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Con “Isn’t Anything” (Creation, 88) My Bloody Valentine estallaron por fin. El dinero que Creation había puesto sobre la mesa permitió financiar un disco donde las masas de ruido y los sonidos extraños colisionaban con melodías vocales dulces y las ya clásicas letras sobre una sexualidad comprometida y poco asequible. La prensa inglesa se volcó con una banda que, rápidamente, pasó a convertirse en abanderada del shoegazer, un movimiento por el que Shields nunca ha demostrado demasiado respeto. “Todos estos grupos piensan que usamos pedales, que todo lo hacemos así”, explicaba Shields en una NME de 1991, “pero no es verdad. En el fondo somos la antítesis de todas esas bandas a las que se supone que hemos influido. No me gustan los flangers ni los delays, y apenas utilizamos la reverberación. El secreto reside en los tonos y en la ecualización”
(tomado del número 91 de la revista española GoMag, Julio-Agosto 2008)