* Vicente Alanoca Arocutipa
Antropólogo aymara
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Son momentos trágicos y complejos no sólo en el Perú, sino en todo el mundo; pero es más complicado para quienes están en la calle tratando de hacer cumplir la ley. En el slogan militar, para quienes tuvimos la experiencia de subalternos, es decir, de soldados, cabos o sargentos, siempre estuvo presente la frase: “las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones”. De esa manera, a veces ingenuamente o sin ser conscientes del todo, aprendimos la disciplina, la responsabilidad, la pasión y la convicción por la patria que es el Perú.
Desde esa perspectiva, lo que falta asumir y entender es que el Perú no es un Estado uninacional, aunque en teoría sea así como se gobierna, se maneja, se adoctrina y se homogeniza; sino que existen en la actualidad 55 pueblos y 48 lenguas que no son tomadas en cuenta en las decisiones del país.
Este tema no puede ser postergado porque, al menos de mi experiencia como autoridad comunal, he aprendido que aunque no está escrito, se ejerce la autoridad con el ejemplo, se respetan los acuerdos y las decisiones y se sanciona de manera pertinente. Y ello es lo que hace falta en estos difíciles momentos.
Quienes formamos parte de los pueblos indígenas hemos sido adoctrinados para ser subalternos, soldados, “tropa” y demás categorías inferiores y estigmatizadas en la jerarquía militar.
Hemos cumplido con la ley como siempre, obedientes con el Servicio Militar Obligatorio, y si nuestras madres, familiares, hijos e hijas y toda la sociedad, supieran de nuestras experiencias en los cuarteles durante un año, dos años, o más, creo que serían miles los suboficiales y oficiales que acabarían presos y dados de baja (por más que se diga que “la cachacada es para hombres” y “para valientes”).
Obviamente los tiempos han cambiado. La escuela, los medios de comunicación social y las redes sociales nos han formateado como una generación, sin historia, sin convicción ni disciplina, y hasta personas con título profesional que han pasado por las universidades – como el caso del miserable y cobarde que asesinó al soldado Ronald Mamani Ajajahui, que dizque que es abogado – no pueden asumir conductas responsables. Desde esta misma perspectiva, me pregunto qué educación y tipo de profesionales se están formando en el país, si también tenemos el caso del Capitán
Cueva, sancionado por golpear a un joven que no cumplió la inamovilidad social.
Vivimos una situación compleja, sobre todo en estos tiempos de coronavirus, lo que nos exige cambiar de actitud y mejorar las instituciones. Autoridades y población tenemos que aceptar que no hay otra opción que modificar nuestra forma de actuar, pero ello debe ocurrir sin violencia ni indisciplina.
Como exsoldado recuerdo otra frase fuerte y dolorosa para quienes hoy están en las calles y deben cumplir sus labores de vigilancia con convicción: “Defender a la patria hasta perder la vida”. Y del mismo modo, cuando los reservistas salimos del servicio activo exclamamos con convencimiento: “Entrego mi arma con honor, que la patria me confió para su defensa y la volveré a tomar cuando ella me necesite”.
En las actuales circunstancias, los soldados tienen la tarea de cuidar y proteger la vida de todos y todas, y en especial de la gente más vulnerable. Nos guste o no, el respeto y mantener un marco de convivencia en una situación difícil, es la única forma de evitar el contagio. No cuidarnos unos a otros solo traerá consecuencias fatales.
Por tanto, tenemos que valorar el esfuerzo de nuestros soldados, policías, médicos, enfermeras, y los demás trabajadores que cumplen tareas de cuidado durante este tiempo. Como dijo un General del Ejército, “estamos en guerra”. Un poco de paciencia y tolerancia frente a las restricciones es fundamental.
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