✍ Dante Castro
Hoy nos preguntamos por el coronavirus y hemos olvidado algunos capítulos de la historia contemporánea vinculados a las armas bioquímicas. La guerra bacteriológica y viral nos hace recordar al Antrax y el montaje hollywoodense previo a la invasión de Iraq, incluida la tragicomedia de las Torres Gemelas. Acusaron al gobierno de Saddam Hussein de fabricar armas biológicas e incluso los funcionarios de la ONU se dieron cita en Iraq para "investigar" si había plantas industriales de armamentos bioquímicos. Una farsa tan bien montada como las predicciones de Nostradamus en Discovery Channel. Recuerdo haber publicado en Caretas un breve artículo acerca de la fabricación de Antrax en EEUU por la Alianza Aria “para provocar una guerra con Medio Oriente”, según revelaron dos bioterroristas detenidos. Pero la memoria es frágil y el público ingenuo es manipulado por las grandes cadenas de noticias.
LA “GRIPE ESPAÑOLA” QUE NACIÓ EN UN CUARTEL DE BOSTON
Nadie se ha acordado, hasta ahora, en este medio, de aquella Gripe Española que causó más de 50 millones de muertos a comienzos del S. XX. ¿Por qué se le llamó Gripe Española? Solo porque España fue un país neutral en la I Guerra Mundial que publicó sin censuras el problema, hizo que la epidemia se conociese como la Gripe Española. Este país fue de los más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300.000 fallecidas.
La mitomanía se dio la mano con el cinismo para explicar el virus. Se dice que el 13 de mayo de 1917, la Virgen María apareció ante tres pastorcitos cerca al pueblo de Fátima, en Portugal. Las famosas “revelaciones” de la Virgen de Fátima a los 3 niños ha dado mucho a la especulación e incluso hubo quienes quisieron encontrar el origen de la “gripe española” en este suceso increíble. Para la mentira lo mismo daba Portugal que España y hasta se llega hoy a decir que no fue la Virgen sino “un personaje extraterrestre” quien esparció el virus. Pero al margen de la ficción religiosa, busquemos racionalmente la causa.
La Primera Guerra Mundial fue el escenario donde se practicaron por primera vez, en la era contemporánea, armas químicas contaminantes. Desde sus inicios en 1914 hubo gases y gases, casi todos ineficaces. El más efectivo de la Primera Guerra Mundial fue el gas mostaza, introducido por los alemanes en julio de 1917.
Estados Unidos entró en esta guerra en abril de 1917, pretextando su ingreso en el hundimiento del barco Lusitania por un submarino alemán, naufragio donde murieron más de un centenar y medio de ciudadanos norteamericanos.
Qué casualidad. Se detectaron los primeros casos de la Gripe Española en la base militar de Fort Riley (EEUU) el 4 de marzo de 1918. Era la primera ola de influenza en campamentos militares norteamericanos. En septiembre de 1918, la segunda ola de influenza pandémica surgió en Camp Devens, un campo de entrenamiento del Ejército de los EEUU en las afueras de Boston y en una instalación naval en esa ciudad. Esta ola devastadora llegó a su punto máximo en los EEUU entre septiembre y noviembre. Más de 100 000 personas murieron en los EEUU solamente en octubre. La tercera ola fue menos mortal en EEUU, porque cambió de escenario.
La influenza norteamericana se trasladó al viejo continente donde cobró mayor cantidad de víctimas por millones. El hacinamiento, la promiscuidad y falta de higiene en las trincheras más el traslado masivo de tropas, ayudó mucho a su expansión.
Culmina la Guerra Mundial el 11 de noviembre de 1918, día del Armisticio: nueve millones de soldados y cinco millones de civiles habían muerto, abatidos no solamente en batallas sino por las epidemias y la hambruna. Pero la epidemia que siguió cobrando víctimas masivamente era la “gripe española” que nació en un cuartel de Boston. No desaparece hasta 1920. Y nadie nos explica cómo desapareció.
CORONAVIRUS: ARMA YANQUI CONTRA EL GIGANTE ASIÁTICO
Para nadie es un secreto que el gobierno de Trump es el principal beneficiado de esta estratagema. China es un competidor eficaz y peligroso para la alicaída economía norteamericana. La única forma en que pudiera frenar a su próspero competidor era mediante la guerra, pero una Tercera Guerra Mundial entre poderosas potencias tendría un alto costo. Los monopolios y oligopolios capitalistas que operan a la sombra de Trump también están interesados en la reducción demográfica, por una extraña nostalgia malthusiana, pero pasándole la podadora de cabezas sobre la mancha amarilla: los chinos. Y pensaron en el bioterrorismo como modo más eficaz de evitarse una guerra y la condena mundial.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, publicó en Twitter un video de Robert Redfield, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., dirigiéndose a un comité del Congreso de EEUU el 11 de marzo. En el video, Redfield dijo que algunas muertes por influenza en EEUU se identificaron más tarde como casos de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus. Qué casualidad: cientos de atletas del ejército de EE.UU. estuvieron en Wuhan para los Juegos Mundiales Militares en octubre de 2019. Los primeros casos reportados del virus fueron en Wuhan, y desde entonces la ciudad ha tenido más infecciones y muertes que en cualquier parte del mundo.
Hoy como ayer han puesto a toda la humanidad en peligro. Para ellos es un costo social previsible, manejable, hasta que las mafias de medicamentos puedan cosechar millones de dólares con la fórmula salvadora. Como en sus guerras de invasión y saqueo, los pobres ponen los cadáveres. Y aquí estamos: aterrorizados, metidos en nuestras casas, viendo cómo un sistema que se consideraba científicamente y tecnológicamente infalible, digno del siglo XXI, somete a las naciones a un terror medieval. Ellos son los terroristas, no lo duden.
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