que ya estaba carcomido desde sus cimientos.

Pero estas circunstancias no exculpan al pueblo. Sabía de sobra qué era el fujimorismo cuando defendió a Keiko Fujimori y votó por ella. Sabía quién era Castañeda cuando lo mantuvo en la alcaldía de Lima. Sabía quién era PPK cuando lo llevó a la presidencia. No se puede afirmar que el nuestro es un pueblo sin memoria. Este es un pueblo de cómplices.

Después de un Paniagua mediocre e insulso vino un pillo llamado Alejandro Toledo cuyo mayor éxito fue ligar al Perú al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, libre solo por el nombre, porque legalizaba el latrocinio de los diez años anteriores. Enseguida arribó García, el prófugo del 92, ahora converso al neoliberalismo, con sus delitos prescritos, que atizó el fantoche de la amenaza chavista para hacerse de una nueva presidencia y continuar robando mediante testaferros y cómplices ligados a él por un pacto mafioso de lealtad partidaria. 

Y después vino Ollanta, protagonista de una campaña que empezó desde el territorio del antisistema y acabó jurando por el sistema y abjurando en la Hoja de ruta, de todo lo que había dicho durante cinco años. Y al final, el país tuvo que entregarse a quien había cometido el primer latrocinio del año 1968 siendo gerente del Banco Central, cuando indemnizó de hecho y a espaldas del gobierno militar nacionalista de entonces, a la International Petroleum Co. Con Kuczynski, la serpiente de la corrupción hizo un círculo y retornó a sus orígenes, se mordió la cola

Solo parte de esa historia se conoce. Lava Jato es apenas la punta del iceberg. Una montaña de mugre y lodo yace debajo de las declaraciones judiciales, los procesos, las prisiones preliminares. Siguiendo una corriente internacional, los grandes manipuladores de la política van cayendo en la prisión, pero los empresarios siguen libres y continúan haciendo los negocios de siempre. El sistema se libera de sus elementos inviables pero continúa actuando, las hojas secas caen pero el tronco, aunque podrido, sigue de pie. Los audios y videos se usan para objetivos muy concretos, pero el aparato de espionaje de las vidas privadas, que puede ser rápidamente convertido en sistema de asesinato selectivo, continúa disfrutando de muy buena salud, a la vez que los sicarios y sicarias del periodismo y la televisión basura, son usadas por los grandes ricos cuando es necesario liquidar a los enemigos o cuando precisan ajustar cuentas entre ellos.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

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