Finalmente, hasta la alianza Joyce-Beach se quebró cuando Joyce tuvo claro que los editores importantes de Inglaterra y los Estados Unidos clamaban por publicar Ulises, y no estaban dispuestos a ofrecer compensaciones financieras a los dos, el autor y la editora original. El bardo irlandés presionó a Beach para que cediese sus derechos de edición a fin de que él pudiera hacer negocio. Sus ansias por conseguir que una compañía poderosa estuviera detrás de Ulises eran comprensibles. No era sólo que el libro continuara prohibido en Norteamérica, también lo estaba pirateando un editor golfo de Nueva York. Sólo una editorial importante tendría los medios para entablar las batallas legales necesarias para sacar a Ulises de la clandestinidad y darle una distribución masiva que cubriese la demanda existente. Beach se sintió profundamente herida por lo que le pareció una falta de lealtad de Joyce. Joyce, por su parte, diio por hecho que Beach ya había tenido unos buenos beneficios con las once ediciones que llevaba publicadas. Y Beach nunca le dijo que a lo largo de aquellos años le había pagado a él más de lo que sumaban los beneficios del libro. Beach y Joyce siguieron con una cordialidad aparente, pero la áspera realidad del mundo literario establecido había dañado para siempre su amistad. En palabras inmortales de los Brains, "El dinero lo cambia todo".
(...)
La disensión y los golpes a traición caracterizan con frecuencia el final de una época. En su popular Autobiografía de Alice B. Toklas, publicada en 1933, Gertrude Stein se declaraba a sí misma la más grande escritora de su tiempo, y retrataba a todos sus antiguos amigos como unos niños petulantes y unos egoístas equivocados. Esto provocó una carta pública de denuncia que que se publicó en la primera página del diario parisino The Post. Estaba firmada por Tristan Zara, Georges Braque y Henri Matisee, entre otros. Incluso París era una fiesta de Hemingway, publicado en 1964, fue atacado por otros participantes del ambiente de París todavía vivos a causa de su retrato negativo que hacía de algunos camaradas de la bohemia aunque para los estándares de hoy, sus descripciones resulten muy suaves.
Dejando a un lado todos los lamentos y habladurías a posteriori, las contraculturas deben ser efímeras, porque si n se enquistan como nuevos conformismos. Pero tanto los estilos como los logros de la vanguardia de París continúan reflejados -pero confiemos en que no seguidos ciegamente- en los ambientes artísticos de hoy en todo el mundo... Y naturalmente, hay algunos escritores y artistas que continúan bebiendo en exceso, que toman drogas, llevan vidas sexualmente libertinas, llevan boina o se mueren por el queso camembert. ¿Esto es muestra de falta de originalidad o se trata meramente de una expresión de apetitos naturales que, una vez han sido identificados y se ha accedido a ellos, nunca debieran suprimrise? Usted elige.
KEN GOFFMAN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario