Por Ronald Vega
En los ámbitos del movimiento juvenil, aparecen y desaparecen intentos por la unificación de demandas que en un solo discurso puedan lograr la tan trillada incidencia de los jóvenes en los espacios públicos, propugnada por un grupo de organizaciones que pretenden lograr la articulación del movimiento juvenil en base a falsas premisas. La mejor forma de organizarse para tener incidencia en los espacios oficiales es haciéndolo fuera de estos. Resulta obvio que entidades como el CONAJU, formadas a partir del estado, en el caso específico de esta por una ley creada por el inefable ministro que benefició con leyes al padre de su novia, puedan brindar a la juventud verdaderos espacios de participación. Sin embargo, hasta ahora existen organizaciones que pretenden persuadir a muchas de las bases juveniles para que sean parte de los espacios de participación abiertos a partir del estado para “fortalecer” la democracia. La juventud comprometida con una real transformación jamás participaría en el fortalecimiento de una democracia que mantiene a millones de familias en situación de extrema pobreza, ni mucho menos en espacios generados a partir de un estado que permitió –y en muchos casos propició- la muerte de miles de personas cuando su función era defender la vida humana; un estado que permite el cobro de las tarifas mas altas de la región en beneficio de las grandes transnacionales. Ese estado, no nos interesa fortalecer. Es mentira –además- que sea el estado el que esté aportando económicamente para abrir estos espacios de participación, como pretenden hacernos creer los teóricos del engaño; basta tan solo revisar proyectos como los de “participación ciudadana”, “presupuestos participativos”, entre otros, para darse cuenta que los fondos vienen del exterior. Imposible que el estado peruano pueda invertir en un serio programa de participación ciudadana si su reducido concepto de desarrollo se limita a construcciones y demás monumentos visibles; menos aún cuneado su incapacidad para resolver los grandes problemas nacionales está más que garantizada en tantos años de funcionamiento. Tampoco creemos –y es nuestro deber no creer- en la preocupación falsa que demuestran USAID y el Banco Mundial por generar la participación de los/as ciudadanos/as en el devenir del país. No hay mayor explicación, estamos frente a las nuevas formas de dominación que ejercen sobre nosotros/as. Estos pretendidos espacios de participación sirven como teatros anti-disturbio que logran mantener el control social, que a su vez asegura los intereses capitalistas de las grandes potencias en nuestro país, propiciando la atomización de las demandas sociales. Es ingenuo pensar que los mismos que generan la pobreza, abran espacios de participación para combatirla, cuando contrariamente, las ingentes sumas de dinero que envían, pasan a formar parte de la no menos abultada cifra de la deuda externa.
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(extraído de “Distancia Crítica No. 5”)
www.realidadvisual.org/distancia/
En los ámbitos del movimiento juvenil, aparecen y desaparecen intentos por la unificación de demandas que en un solo discurso puedan lograr la tan trillada incidencia de los jóvenes en los espacios públicos, propugnada por un grupo de organizaciones que pretenden lograr la articulación del movimiento juvenil en base a falsas premisas. La mejor forma de organizarse para tener incidencia en los espacios oficiales es haciéndolo fuera de estos. Resulta obvio que entidades como el CONAJU, formadas a partir del estado, en el caso específico de esta por una ley creada por el inefable ministro que benefició con leyes al padre de su novia, puedan brindar a la juventud verdaderos espacios de participación. Sin embargo, hasta ahora existen organizaciones que pretenden persuadir a muchas de las bases juveniles para que sean parte de los espacios de participación abiertos a partir del estado para “fortalecer” la democracia. La juventud comprometida con una real transformación jamás participaría en el fortalecimiento de una democracia que mantiene a millones de familias en situación de extrema pobreza, ni mucho menos en espacios generados a partir de un estado que permitió –y en muchos casos propició- la muerte de miles de personas cuando su función era defender la vida humana; un estado que permite el cobro de las tarifas mas altas de la región en beneficio de las grandes transnacionales. Ese estado, no nos interesa fortalecer. Es mentira –además- que sea el estado el que esté aportando económicamente para abrir estos espacios de participación, como pretenden hacernos creer los teóricos del engaño; basta tan solo revisar proyectos como los de “participación ciudadana”, “presupuestos participativos”, entre otros, para darse cuenta que los fondos vienen del exterior. Imposible que el estado peruano pueda invertir en un serio programa de participación ciudadana si su reducido concepto de desarrollo se limita a construcciones y demás monumentos visibles; menos aún cuneado su incapacidad para resolver los grandes problemas nacionales está más que garantizada en tantos años de funcionamiento. Tampoco creemos –y es nuestro deber no creer- en la preocupación falsa que demuestran USAID y el Banco Mundial por generar la participación de los/as ciudadanos/as en el devenir del país. No hay mayor explicación, estamos frente a las nuevas formas de dominación que ejercen sobre nosotros/as. Estos pretendidos espacios de participación sirven como teatros anti-disturbio que logran mantener el control social, que a su vez asegura los intereses capitalistas de las grandes potencias en nuestro país, propiciando la atomización de las demandas sociales. Es ingenuo pensar que los mismos que generan la pobreza, abran espacios de participación para combatirla, cuando contrariamente, las ingentes sumas de dinero que envían, pasan a formar parte de la no menos abultada cifra de la deuda externa.
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(extraído de “Distancia Crítica No. 5”)
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