Extraído de la Revista "Freak Out!" año 2005
¿Y esto? ¿De dónde salió? ¿A qué suena? ¿Cuál es la génesis del grupo? Todas estas preguntas estuvieron rondando por mi cabeza, mientras extraía el CD de una pila de discos, en la casa de Christian Galarreta. El buen Chris, sabedor del espacio que estas innobles páginas ofrecen a los combos y artistas peruchos más caletas, decidió prestármelo unas semanas. Es un poco por azar, pues, que descubro al que tal vez sea el acto más prometedor de los últimos años en el ámbito patrio.
Y no es que Desvaneciendo sea una puesta de largo por todo lo alto, o que se desenvuelva en gran forma. Resulta que el debut de Elegante -el poco imaginativo alias de Daniel Martinetti-, inscrito en la más pura tradición de la electrónica melódica post-IDM, repetidas veces extravía el rumbo mientras transcurren sus 78 dilatados minutos. Éste es el principal y quizás único problema con Desvaneciendo: en vez de ataques relámpago a la periferia de la arteria aorta, tenemos composiciones cuya media es de 5 minutos (cuando no superan con creces este cálculo: sirvan como ejemplo los 11 minutos de “Tranquilidad”). Se trata de un trabajo excesivo, que bien pudo reducirse a un mini álbum espectacular. Hay muchísimo que enmendar, pero la hoja de ruta trazada por el encomiable talento de Martinetti lo sitúa de cara al siguiente paso en una posición expectante.
Porque en los hechos, cada número de Desvaneciendo está diseñado para inducir a una apreciación contemplativa como mínimo preocupante sobre el porvenir, un mundo en el que las condiciones de vida han sido mejoradas por la tecnología, pero que no guarda ninguna posibilidad de redención para la raza humana. Es por eso que, sea en los canales de octanaje rítmico ligeramente superior al promedio (“Llegó La Hora”, “Rito”), sea en los de medio tiempo (“Aprendizaje”, “Cambio”, “Tus Difuntos”, “Niebla Húmeda”, siguen nombres...), un hálito de indecible tristeza cubre el disco. Los teclados traspasados por un delay inexistente, la luminosa indietrónica picoteante de los arreglos, el nerviosismo zen (¿¿¿¿????) de las programaciones. Música para robots con alma. Entre el Evamuss más tierno, el primer múm y los eternos Autechre del período 93-98. Un plástico 100% melódico y melancólico -síntesis de la capacidad de Elegante para asimilar músicas diversas y comprimirlas en un sonido que, por esta vez, sólo destila chispazos de genialidad.
El alquimismo entrópico de la portada e interiores se condice con esa visión sin esperanza que comentábamos líneas arriba. Lástima que todo lo que logra el individualista se desvanezca en la vastedad de su duración. Un auténtico crimen, en el caso de la ingenuamente denominada “No Mates Más Toros Por Favor” (estamos en contra de la mal llamada “fiesta brava”, ¿pero había que opacar la refulgencia innata del tema con un nombre nada sutil?), que sin problemas pudo ser el single electrónico del año en predios locales -lo que, vista la plaza, no es poco".
HÁKIM DE MERV
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