por DAVID ROCA BASADRE
Extraído de "Hildebrandt en sus trece"
Ayn Rand, autora cuyos libros lo son de cabecera entre toda la derecha neoliberal/liberal, lo dice muy claramente en un texto llamado “La virtud del egoísmo”: “Si se desea prestar apoyo a una sociedad libre, es decir, el capitalismo, es preciso comprender que su fundamento indispensable es el principio de los derechos del individuo. Quien esté en favor de estos derechos debe darse cuenta de que el capitalismo es el único sistema que los apoya y protege.”
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Tras 28 años de fujimorismo, las cosas están claras. La política económica liberal prevaleciente no hubiera sido posible sin dictadura, sin persecución, sin sangre, sin inocentes acusados y asesinados con el pretexto de terroristas, sin grandes expresiones de pobreza y exclusión. En ese sentido, la asolada criminal de Abimael Guzmán proporcionó la coartada perfecta para que prevaleciera el extremo opuesto, igualmente criminal y delincuente, que encontró así al aliado ideal.
Las famosas tortas de cumpleaños que Montesinos le enviara al terrorista Abimael Guzmán son el símbolo de una alianza, y debieran por eso ser el símbolo de la democracia neoliberal plantada por el fujimorismo. Y que los no tan neo, pero liberales, también aplauden. Una torta de cumpleaños es el logo adecuado para los 28 años pasados.
La desigualdad es planetaria y se reproduce en cada lugar, simétricamente: el sistema liberal es global
Esta democracia neoliberal que aspira a integrar la Organización Mundial de Comercio al mismo tiempo que unos jóvenes subempleados se sofocan y queman encerrados en un contenedor, mientras su prensa se esmera en hacer aparecer un hecho semejante y que es cotidiano como caso aislado, esa democracia llena de fake news cultivados con el silencio, es hechura fujimorista mantenida y alimentada por sus sucesores y sus entornos afiliados a la libertad al estilo de la Sociedad Interamericana de Prensa: te publico si puedes pagar.
La ‘parte buena’ del fujimorismo es pues, para quienes defienden esta tesis, la ventaja consolidada de los pocos empoderados y crecientemente afortunados frente a la mayoría disuelta en multitudes anónimas, puesta en venta a bajo precio, sin posibilidad institucional de apoyo mutuo, solo liberada para consumir lo que puede – y el que no puede, no puede –, encadenada al crédito carísimo y las reglas omniscientes de los bancos y de los tratados de libre comercio. Mientras sueña solitario con la última utilería pronto descartable.
La angurria de los ricos vive de la miseria de los pobres: a nivel global y local
El libre mercado, aquel que se ata a la globalización, es consustancial a la represión y a la afrenta de la vida y las fuentes de vida de las personas. Y la mayor parte de las libertades individuales que se suele reclamar tan justicieras, como contraparte a la imposición del libre mercado global son, en realidad, coartadas del sistema para permanecer vivo montado sobre la desaparición del otro, el diferente, sobre todo el ser colectivo. “El horror, el horror”, como exclama Kurtz al morir en la novela de Joseph Conrad, ese fue el camino transitado, oscuro, desde 1990 y del que solo unos pocos de los que tienen voz quieren despegarse.
Después del referéndum, nada de eso estará en cuestión. Y algunos – como ya lo expresó abiertamente nuestro Nobel – no verán tan mal a Bolsonaro.
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