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domingo, 12 de agosto de 2018

La vida secreta de Mezzich (extractos)


Por RODRIGO NÚÑEZ CARVALLO

Extraído de "Hildebrandt en sus trece"

capítulo 2

Lo vi entrando al congreso campesino de Querecotillo con un pantalón harapiento de balleta, una camisola que alguna vez fue blanca y un poncho tejido de tonos rojos. Un sombrerito desfondado de fieltro le sombreaba la cabeza. Se había andinizado totalmente. Los aplausos retumbaron cuando cruzó el gran patio donde se desarrollaba la plenaria. Arrastraba el aura de un dirigente heroico recién salido de prisión. Detrás lo seguía orgulloso su mentor, Ricardo Letts, uno de los fundadores de Vanguardia Revolucionaria. 

Mas de quinientos campesinos de la Confederacion Campesina coreaban consignas alusivas. Tierra o muerte, venceremos. Mezzich tomó el micrófono y explicó en quechua. En julio pasado hemos recuperado las primeras trece haciendas del distrito de Cocharcas, tras un arduo trabajo de bases del compañero Lino Quintanilla. El dirigente de Tancayllo, delgado y modesto, fue obligado a levantar la mano y se incorporó entre la multitud cuando fue mencionado por el orador. Los aplausos arreciaron. Días después quince mil campesinos participaron en las tomas de nueve haciendas en el distrito de Uripa. Las invasiones continuaron por oleadas en agosto y se ocuparon dieciocho haciendas. Viva el movimiento campesino andahuaylino. Pero donde más resistencia hubo fue en la zona de Pacucha y Andarapa. Alli el asunto se complicó porque los hacendados de Pincos, tenían mayor poder. Eran propiedad de Hans Duda, un alemán que se casó con la señora Plácida Trelles Montes, prominente figura del gamonalismo de Abancay.

Yo estuve allí el día de la toma dirigida por el camarada Félix Loayza, que no ha podido llegar pues aún no hemos logrado su liberación y permanece en seguridad del estado en Lima. Presos políticos libertad. Yo recién he podido salir de la cárcel hace poco tras cuatro meses en las mazmorras de la prefectura, señaló Mezzich. Alguna bombarda incendio el cielo del congreso. El 30 de agosto más de doscientos personas nos congregamos en la puerta de la hacienda Pincos. Algunos de los delegados no me dejarán mentir. Hans Duda se resistía a salir con esporádicos balazos. Cinco días ha estado allí apertrechado con sus escopetas y sus caporales. Voy a defender mis tierras con mi vida, gritaba desde el torreón de la casa hacienda. Y sí que eran grandes sus propiedades. Solo las irrigadas eran más de 600 hectáreas dedicadas a caña de azúcar, además de tierras de altura donde se siembra maíz, papas, trigo y grandes pastizales para el ganado. Únicamente cuando Hans Duda se dio cuenta de que la policía no lo iba a defender, huyó a Andahuaylas en su caballo “Lincoln”.

En esos dos meses que vivimos libres de hacendados cómo ha cambiado nuestra vida. Los comités democráticos se multiplicaron en todas las tierras comprendidas entre el río Pampas y el río Pachachaca. Las asambleas estaban llenas, se sembró comunalmente y se organizó la producción y las labores agricolas. Todo era para nosotros. El clima que se vivía era de auténtica libertad. Ocupábamos la plaza de armas de Andahuaylas en multitudinarias concentraciones. Seguramente el hacendado Hans Duda y doña Plácida Trelles miraban aterrados a la indiada, como así despectivamente nos llamaban, recorriendo las calles y avenidas, desde su refugio en el hotel de Turistas. Los altos pisonays de flores carmesí sombreaban una multitud de decididos campesinos. Ni el ruido de un mosquito se dejaba oir.

