Extraído de la Revista "Freak Out!" # 16 - Abril de 2009
Sobre el último álbum de Sigur Rós, traducible como “con un zumbido en los oídos tocamos sin parar”, debe haberse escrito ya miles de reseñas alrededor del globo. Lo que los islandeses han perpetrado este año escapa, como suele ser usual en ellos, a la finita y mundana conceptualización vía las palabras. La música, el arte por excelencia, bien se sabe, es un idioma divino, no-humano o, mejor, meta-humano, un lenguaje que nos emparenta con el Universo, ya sea a bordo de una nave de cromo circa el año 50 000 o, como en la portada de esta joya sónica, jugando cual niños en medio de un mundo que nuestra esencia nos conmina a superar.
Destaca el predominio de las cuerdas –pianos, guitarras-, la presencia del Coro del Oratorio de niños de Londres y de la London Sinfonietta –cuyo aporte se torna evidente en el track 7, “Ára Bátur”- y el pequeño peso otorgado esta vez a la labor de producción. Y no es que ahora a los Sigur Rós les apetezca flirtear con el lo-fi, de seguro bien podrían hacerlo; pero uno nota en esta obra la necesidad de comunicar sentimientos harto preciados por sus creadores, transmitir fantasía pura en un mundo tan cuadriculado como el que nos acecha. ¡El disco ha sido grabado este 2008 en el lapso de sólo 2 meses!
No puedo dejar de mencionar la exquisita, hermosa y fina voz de Jón Pór Birgisson, es ella –su voz digo- la que inyecta avasalladora personalidad angelical a las composiciones de la banda. La primera vez que escuché el disco, luego del track 5, “Festival”, ya había comprendido que Liz Fraser (Cocteau Twins) ha sido destronada inmisericordemente del sitial de honor que le perteneció antes como portadora de la voz más paradisíaca del género humano. ¡Jón de Sigur Rós es el nuevo arcángel!
Así que amigo melómano olvida todo lo que te han dicho los profes de la Universidad o el Instituto y ahogado en la realidad que estos seres nos entregan hoy despliega tus alas y nace. Después de todo los más, sí, aquellos que insisten en arruinarte, no han sido atravesados por estos “zumbidos” primordiales, ellos no saben, ni sabrán de qué estamos hablando.
Wilder Gonzales Agreda.
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