La lenta cancelación del futuro ha sido acompañada por una deflación de las expectativas. Solo unos pocos podrían creer que el año próximo se publicará un disco tan bueno cono, digamos, Funhouse de los Stooges o There's A Riot Goin On de Sly Stone. Mucho menos esperamos una ruptura como la de los Beatles o la que produjo la música disco. El sentimiento de estar "tarde de vivir tras la fiebre del oro, es tan omnipresente como negado, Comparen el improductivo terreno del presente con la fecundidad de periodos previos y rápidamente serán acusados de "nostálgicos". Pero la dependencia que los artistas actuales tienen de los estilos establecidos hace mucho tiempo sugiere que el momento presente sufre de una nostalgia formal, de la que nos ocuparemos en breve.
No es que nada haya pasado en el periodo en el que la lenta cancelación del futuro se puso en marcha, Al contrario, estos treinta años han sido un tiempo de cambio masivo y traumático. En el Reino Unido, la elección de Margaret Thatcher terminó con los molestos compromisos del llamado consenso social de posguerra. El programa político neoliberal de Thatcher se vio reforzado por una reestructuración transnacional de la economía capitalista. El desplazamiento hacia lo que fue el posfordismo -globalización, computarización ubicua y precarización laboral- resultó en una completa transformación del modo en que se organizaban el trabajo y el ocio. Mientras tanto, en los últimos diez o quince años, Internet y la tecnología de las telecomunicaciones móviles alteraron la textura de la experiencia cotidiana hasta volverla irreconocible. Sin embargo, o quizás a causa de todo esto, hay una creciente sensación de que la cultura ha perdido su capacidad de asir y articular el presente. O podría ser que, en un sentido muy importante, ya no exista más presente susceptible de ser asido o articulado.
Consideren el destino del concepto de la música "futurista". En la música, hace rato que "futurista" ha dejado de referir a un futuro que esperamos será diferente: se ha transformado en un estilo establecido, algo así como una fuente tipográfica particular. Si se nos invita a pensar sobre lo futurista, seguramente se nos ocurrirá algo como la música de Kraftwerk, incluso si hoy es tan antigua como lo era el jazz de big band de Glenn Miller a principios de la década de 1970, cuando el grupo alemán comenzó a experimentar con sintetizadores.
¿Dónde está el equivalente de Kraftwerk en el siglo XXI? Si la música de Kraftwerk surgió de una intolerancia despreocupada a lo establecido, el momento presente está marcado por su extraordinaria capacidad de acomodarse al pasado. Más aún, la distinción misma entre pasado y presente se está rompiendo. En 1981, la década de 1960 parecía mucho más lejana de lo que parece hoy. Desde entonces, el tiempo cultural se ha plegado sobre sí mismo, y la sensación de desarrollo lineal ha dado lugar a una extraña simultaneidad.
MARK FISHER
Los fantasmas de mi vida (2018)
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