Creo que tenemos que hacer una autocrítica planteó Mezzich. Hemos sobrestimado las contradicciones en el seno de la burguesía, las mismas que nos llevaron a firmar las actas de Toxama y Huancahuacho en octubre del año pasado en donde garantizamos el pago de la deuda agraria. Letts lo miró de soslayo. Pero la pasividad del gobierno no duró mucho y la represión nos cayó encima. Apresaron a Loayza, y a mí me cogieron saliendo de una reunión en Andarapa. Los dirigentes fueron amedrentados y perseguidos por toda la provincia. No sé cómo hizo el compañero Lino Quintanilla para escurrirse entre los techos cuando lo fueron a chapar a Tankayllo, y desaparecer como por encanto. Es que es flaco, ironizó algún bromista en quechua. El auditorio rio. 



capítulo 4



La tercera vez que vi a Mezzich fue en la casa verde de Barranco. Mi amigo Mario Gutierrez no quería vivir con su mamá y ocupó un antiguo solar de su familia que estaba a punto de caerse. Haré una comunidad, se dijo. Con los alquileres conectaré el agua y la luz y la reconstruiré. Al mes Alberto se mudó al cuarto de adelante y después trajo a Verónica, su enamorada. Poco más tarde se instalaron Jaime Sorensen y el Santón que eran hermanos. Más tarde llegó Michael que estudiaba en la Cayetano y que proveía a la casa de drogas y mujeres. Luego se acercó Pelón que vivía en el barrio e inundó la casa de wiros. Más adelante se presentaron Pinillos, que era trujillano, y algunos vecinos que creyeron ver en la casa un buen point para relojear: Neljer, Lulo. ¿Y cómo los has reclutado? pregunté un día que fui a visitarlo. Mario me miró con sus lentes de poto de botella. Son de Vanguardia Revolucionaria, dijo con cierta culpa. Justo cuando salía de la habitación de Mario me topé con Mezzich cara a cara en la escalera. Improvisé un saludo pero el personaje se hizo el que no me conocía y subió hasta desaparecer. Yo lo manyo a ese pata, es Mezzich, el de las tomas de Andahuaylas, le dije a Mario antes de despedirme en la puerta. Su silencio lo delató. Volví varias veces a la casa verde. La víspera del paro nacional de 1977 el caserón era un hervidero. Entraban y salían vanguardistas coordinando las acciones sindicales en los cinturones industriales. Algunos muchachos pintaban banderolas en el patio, Jaime Sorensen discutía con Alberto sobre el bizantino carácter de la sociedad peruana, y Pinillos subía cantos rodados hasta la azotea. Escribiré con piedras pintadas de blanco “viva el paro nacional”, para que lo miren desde los helicópteros, dijo con delirio. Te tienes que ir, me dijo Mario medio nervioso. He prestado la casa para una reunión del comité regional de Lima y ya están llegando los patas. Efectivamente los crujidos de los peldaños anunciaban el arribo sigiloso de los altos cuadros vanguardistas. Entre los vidrios rotos de la puerta pasó Eduardo Figari Gold y su mancha. Mejor quédate pero no hagas ruido, se rectificó Mario. Una voz cavernosa que procedía del cuarto de Jaime Sorensen invadió la casa. Nosotros no planteemos solamente una guerra revolucionaria, sino la destrucción del Estado y la construcción de uno nuevo, sentenció Mezzich. No queremos elecciones burguesas sino una revolución, añadió. Los aplausos y los vivas se hicieron sentir. Como a las ocho de la noche el bullicio cesó. En eso subió Mario y me dijo que ya podía bajar. Cuando salí, un grupo de teatro ensayaba en el viejo comedor. ¿Y cómo se llaman? Antorcha Proletaria respondió Mario, que aún llevaba un bigotito de corcho quemado pues tenía el papel de capataz. Una semana después, el periódico del comité regional de Lima y muchas bases de provincias anunciaron la constitución de un nuevo partido. Atando cabos deduje que algo se estaba tramando en la casa verde de Barranco. Mezzich era uno de los que dirigía la fracción, y el grupo de avezados muchachos que había tomado la casa, seguía sus directivas. ¿Y es cierto que han decidido tomar las armas? le pregunte a Mario unos meses después. No sabes en lo que te estás metiendo, le advertí. Salte, zafa