#Flashback
Por César Hildebrandt
Extraído de "HILDEBRANDT EN SUS TRECE"
Lo que más sorprende no es la
corrupción sino la hipocresía. Una sociedad podrida en su esencia, para la que
la ley es letra muerta y el prójimo un estorbo, exclama con aire de matrona
alterada:
-¡Dios
mío! ¡No me esperaba tanta inmundicia.
No me digas que no te la esperabas,
vieja caficha.
¿No eres tú la que protagonizó la
historia de la corrupción del siglo XIX, esa que Alfonso Quiroz retrató tan
meticulosamente en su famoso libro?
¿No eres tú la que perdonó al ladrón
Echenique, al ladrón Dreyfus, al ladrón Meiggs, al ladrón y traidor Prado? ¿No
fue un oficial chileno que se quedó en Lima después de deshacer la
Confederación Perú-Bolivia el que fundó “El Comercio” en 1839?
¿Y no fuiste tú, vieja caficha, la que
endiosó al canalla de Piérola tras las montoneras de 1895? ¿O me vas a decir
que tampoco fuiste tú la que hizo de la esclavitud de negros, primero, y de
chinos, después, el verdadero “milagro” agrícola peruano?
Fuiste todas esas cosas, vieja caficha,
sociedad peruana. Pero fuiste muchas cosas más.
Fuiste tú la que trató a los indios
como si fueran basura y a los cholos como si fueran subhumanos y a los ricos y
famosos como si fueran dioses del Olimpo. Oh, sí. No te hagas la loca, que para
eso está la historia.
Tú fuiste la que encumbró y más tarde
despellejó al nepótico Leguía y la que hizo de Benavides, ese adefesio de
general, el gran tutor armado de nuestra política. Y fuiste tú, cochina, la que
eligió a Manuel Prado, hijo del traidor de la guerra del guano y el salitre,
presidente de la república ( y lo hiciste dos veces). Y no puedes negar que
fuiste tú quien persiguió al Apra cuando Haya era joven y limpio su partido
quería que el Perú dejara de ser un latifundio ensangrentado. Tú, mugrienta,
hiciste de Sánchez Cerro un héroe y, más tarde, de Odría otro monumento al
sarro de la tradición.
Pero pongámonos más modernos, más
actuales, y comprobemos cómo es que no has cambiado, pelonaza. Fuiste tú quien
aplaudió a Fujimori cuando hundió en excremento al país entero –incluyendo sus
Fuerzas Armadas, su Poder Judicial, su Fiscalía, su Congreso, su prensa y su
televisión- y eres tú quien quisiera que la hija de este delincuente rematado
llegue al poder para “limpiar el apellido”.
Y eres tú, cánida, la que reeligió a
Alan García en el 2006, sabiendo lo que había hecho en 1985 y sabiendo lo que
iba a volver a hacer. Y eres tú la que reeliges, como si fuera un tic, a
Castañeda Lossio, el de Comunicore. Y fuiste tú, en tu versión comarcal y
provinciana, la que eligió a toda esa manga de ladrones que han asolado las
arcas de la regionalización. Porque la podre ha llegado al Perú profundo y hay
dudas de cómo llamar a ese fenómeno: ¿democratización de la mugre, mecanismo de
ascensión social, redistribución de la cutra?
¿Te asombra lo de Toledo, esa decepción
con cara de huaico, ese Huáscar asesinado no por Atahualpa sino por las mafias
brasileñas y su voracidad?
Debería asombrarte también que el Perú
se sostenga como país cuando aquí se roba en los municipios, en los gobiernos
regionales, en las instituciones de salud, en las universidades truchas, en la
prensa que no vende noticias sino jalea real, en la caja militar-policial, en
las AFP, en los peajes, en las APP, en los laudos arbitrales, en las
buhardillas del palacio de justicia, en los almacenes y los ministerios.
¿Te asquea lo de Toledo? Pues, sí,
tienes razón. Pero no olvides, vieja zamarra, que de ti vino eso de “roba, pero
hace” y que tus sedas sueltas y tus náuseas y tus iras no engañan a nadie. Los
ladrones de todos estos casi doscientos años de república fallida son tus
hijos, zorra.
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