31 de mayo de 2016
Remanentes (2016) ha terminado por dar forma a una suerte de revitalizante trilogía para el avant garde peruano. Perdida durante algún tiempo entre la autocomplacencia y el onanismo, entre la repetitividad insustancial y el calco facilista, dicha escena comienza a respirar otros aires merced tanto al disco de Danny Caballero (a) Paruro como al The҉ Śun ͟Rem̷ai̸ns ̛T̀he S͘am̀e̵ (2015) de Christian Galarreta (a) Sajjra y al Lima Norte Metamúsica (2014) de Wilder Gonzales Agreda.
A diferencia del Lima..., The҉ Śun... y Remanentes tuvieron sendas coberturas en este muro. La justificación es más personal que circunstancial, pero también al revés. Después de muchos años, un artista/no-artista de experimentación sónica rizaba el loop que había seducido a las huestes avant garde en la segunda mitad de los 00s, portándose con un discazo cuyos réditos propiciaban una profunda reflexión sobre sí mismo y sobre lo que sucedería con las vanguardias sonoras peruchas en adelante. Cuando dejé atrás el estupor al respecto, ya habían pasado demasiadas lunas como para echarme a reseñarle.
Pues bien, dos años se han desvanecido tras el bombazo de Lima Norte Metamúsica, y henos aquí que Wilder edita nuevo CD. Scala Mega Hertz se prodiga en minimalismos trabajados/dispuestos/presentados como si fuesen todo lo contrario: abundan, en efecto, los patrones vocales de Gonzales convertidos en filigrana rítmica. Una preeminencia de composiciones relajadas se conjura, además, para inducir a la pura, quieta contemplación/meditación de las cosas. Por contraste, el individualista tiene discos mucho más ruidosos y desestructurados, que terminan por desencajarte; pero ése es precisamente el mérito de jornadas como Scala Mega Hertz o Lima Norte Metamúsica -arreglárselas para sonar a a la vez futuristas y retro.
Porque tanto en el disco del 2014 como en el reciente, la adicción noventera queda en evidencia. Si prefiero describir el pulso de los temas de este Scala..., puedo decir que son hipnóticos, oníricos, somnolientos, hasta mántricos. Si prefiero apuntar a la materia prima usada, me vienen a la cabeza el ambient electrónico, el aislacionismo, algo de bliss y otro poco de post-rock; todas corrientes sonoras que nacieron en los 90s, que guardan relación en mayor o menor grado con el formato "tema" -pero por encima de cualquier consideración, todas ellas incubadoras de sonidos más que de canciones.
¿Es éste, entonces, un disco de vanguardia? Sí y no. Sí, porque todos los géneros aludidos no han podido ser integrados al vocabulario pop mediático, con lo que han preservado por lo menos en parte su esencia innovadora y revolucionaria. No, porque ya transcurrieron casi 20 años, y las vanguardias por definición mueren jóvenes -cinco años, como mucho, antes de comenzar a ser asimiladas. Tal es, pues, la (hasta hoy) invencible paradoja de haberse convertido la experimentación sonora en un género codificado, que desde ese mismo estatus niega la que debería ser su naturaleza -siempre cambiante, siempre un paso más allá.
A poco de cumplir ya dos décadas de labor sónica, Wilder continúa en el camino que comenzase como Fractal, al lado del colectivo Crisálida Sónica (1997). Comprobar que ha llegado a un armónico equilibrio de sus múltiples influencias, de la misma manera que Galarreta o Caballero -es decir, dos pasos para atrás y una reconsideración de aspectos elementales de la Melodía-, lo vigoriza y reinventa. Eso sí, Lima Norte Metamúsica sigue siendo mejor disco que Scala Mega Hertz -una prolongación de aquel, con las mismas variables y las sorpresas dosificadas.
HÁKIM DE MERV
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