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viernes, 21 de agosto de 2015

Notas Para Una Apología Del Olvido


Con los años te volverás duro y las cosas dejarán de ser inéditas. Los desarraigos, la soledad y la envidia no serán tales; encontrarás la forma de llamarles y pensarles como tu personalidad. No te criticarás; somos duros y eso no nos importa. Ya vivimos eso, es que a mí me ha pasado, yo lo enfrenté así, y para todo irás cerrando, poniendo el candado o la etiqueta de las cosas y una fórmula para vivirlas: tu historia. Así sobrevivimos: en el terror físico y en el terror psicológico tenemos la trinchera de nuestro lenguaje. Así vivo yo al menos, en una esfera de consciencia, abrazado a mis palabras, luchando para mantenerme lúcido por elocuente. Salvo a veces que se cuela por la grieta una espiga, el agujero negro espontáneo, y toda la estructura tirita:

Llega tu amigo. Hito en la línea recta de tu vida ordinaria. Se arroja en tu cama, tirita; está deprimido. Te cuenta cosas y circunstancias pero finalmente calla, se anula, no cree en nada de lo que dice. ¿Qué haces? Revisas en ti las cosas que te hacen sentir bien y se las dices. Quizá podrías hacer esto. Tocar música o escribir, conocer. Pero la angustia es una pared robusta y encima no hay garantía de que tus gustos lo beneficien. ¿Qué haces? Te quedas mudo. Quizá lo abrazas. Quizá él te abraza.

El silencio acosa. Las piezas se vienen encima y uno está ahí sentado como una roca, azotado por el mar, mirando los granos de arena que se nos desprenden. La degradación es exquisita: hay tiempo para comprender ciertas cosas mientras atrás te van cerrando las puertas. La bulla que viene, los tiempos mejores y la fanfarria te extienden las manos, llenan tus oídos de calma. Es un bálsamo preciado, el futuro. Pero el silencio espera, no se proyecta en el tiempo, habita dentro de nosotros:

Estás confundido y no sabes qué estudiar. Sabes que te gustan ciertas cosas, pero estudiarlas no te hace clic. Hay que estudiar, resuena el eco más antiguo que el hambre. Sobre el tren de la razón y el progreso, impulsado por el sacrificio, te metes a una carrera. Ves a  otros subirse a otro barco, la nave de los locos, y los ves convulsionar su vida, haciendo lo que quieren. No estudian o no pescan. También leíste sobre ellos, los viste en las películas, los viste en los escenarios. La ficción te parece más libre que tu propia vida. Acaba tu carrera y comienza tu trabajo, la labor, y mientras, como de día domingo, te vuelves un fan, un melómano, un lector. Por las noches le comentas a alguien que quisiste tocar la guitarra. Pareces un borracho melancólico, con el vaso y el horizonte. Y es justamente lo que eres, cuando antes abrazabas el futuro, la confusión era la bella posibilidad de todo, de estar en cada pensamiento y habitar cada corazón, y ahora te alojas en el faro mendigando en la noche para que tus recuerdos lleguen al puerto de tu imaginación, para que tu vida, la que has vivido, sirva para algo, para que si al menos nada te inspira, tu vida sea otro ejercicio de nimiedad literaria que se ha parido con un esfuerzo que debiese dignificar.

Se aprende a mirar la vida como un subproducto de la existencia. Lo que sucede es una anécdota. Con dureza las cosas cuentan como chapas o títulos nobiliarios. Una remera de los Stones. La vida, acá dentro del cubo, sin las realizaciones que nos pueden proporcionar nuestros oficios, es una retrospectiva eterna, donde toda la mirada se dispara hacía un ayer incendiado, un páramo al menos cándido. Mi historia es la historia del esfuerzo, del martillo y el herrero, del calor del trabajo, del calor del terror; de la fricción contra la vida. Otra es la utopía que vemos en el pasado, en las tardes que pasamos sobre un naranjo o cuando vimos una estrella fugaz prenderse en el cielo, de momentos donde la existencia absorbe sin narración las dimensiones de todo, por todos los ángulos. Donde tal vez somos uno con lo que observamos y sentimos, y no fuese necesario registrarlo para recrear esa sensación y enfermarnos de melancolía. 

Ante tanto manotazo hacia atrás, como quien se lo ha llevado la marea un poco más allá de donde se siente seguro, de repente echamos un vistazo, con los sentidos, sobre lugares y momentos determinados. Una calle, una esquina desaparecida de la ciudad encienden todo el aparato de la memoria. Estamos ahí, superpuestos a quien éramos, salvo que somos. Salimos del trance y le ponemos el marco de inmediato: Deja vu. Miramos con extrañeza el rincón de la memoria. Ahora sólo pende una fotografía, y avanzamos sobre el lienzo todo el día con una especie de fiebre que nos hace mirar todo con los ojos entrecerrados.    

La vida se torna lentamente hacia el silencio. No es resignación sino que una violencia muda. El pasado es menos sospechoso que el tic tac del presente, su olor a perro muerto debajo del parqué. 

Y entonces el reloj. Las cosas caducan, tu familia se enferma. Todos se reúnen y se dan ánimos porque resistir es natural. Y más allá de eso todo se conversa porque ese es tu único aliado, los momentos de confesión, llanto y perdón que están en el umbral de la muerte. No hay tiempo para recordar, siquiera eso, recordar es un acto terrible. No se debe recordar lo que no queremos perder, se debe desear con toda ansia que esa persona no nos deje, e imaginar con toda esquizofrenia la vida porvenir. Pero la enfermedad galopa. Un sinsentido sopla los oídos en las noches heladas. En la calle, en tus tránsitos y tus medios de transporte (que finalmente son toda la ciudad) todo es sospechoso, todo lleva la etiqueta de EXPLOSIVO y CADUCO. La gente hierve, resopla y aúlla al sol.  Como todos ellos lo ves venir: al silencio como la muerte.

La memoria de otra persona.


Alberto Parra.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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