Consciente de la arritmia, el sonido va.
Cada movimiento reproduce la vibración.
Que es tensa, por momentos agreste, sutil, cual ave planeando sobre el
océano.
Y la sangre asimila su flujo como un surco debajo del pellejo.
Puedo sentir mi corazón desbocarse.
Mi cerebro desgarrarse.
Pero bajo mi piel estoy riendo…
¡Clamor de sitio! aciaga rémora en la respiración.
Reculo dando un paso atrás ante la supuesta omnipotencia de la ciencia.
Y cuando llega el núbil silencio albo, sé que convergeré dentro del
agujero negro presto hacia la dimensión cósmica.
En el añil de la atmósfera diurna.
En el negro de la exosfera.
Dejando finalmente a mi amor existencial, ¡oh dulce gema dispar en tus
colores!
Ya no te volveré a ver… jamás. No de esta manera. Solo quedan las
ruinas de tu paso.
Y el blanco de tu humo evanescente, cual rezago de romántica guerra,
deja de servir como propósito para mis más mojados sueños.
Sin tu presencia química, arduo será conllevarlo todo.
Tal vez hasta letal.
Mientras el vuelo volverá a ser limpio e ingenuo otra vez.
Si cabe…
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ARTURO BREÑA
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