TESTIMONIO DE AÍDA GAMARRA, MUJER DESAHUCIADA DE MOROCOCHA
Por CECILIA PODESTÁ
A los pies de una cama del hospital Almenara cuido no despertar a quien duerme en ella. Aída Gamarra está internada en el pabellón de oncología y soy su primera visita de la tarde. Pierdo la vista en su respiración e imagino el tránsito del uranio en su cuerpo y cómo sus órganos reaccionan, destruyéndola.
Es una mujer joven -34 años, casi 35- sin embargo cuando despierta, sus movimientos son lentos, cansados y dolorosos, describen enfermedad y poco a poco una historia que se va haciendo común. Con una voz afectada y muy pausada ella comienza a narrar lo que pocos quieren escuchar o lo que la mayoría de nosotros ignoramos. Aída Gamarra está intoxicada, va a morir y lo sabe.
“Siguen investigando pero vine ya con un diagnóstico de Huancayo: tengo cáncer nasal terminal en cuarto grado. Me han hecho ya tres biopsias, pero yo por mi cuenta me hice los exámenes de minerales pesados. Tengo uranio por haber trabajado en la mina Chinalco en Morococha” comenta.
En un video Aída declara el año pasado después de que pobladores de Morococha se movilizaran a Lima para protestar, que el gobierno estaba quitándoles sus casas para dárselas a la transnacional china Chinalco y para que esta haga uso de las propiedades como terrenos en pro del mega proyecto Toromocho que tiene por finalidad la extracción de metales. Los pobladores de Morococha suman un poco más de 500. Cabe la pregunta, ¿a quién puede importarle un pueblo tan pequeño cuando debajo de sus casas su propia muerte rodea metales valiosos, tanto que hacen que para algunos una mujer deshauciada no signifique mucho? Claro que tiene que importar. Nuestro suelo podría guardar también nuestra muerte y la codicia de otros.
“Nos decían que la tierra iba a hundirse, que todos íbamos a morir, que debíamos respetar el decreto que había sacado el Estado por nuestro bien y e irnos con la plata que nos ofrecían. Querían nuestra tierra, demoler casas. Nos dejaron sin escuela para los niños”, señala Aída.
Sí. Hasta tres decretos de emergencia dio el Estado peruano previniendo a los pobladores de una posible catástrofe natural. Nunca ocurrió y un terremoto de tal magnitud era poco probable por el suelo rocoso de Morococha.
“Yo dije: no vendo mi casa. Cinco mil soles nos querían dar. Vaya, señora Aída, y empiece una nueva vida con esta plata, me dijeron. ¿Cómo iba a aceptar? Por dignidad me he negado pero ellos me mandan decir que igual en mi cuenta ya está y que me vaya o ya voy a ver. Mi hija, que tiene 19 años, ha rechazado la plata, pero ya mi casa les pertenece. Tendría que ser ilegal. Mi hijo tiene paroxismo cerebral, ¿qué hago yo con 5 mil soles? Hasta otro pueblo nos han hecho para que no salgamos, pero está al pie de una laguna donde botan relave minero en Carhuacoto. Nos han botado con ayuda del gobierno. Yo estoy enferma aquí y de mi pueblo ya no queda nada”.
Aída Gamarra a duras penas podría mantenerse en pie a diferencia de como se le ve en el video en el que denuncia sin miedo lo que está haciendo la mina en su pueblo. Ella trabajaba en la misma abriendo las trochas. Chinalco contrató al pueblo y les dio lo que parecía ser una oportunidad de trabajo.
“Desde el 2009 empecé a trabajar para ellos. Era controladora de equipos, los dirigía por donde debían hacer las trochas y abrir carreteras. 33 soles por día, siete días a la semana. La necesidad ¿no? Soy madre soltera de dos… mi hijo el último tiene solo ocho años. Y empecé a estornudar con sangre. Eso fue en diciembre de 2012. En enero empeoré. Para febrero me mandan al hospital en Huancayo y me dicen que hay una pequeña desviación del tabique. Nada más. Me operé como me dijeron pero nunca mejoré. El dolor persistía, el sangrado. Me daban paracetamol, dicoflenaco. Solo calmantes. En diciembre del 2012 me liquidan por no mudarme a Carhuacoto y pierdo el seguro. Ya en mi otro trabajo fue imposible seguir. Paraba en EsSalud. Y el dolor… Yo no tengo huesos en la nariz, el uranio los disuelve. Me dolía hasta la parte de atrás de la cabeza, me quemaba y me pesaba. Ya para junio de este año me puse realmente mal y supe que estoy contaminada, tal como va a estar el agua cuando terminen de extraer. El uranio se ha comido mi cartílago. En el hospital público solo te dan drogas para el dolor, así nada más para que vayas a morir a tu casa. Mis compañeras han empezado a morir también: dos, cáncer al útero y al estómago. Nadie les va a decir que tienen cáncer por el uranio. Nadie te dice nada”.
A pesar de su estado que es ya una sentencia Aída Gamarra se ha inmolado en su propia lucha que es la de un pueblo entero, pequeño pero potente y en el que no es la primera víctima. Aída tiene tres meses en Lima, internada y no sabe si mañana estará viva. Lo dice con lágrimas, con la rabia que solo puede tener alguien a la que le siguen quitando todo. A pesar de eso va a denunciar a la mina Chinalco con la única prueba que tiene: su cuerpo y el metal que lo recorre acabando poco a poco con sus huesos y la fuerza de su aliento sobre su propia denuncia.
ALERTA LIMA
La denuncia de Aída Gamarra señala también “este proyecto está contaminando las cuencas de las aguas que bebe Lima: Rímac, Chillón Lurín y Mantaro. Morococha es cabecera de las cuatro cuencas. Hay cobre y uranio que van a llevar ilegalmente a China. Su extracción significa la contaminación de las lagunas.
EL DATO
Morococha es un distrito ubicado en el departamento de Junín, provincia de Yauli. La Minera Chinalco Perú S.A. (empresa subsidiaria de la Corporación de Aluminio de China) dirige ahí el Proyecto Toromocho donde se procesarían más de 117 mil toneladas de minerales por día. La vida de la mina se estima en 36 años.
EXTRAÍDO DE DIARIO 16
http://diario16.pe/noticia/52255-la-mina-chinalco-me-quito-vida
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