feed

SSR

lunes, 18 de mayo de 2020

Nacho Vegas says (De: "INDIES, HIPSTERS y gafapastas" x VÍCTOR LENORE)



A comienzos de la década de los noventa en Gijón, al igual que en buena parte del resto del Estado español, comenzó a surgir una nueva hornada de grupos formados por gente que en muchos casos no superaba la veintena. Se podía escuchar música alternativa en Radio Kras, una joven radio libre que aún subsiste a día de hoy, y numerosos bares se animaron a programar actuaciones en vivo porque por primera vez en bastante tiempo la gente iba a los conciertos. En realidad, cada banda y su grupo de amigos iba a los conciertos de cada uno de los otros grupos, pero así se fue formando una comunidad creciente que se daba cita en las actuaciones. Los grupos ensayábamos en locales cochambrosos de los barrios periféricos o en cuadras infectas en el Gijón rural. La política no formaba parte del ideario de ninguna de estas bandas, que básicamente nos limitábamos a repetir patrones anglosajones, aunque algunos actuamos en conciertos para el movimiento por la insumisión, tan activo en aquellos días, o en actos de apoyo al conflicto obrero del sector naval. Tal vez se pueda decir que en aquellos momentos se estaba creando algo. Pero ese algo, que tal vez habría podido ser un revulsivo cultural y social en una ciudad como Gijón, se desintegró en cuestión de meses.

Hay un hecho que en opinión de quien esto escribe marca el principio y el fin del fenómeno musical independiente en Gijón, que acabaría derivando en la cultura hipster en los años siguientes. Fue la primera y única vez que todas las nuevas bandas decidimos hacer algo juntas. Algunos de los bares que habían empezado a programar conciertos con entusiasmo dejaron de hacerlo en cuanto se asomaba por allí alguien de la Sgae o se quejaba algún vecino; la problemática de los locales de ensayo era común a muchas de las bandas y alguien había descubierto una nave abandonada más allá del barrio de Ceares en la que se podría celebrar un festival conjunto. Decidimos reunirnos y poner en común todas las necesidades que teníamos como músicos, asociarnos para conseguir objetivos que nos eran comunes. Se llegaron a hacer camisetas con un lema, "Córtate el pelo, cambia de vida" (algo que un hombre le había espetado al melenudo bajista de uno de los grupos), y el nombre de las bandas en la espalda, que paseamos orgullosos durante un tiempo cada vez que salíamos de Gijón. La idea no era mala, pero duró exactamente dos reuniones y su único fruto fueron esas camisetas. El cantante del grupo en el que yo tocaba por aquel entonces lo zanjó así en el último de los encuentros que tuvimos: "Esto jamás puede funcionar, porque cada grupo es de su padre y de su madre". En efecto, en aquel momento había bandas de noise, pop, garage, música sixties o funky-metal. Y eso fue lo importante. No que viviéramos en una misma ciudad con una misma realidad social; una ciudad con las mismas carencias para la consolidación de una escena cultural; no que nos costara a todos lo mismo conseguir actuaciones, disponer de equipos decentes o ensayar en lugares mínimamente acondicionados; no. Todo lo que teníamos en común no era importante porque cada grupo era "de su padre y de su madre", es decir, porque teníamos gustos musicales diferentes. Probablemente también había un problema de clase. No todos veíamos la misma realidad social, no todos teníamos las mismas dificultades para conseguir instrumentos. En cualquier caso, aquello no cuajó, y ese fue el pistoletazo de salida para un cambio de actitud en todos nosotros. Bienvenidos al indie, pero no como apócope de independencia sino de individualismo.

...

El paralelismo que existe entre el surgimiento de la cultura rock en detrimento de la escena folk y el devenir del indie en las décadas de los ochenta y noventa no es casual. Cuando surgió el indie, tanto en las islas británicas como en EE. UU., era una escena politizada en gran medida, ya fuera por sus formas de obrar o por su mensaje. El precedente era el punk, la cultura de los fanzines y el "Hazlo Tú" Mismo, en un momento en el que la industria musical se estaba convirtiendo en un monstruo insaciable se hacía necesario crear una red de sellos, artistas y radios independientes que supusieran una alternativa. Las políticas ultraliberales de Reagan en EE.UU. y las particularmente agresivas de Thatcher en Gran Bretaña tuvieron una respuesta cultural. Aunque no todos clamaran contra ello, algunas voces sí se escucharon bien altas, tanto en la escena hardcore como en la del rock alternativo: Fugazi y su sello Dischord, Black Flag, Billy Bragg, The Smiths o The Housemartins fueron bandas que adquirieron gran notoriedad -aunque en diferente medida- y que cuestionaban con su música un mundo hostil dirigido por una élite que les despreciaba a ellos y a los de su clase, la clase trabajadora, y lo hacían vomitando trallazos punk, pildorazos pop o poesía cargada de rabia. Sin embargo, aquello también puede relatarse como la historia de un fracaso, un fracaso que, cuando una generación posterior quiso recoger el testigo para continuar con aquella escena musical, ya estaba consumado. Las políticas de Margaret Thatcher, con su brutal represión a las huelgas mineras, al movimiento sindical en general y a toda la clase obrera, acabaron triunfando de manera aplastante, llevándose por delante cualquier tipo de resistencia social, política o cultural. Lo que Billy Bragg cantara de forma irónica en una de sus mas tempranas composiciones, "No quiero cambiar el mundo/No busco una Nueva Inglaterra", se volvió tristemente profético cuando una década después las bandas se lo creyeron de manera literal: del pop comprometido se pasó al hedonismo, la cultura de clubs y las bandas de pop mesiánico. Nadie quería cambiar el mundo ya, algunos cantaban que querían ser adorados y otros estar de fiesta las 24 horas del día. Si la clase trabajadora había tenido tradicionalmente un leve consuelo en su odio furibundo a los lunes, llega un grupo bautizado como los Lunes Felices (Happy Mondays) proponiendo la evasión a través de las nuevas drogas de diseño. Aún llegaría poco después el brit pop, con bandas de pulcra imagen como Blur, con quien Tony Blair intentó fotografiarse a la busca de un referente entre esa nueva clase media a la que dirigiría sus políticas. Al negarse estos, acudió al otro gran combo, Oasis, que si bien procedían de clase trabajadora se limitaban a esgrimir sus orígenes solo para justificar algunas gamberradas realmente más propias de las estrellas de rock millonarias en que se habían convertido. Estos no tuvieron problema en hacerse la foto. Madchester y el brit pop, aun con sus hitos y su contribución a la cultura juvenil de la época, supusieron el principio de la derechización del indie en su deriva hacia lo hipster...


NACHO VEGAS
Presentación de INDIES, HISPTERS Y GAFAPASTAS de VÍCTOR LENORE
(2014)
Bajo Licencia Creative Commons.

No hay comentarios.:

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

SUPPORT PERU AVANTGARDE////APOYA LA AVANZADA PERUVIANA

PROMO DEL CD DE FRACTAL

barbarismos

barbarismos
El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

...

...

realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

las cosas como son

las cosas como son II

las cosas como son II