Publicado originalmente en el portal Sugar Time.
Siempre he admirado a la escena experimental limeña por ser la única región de Latinoamérica en donde el riesgo es la premisa y el proceso creativo no reconoce ningún tipo de límites, ni siquiera los que impone la tendencia imperante de un indie hipsteroso para chamacos “in” que solo quieren divertirse en el ahora o nunca. Desde los noventas, a diferencia de México, Brasil o Argentina, las vanguardias más radicales han sido del interés de toda una generación de peruanos que prefirió los sonidos vaporosos del sello a 4AD a las grungeterías existenciales de un confundido y triste Kurt Cobain. En el centro de la escena experimental limeña se mueven las placas tectónicas de un volcán en erupción permanente, toda explosión está precedida por la exploración del sonido y a sus referencias las encuentra uno navegando entre la tecnología digital, la psicodelia, el D.I.Y , el minimalismo alemán, la textura ácida del space- rock y cierta espiritualidad revolucionaria; todo junto hirviendo a fuego lento en el corazón de sus protagonistas.
Hay testimonios y el más convincente es el Wilder Gonzalez Agreda, el astronauta andino más inquieto de la escena peruana, quien desde su trinchera creativa y desde principios de los noventas se ha preocupado por difundir su propio trabajo y el de sus contemporáneos. Uno de sus esfuerzos más notables es el de la fundación del sello independiente Superpace Records, por allá del año 2003. El pretexto inicial fue reeditar el EP de su proyecto personal Avalonia (Crisálida Sónica), pero ahora, luego de más de siete años en activo y 27 lanzamientos, el pretexto es celebrar el octavo aniversario del sello con un nuevo compilado titulado de RAYMI 3.
El álbum es un aproximación mucho más localista pero acertadamente representativa del catálogo de artistas que han integrado el sello desde su nacimiento. El RAYMI 3 es un disco concreto y balanceado cuyo contenido me atrevería a clasificar en tres bloques.
Por un lado está el lado más orgánico del disco, los encargados de facturar un pop neopsicodélico pleno de ecos manchesterianos y demás hierbas, como el pachequismo groove de Pastizal, la atmósfera Durutti Columniana de Hipnoasención y los paisajes melancólicos para epílogos en color sepia del proyecto Catervas.
Por el otro lado, el segundo bloque se le atribuye a ese punto exacto en donde convergen las cascadas abstractas y los bucles hechos nudo del drone-ambient con la estructura-canción de ése algo cercano a un pop para adictos a las alturas. Ahí encontramos a The Electric Butterflies, el proyecto de Wilmer Torres y Wilder Gonzalez. Paredes y paredes de ruido, estática, nubes rozadas y gotas de vidrio. Un claro homenaje a Flying Saucer Attack. Luego de Evamuss, Christian Galarreta y Fabiola Vázquez se vuelven a ver la cara en Tica, uno de los proyectos más interesantes de la nueva avanzada limeña en el terreno experimental. Para este compilado se escogió “Corazón Xufrido” un cover a Armonia 10. Todo un lullaby estrosférico cargado de texturas torcidamente dulces. En Fractal Wilder Gonzalez encuentra el lado más sedoso y etéreo de sus mantras deshidratados. Aquí se e juntan el “Playing with fire” de Spacemen 3 y el “Paisaje III” de Silvania. Una belleza.
Por último están esos otros proyectos que no entran en ninguna clasificación anterior como es el Sound of Salomon Jedidias & Space Rock o la materialización sonora de la psicodelia andina en código futurista. La reiteración hipnótica y las estructuras bailables de un IDM enfermo son el lenguaje de Rafael Díaz; Antártika es el proyecto de Jorge Revilla (R.I.P) y también una provocación. Es el exceso dionisíaco del pop vanguardista y el glamour electrónico de medianoche. Antes de cruzar el umbral, Jorge Revilla (alias Coco Ciëlo) fue un incansable artista en constante búsqueda. Primero fue Silvania luego Ciëlo y después algunos otros como Antártika. El track es un cover en castellano de Pale Blue Eyes de los Velvet Underground. Otro de los aciertos más interesantes del disco es Leche Plus, heredero post-milenio del legado sonoro de la Crisalida Sónica y una de las cartas más fuertes de la escena. El proyecto de Jonathan Siveroni se atreve a llevar al extremo entre la obscenidad y la sofisticación el lado más narcótico de la psicodelia.
En Raymi 3, se condensa el discurso sonoro de todo un nuevo capítulo generacional en la historia de la vanguardia peruana.
Jorge Gutiérrez Ruiz
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