culo, es muy peligroso. Están medio loquitos. Hay que tener cojones para agarrar una metraca, intervino Mario. Yo no tendría la valentía necesaria, reconoció. Por eso he decidido solo participar en el grupo de teatro. Recuerdo ahora que alguna vez asistí a una comida en la casa verde. El menú era sencillo: tallarines con sibarita y un ralo té marca toro. ¿Y por qué se les ocurre irse al monte cuando hay elecciones para deshacernos de los militares? No los seguirá nadie, sentencié erróneamente. Jaime Sorensen me contradijo. Solo tus limitaciones de clase te impiden ver el panorama histórico. No estamos solos. Patria Roja y el PCP-Sendero Luminoso también se oponen a las elecciones. Pronto se vio quién era el líder. Figari tenía pocas dotes de político y más allá de haber sido dirigente estudiantil de la Universidad de Ingeniería no había conducido ningún movimiento. En cambio Mezzich tenía experiencia y estaba fogueado en dirigir reuniones y amagar mayorías. Controlaba los resortes de la fracción con mano de hierro y como tenía que suceder impuso su liderazgo. No veía las horas de emprender su primera experiencia militar para lo cual había leído a Mao, al Che Guevara, y a Sun Tzu. La reunión se llevo a cabo en la casa verde de Barranco y ni Mario pudo entrar. Poco a poco fueron llegando con cascos de motociclista o simulando ser cobradores. Solo Figari acudió en su carro. Tocaban la puerta, daban su nombre de batalla y entraban como succionados por una corriente de aire. Tras los primeros informes, Mezzich se adelantó a la descuadrada mesa del comedor y preguntó a los presentes provocadoramente: ¿Y cuál es el problema de aliarse con Sendero? En estos años viviendo en Andahuaylas he descubierto que no estábamos solos en el campo, proclamó Mezzich. Desde mediados de los setenta Sendero impulsó un activo proselitismo a través de los maestros secundarios de Ongoy, Occobamba y Andarapa. Ellos salían de la facultad de educación de la universidad San Cristobal de Huamanga, controlada por Sendero y sembraron la semilla de la rebeldía entre los estudiantes. Con ellos he tenido coincidencias importantes y compartido muchas luchas. El mismo Abimael y su esposa Augusta La Torre daban conferencias en los colegios sobre realidad nacional y el fracaso de las guerrillas y de las tomas de tierras de Andahuaylas. A algunas de ellas he asistido. Tienen por lo tanto una base social sólida e importante. No son como los pintan en Lima: cuatro gatos desquiciados. Meses después Mezzich y Figari discutían sobre la unificación con Sendero que se llevaría a cabo en Ayacucho. No estoy de acuerdo en fundirnos con Abimael. Creo que hemos perdido la perspectiva. Otros comandan el polo de los trabajadores, mientras nosotros estamos pensando en un hipotética guerra popular. La batalla está en las calles y no en las reuniones clandestinas ni en las prácticas de tiro. Haz lo que quieras pero no cuentes conmigo ni con las bases que están bajo mi responsabilidad, concluyó Figari. Mezzich montó en cólera. La lucha armada no es para los niños de La Planicie que arrugan cuando las papas queman, le reclamó el curtido dirigente de Andahuaylas. Lo he pensado bien, musitó Figari. En verdad hay un abismo social y cultural con Sendero, añadió apretando las mandíbulas y contrayendo los ojos. Tiempo después Mario me tocó la puerta. Me han botado de mi casa, me contó con frustración en la mirada. He tenido que volver donde mi vieja y sacar todas mis cosas. Hicieron una asamblea de todos los inquilinos y decidieron que la casa verde era del partido. Me cagaron. Cuando protesté y amenacé con denunciarlos por usurpación, Michael me sacó la mierda. Pero lo que más me jode es que también me botaron del grupo de teatro. Huevones…

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

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pura miel

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RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

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