EMPRENDEDURISMO
Si el gobierno, según la definición de Michel Foucault, no es solo la institución sino la gestión, es decir, “las técnicas y procedimientos destinados a dirigir la conducta de los seres humanos”, entonces podemos estar convencidos y seguros de que en nuestro país no gobierna ni Ollanta Humala ni Nadine Heredia: quien gobierna desde hace ya varios gobiernos es el Ministerio de Economía y Finanzas, y a través de él la Sociedad Peruana de Minería, la Sociedad Peruana de Hidrocarburos, la Confiep, etc, etc.; ergo, los gremios empresariales, que son lo que el viejo Carlos Marx llamaba las “clases dominantes”.
¿Siguen “dominando” hoy las clases dominantes? Por supuesto, pero hoy el “dominio” es mucho más sofisticado: se introducen en los gobiernos como “tecnócratas” y sobre todo diseminan, a través del control, lo que Foucault denominaba la “tecnología del yo”, es decir, formas de “conducir la conducta de los seres humanos” incluso internamente. El autocontrol es su cumbre: cuando el individuo ha internalizado una manera de pensar que autocontrola su propio accionar favoreciéndolos. A eso se le llama crear una racionalidad. Hoy las clases dominantes defienden sus intereses de clase a través de lo que ha devenido en llamarse “emprendedurismo”.
Con la racionalidad del emprendedurismo podemos considerar que el perdedor, el vencido, el pobre, el jubilado ninguneado, el campesino que reclama el agua, el policía malpagado, el estudiante analfabeto funcional y el adolescente sicario trujillano son lo que son porque les faltó emprendimiento. Esta racionalidad o forma de entender el mundo (Weltanschaung) obliga a vivir en competencia permanente, justifica desigualdades, pervierte la solidaridad entre pares y transforma al ser humanos que debe considerarse a sí mismo como una empresa: con planes operativos, expectativas a corto, mediano y largo plazo, etc.
Quien cuestiona este modelo y esta racionalidad es un disidente: hoy se dice que está en contra del desarrollo, por lo tanto, de la modernidad: un antiminero, un radical, un antisistema, un raro, un apestado o en su versión más light un “hipster”. Sí, hasta los pacíficos hipsters con sus veleidades son sospechosos de que no querer ser triunfadores.
Alguien que pretende vivir en un mundo empresarial debe pensar, actuar y soñar como un empresario. Y si no puede ser empresario de un negocio debería por lo menos serlo de sí mismo: un emprendedor.
Aquel que, a pesar del Estado, con todas las normas en contra, sigue adelante en búsqueda de la competencia, el individualismo, la excelencia en solitario. Los grandes gremios le darán una palmadita en la espalda y, con eso, todos se sentirán altamente satisfechos. Mientras tanto, el mundo y su sofisticada racionalidad seguirán jugando un rol en el escenario de una democracia de oropeles sin densidad ni piso ni horizonte y, menos aún, sin justicia para todos. Por eso, de alguna manera, cuestionar el statu quo ya es caminar un paso hacia adelante. Ser creativo y emprender obras, sí, pero en solidaridad con el otro, en equidad y en búsqueda de un clima de equilibrio entre desiguales.
ROCÍO SILVA SANTISTEBAN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario