No deja de ser curioso que casi todo el esfuerzo intelectual dedicado a la cuestión del sampleo haya sido en su defensa. Cuando el sampleo empezó a hacer olas por primera vez, a mediados de los años ochenta, los debates periodísticos casi siempre se concentraban en el aspecto legal y definían a los sampleadores con términos propios del punk (rebeldes, iconoclastas). Del mismo modo, los estudios académicos del sampleo en general toman partido por "la calle" versus las compañías multinacionales de la industria del entretenimiento. Esto refleja el sesgo izquierdista de la academia y cierta tendencia a considerar que toda el área de los derechos de propiedad, incluido el copyright, es intrínsicamente conservadora y está alineada con las corporaciones y los terratenientes, con el status quo. Algunos teóricos también arguyen que las ideas de originalidad y propiedad intelectual son etnocéntricas, y señalan que las culturas folclóricas no-occidentales o precapitalistas suelen tener una noción de autoría mucho más laxa y colectiva. No obstante, es sorprendente que sean muy pocos los pensadores que han analizado la cuestión desde la perspectiva del que es sampleado y no desde del que samplea. Un análisis marxista del sampleo posiblemente podría considerarlo como la forma más pura de explotación del trabajo ajeno. En un sentido más general, podríamos verlo como una forma de minería a cielo abierto, un saqueo de las ricas vetas de la producción musical pasada.
Acerca del readymade, Marcel Duchamp dijo que su intención era liberar el arte de la esfera de lo "hecho-a-mano". Ahora bien: un sample es como un ready made sonoro, y por ende los artistas que trabajan con samples estarían liberando a la música de la esfera de lo tocado-a-mano. El sampler, escribió Jeremy J. Beadly (un defensor a ultranza de la música fragmentada basada en samples estilo JAMMS/KLF/Pop Will Eat Iself), trasladó "el poder al productor: el productor podía construir nuevos artefactos a partir de interpretaciones 'reales' (es decir, que no eran producto de sintetizadores) sin tener que soportar la presencia de los músicos". Esto otorga muchísimo poder -en una vertiente punky del do it yourself- a los productores; pero simultáneamente, les quita poder a los músicos originales -que son separados de sus interpretaciones- y a los músicos profesionales en tanto clase, dado que invirtieron tiempo y energía en adquirir sus capacidades y ahora han pasado a ser cada vez menos necesarios.
SIMON REYNOLDS
Retromanía - La adicción del pop a su propio pasado
2012
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