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lunes, 3 de septiembre de 2018

Rabias que podrían fundar otro Perú


Por DAVID ROCA BASADRE
Extraído de "Hildebrandt en sus trece"

La corrupción es una manera de ser, y no va a dejar de ser por ahora

En una redada de la policía en Andahuaylas, buscando escolares faltones usualmente alojados en cabinas de internet, se toparon entre otros con un niño que no pasaba los siete años. Lo normal en tales casos es llevarlo donde sus padres o al colegio, y que se encarguen los que lo tienen a su cargo, ya sabrán ellos. Además de alguna sanción al propietario del establecimiento.
La portada de la revista local que me llegó con esta información, destacaba que el niño se había acercado a un policía, y que a cambio de no ser delatado a sus mayores, le ofreció dos soles como coima.
¿Precoz? Sin dudas. Pero los niños pocas veces tienen la malicia suficiente como para entender toda la gravedad de lo que hacen, y no debe haber sido diferente en este caso. Este niño hizo lo que ha visto hacer a personas adultas que tiene como referentes.
Recuerdo, de los años en que trabajé como educador con niños de barrios muy modestos, haber escuchado a colegas que hacían lo mismo pero con niños en la calle y de la calle, que muchos de estos, cercanos a la delincuencia cotidiana en sus zonas de vivienda, afirmaban con convicción que de mayores querían ser policías. La razón era para ellos evidente: “el policía es el que la lleva”.
Todas las veces que escucho hablar de la corrupción en la policía, y que he sido testigo de la misma como la mayoría de los peruanos, pienso que no se trata de que la policía sea una institución corrupta y que baste con reformarla, o reformularla. Sino que muchos de esos niños – o niñas – como el pequeño corruptor de Andahuaylas o alguno de los niños de la calle que quieren ser policía, finalmente lograron su objetivo. Y que a lo que aprendieron desde pequeños sobre la necesidad de ser ‘Pepe el vivo’ e imponerse por la fuerza para sobrevivir, le agregaron bastón, una placa, una pistola, y una manada.
Decir eso sobre la policía, es decirlo también sobre los jueces, los fiscales, y cuanto funcionario público con autoridad y poder uno se encuentre.
El otro lado de la moneda son, sin dudas, los aventajados empresarios grandes o pequeños que pagan salarios de hambre, no reconocen beneficios sociales, hacen trabajar horas en exceso que luego no reconocen, compran a inspectores laborales, ambientales, de defensa civil y de salud, y a vista y paciencia de todo el mundo, evaden el pago de impuestos y multas, y adquieren y renuevan residencias, autos de lujo, viajes y hasta yates con lo que dejaron de pagar a los que trabajan y al Estado. Pero nunca van presos. Es hablar del expolio de tierras ajenas en connivencia con las autoridades políticas, como una práctica que también les parece natural: eso vieron hacer a sus padres y abuelos, y bisabuelos, o – entre los llamados emergentes – eso vieron que les hicieron a sus ancestros. Lo que, para decirlo en términos jurídicos de moda, sentó jurisprudencia, antecedentes, moralidad a su manera: la del más fuerte.

Vamos a marchar… ¿y?

