... Algunas veces caerán jilgueros uno por uno de las ramas que cuelgan bajas: pero se detienen por poco tiempo. Pero beben, gorgean y se alisan las plumas luego desaparecen de una vez, como si obedecieran a un travieso capricho: o quizás para mostrar sus alas negras y doradas, haciendo pausas en su amarillo aletear. Si yo estuviera en tal lugar, seguro que rezaría para que nada menos agradable distrajera mi pensamiento que el suave fru-fru de la capa de una doncella aplastando los dientes de león. que la suave música de sus ágiles pies acariciando la acedera mientras se va. ¡Cómo se sobresaltaría y ruborizaría al ser sorprendida jugando con inocentes pensamientos! O permitidme conducirla gentilmente al arroyuelo, mirar sus labios medio sonrientes y su mirada baja; o permitidme por un momento tocar su muñeca; dejarme por un instante escuchar su respiración. Y mientras me deja, pueda volver a menudo sus ojos hermosos mirando a través de sus bucles castaños. ¿Y después? Un manojo de primaveras del atardecer sobre los que la mente puede cernerse hasta quedar adormecida; sobre las que bien se podría dormir plácidamente, pero esto siempre es sorprendido por el salto del capullo a la flor madura; o por el vuelo rápido de diversas mariposas nocturnas, que siempre abandonan su descanso; o por la luna elevando su halo de plata por encima de una nube y nadando gradualmente llega hasta el azul con toda su luz. ¡Oh, hacedora de delicados poetas! Querida delicia de este hermoso mundo y sus gentiles habitantes; adorno de nubes, halo de ríos de cristal, (...)De tal forma que nos sentimos fuera de este mundo caminando sobre blancas nubes rizadas y sinuosas. Así se sintió él, quien primero relató como Psyche se fue en un suave viento a los reinos de la maravilla; qué sintieron Psyche y Amor cuando sus turgentes labios se tocaron por vez primera; qué amorosos y cariñosos pelizzcos se dieron en las mejillas; suspirando constantemente y cómo se besaban mutuamente sus trémulos ojos: la lámpara plateada - el embeleso - la maravilla - la oscuridad - la soledad - el temible trueno; sus pesares desaparecieron y los subieron al cielo para inclinarse agradecidos ante el trono de Jove. (...)¡Ah! Seguro que él había roto nuestras rejas mortales: Se había ido a alguna región maravillosa en tu busca, divino Endymión! Era un poeta, con seguridad un enamorado también, que estaba en la cima de Latmus, en aquel tiempo en que allí soplaban suaves brisas perfumadas de mirlo del valle inferior. Y trajo, en un desmayo solemne, encantador y lento, un himno del templo de Diana, mientras que esparciéndose, el incienso llegó hasta su propia morada de estrellas. Pero aunque su rostro estaba límpido como los ojos de un niño y aunque permanecía sonriendo ante el sacrificio, el poeta lloró ante su piadoso destino, lloró porque tal belleza estaba condenada a la desolación: así que en delicada ira algunos sonidos de oro consiguió y entregó a la dulce Cynthia su Endymion. (...)Los jóvenes y las jóvenes se miraban entre sí con las manos a la espalda, inmóviles, maravillados de ver el brillo en los ojos de los demás: y así se mantuvieron gozando de la hermosa sorpresa hasta que sus lenguas se desataron hablando en poesía. Por tanto ningún enamorado murió de angustia: pero las dulces palabras que se dijeron en aquel momento crearon lazos de seda que jamás se romperan. ¡Cynthia! No puedo describir las mayores dichas que siguieron las tuyas y los besos de tu querido pastor: ¿Nació entonces un poeta? -pero, ahora, jamás- mi inquieto espíritu no puede encumbrarse más.
JOHN KEATS
de "Historia de Rimini"
(1817)
LUGARES DE VERDES ESTANCIAS PARA LOS POETAS HECHOS
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