Salimos a las calles para pedir la vacancia de Kuczynski, salimos a las calles para pedir que despidan a jueces y otros magistrados, salimos a pelear contra la ley pulpín, contra el indulto al dictador, ¡tantas veces hemos salido a las calles!, venimos marchando desde hace años, mientras la ira se dilapida por tandas, por capítulos que harán imposible terminar de leer el libro entero. Obviamente porque la conducción de estas movilizaciones recae en sectores que no tienen mucho interés en cambiar las cosas, sino que reaccionan desesperados para que algo cambie y no cambie nada, luchando contra rivales en la misma orilla, tratando de reprimir el desborde de multitudes que podrían no solo hacer cambios de personas o de organigramas, sino renovaciones totales que a ellos les es imperioso impedir. Sus financiamientos extranjeros son, es verdad, transparentes pero no menos generadores de reales dependencias extrañas.
Para nadie es un secreto que la embajada norteamericana tiene injerencia en la vida política, discreta pero real, de casi todos los países de nuestro continente. En el Perú, incluso no tan discreta en tiempos de Kuczynski que hizo una reveladora descripción de su auto-percepción cuando llamó a América Latina “un perro simpático que está durmiendo en la alfombrita y no le genera ningún problema” a los Estados Unidos. De hecho su alineamiento era grosero y sin escrúpulos ante cualquier servilismo.
Ese involucramiento fue también notorio cuando accedió Alberto Fujimori al gobierno, y despidió al equipo que lo acompañó en campaña, incorporó a otros ligados a las nuevas teorías económicas neoliberales, impuso el shock subsiguiente, sin colchón donde caer muerto, y se dieron las privatizaciones aceleradas, la destrucción – y despojo – de las empresas cooperativas, y todas las ventajas posibles para los grandes capitales extranjeros y dizque nacionales. MIentras se saqueaba las arcas fiscales, se perseguía, se acosaba a los opositores.
Desgastado, a Fujimori le bajó el dedo la población peruana harta de tanta mugre, y - consecuentemente - la embajada, el año 2000. Entonces, las fuerzas políticas pudieron encajar con el hartazgo del pueblo para arrojar al tirano y a su séquito. Las voces extrañas se apresuraron a acatar el coronamiento de Toledo, encargado – según propia confesión – de edificar el 2do piso del modelo económico impuesto con Fujimori. Y luego García y todos sus enjuagues, y luego Humala, y luego Kuczynski, continuaron en eterno retorno a 1990, manteniendo la misma idea central compartida entre izquierdas y derechas de avanzar al mundo globalizado, dejando de lado gentes, legado, territorio, identidad que se pierde en la uniformidad del mercado único. 
¿Izquierdas? Sí, claro, he oído hablar a varios de "socialismo con globalización"...
Ya en la cárcel Fujimori, el sentimiento de desánimo generalizado ante el obvio fracaso del sistema económico impuesto, que sigue dejando a la población en la pobreza mientras cuatro gatos se enriquecen con extrema glotonería, permitió al fujimorismo volver a crecer en ausencia, jugando con la leyenda del triunfador contra el terrorismo y achacando el fracaso del sistema que ellos patentaron, a los otros. Eso se explica porque la manera de actuar y sentir del movimiento fujimorista empata muy bien con el que anima al niño coimero de Andahuaylas y sus referentes inmediatos, al sentir de los niños que aspiran a ser el que la lleva. Pragmatismo por encima de todo, inmediatismo sin importar nada más y a pesar de cualquier cosa, y pesimismo sobre cualquier posibilidad de salir de la pobreza. Agreguemos ningún obstáculo moral o ético para conseguir lo que se busca, y tenemos el perfil del perfecto fujimorista que, desafortunadamente, se parece al perfil de muchos peruanos más allá del activismo fujimorista.
Dueñas esas personas del poder político, mientras las grandes empresas puedan actuar de manera descontrolada, saquear territorio, jugar con los intereses bancarios, pagar los salarios que les dé la gana, ese poder político está autorizado, también, a hacer lo que le dé la gana si sabe guardar las apariencias.
Y seguimos marchando.
El fujimorismo es una manera de hacer política instalada desde 1990, que no es exclusiva de los activistas fujimoristas

...



La trampa de la coyuntura

Lo que toca hacerse y no se hace, es mostrar con persistencia la extensión de las grietas, no caer en la trampa de la coyuntura para cada caso, como imponen los medios de comunicación, y entender así que las sucesivas crisis que hemos vivido son una sola circunstancia que hay que reconocer en su totalidad y en sus relaciones internas. Que la muerte de dos jovencitos quemados en un contenedor durante un incendio, no es un caso aislado sino la situación generalizada de las condiciones de trabajo en un país con 80% de informalidad laboral. Que no solo los jueces son corruptos sino todo el sistema de administración del Estado que hoy existe es corrupto, y es necesario cambiarlo, no simplemente remodelarlo. Que la destrucción de la Amazonía y de sus pueblos, y de los valles andinos y sus fuentes de agua, y la devastación del mar de Grau, y la sobre explotación de los valles costeños o su desaparición para urbanizar, son todo parte de una vetusta forma colonial de relacionarnos con el territorio como si fuera ajeno, pero que muchos pueblos ya están cuestionando con energía y constituyen por eso, con su rebeldía, una avanzada para proponer otra forma de vida.
El énfasis en la coyuntura es invento mediático que acomoda y arruma lo que ocurre en fragmentos para esconder bajo la alfombra – de a pocos – a la totalidad de la vida, es coartada de quienes quieren impedir que veamos el conjunto y su trama dramática, es trampa en la que caen hasta los más avisados, arrollados por el martilleo de los medios de comunicación poderosos, ante las novedades expuestas con luz potente y mucho ruido. Es la obligación al olvido que impone el gran hermano globalizado.
O vemos la crisis general del sistema como una oportunidad para vivir bien a partir de asumir su resquebrajamiento, sin permitir un neo-toledismo que prolongue al fujimorismo neoliberal durante tres décadas más, o aceptamos sin chistar esa cosmética que nos quieren imponer en cualquier estrado de la plaza San Martín, con la aquiescencia de los que opinan desde las tribunas mediáticas. Los dados están sobre la mesa.
La voluntad política colectiva es también un dato de la realidad que falta reencontrar. Hay una movilización diferente, otra, que brota de la savia de la tierra y las venas de las gentes y que es diversa, pero aún dispersa, que tiene los argumentos y los instrumentos para plantar cara a las fuerzas de siempre, ligando sus decisiones a las de todos los pueblos que ya abrieron los ojos, y también de aquellos que desconfían aún de todo pero se cuestionan. A ese movimiento existente, le falta conducción política que sepa ser parte y no suplantarlo. Para voltear la tortilla, como dice la canción. Aunque para darle vigor a la tortilla, agregaríamos, hacen falta huevos.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

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es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

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pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

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