Catedrales iridiscentes de vuelo por las galaxias. Música para el reseteo de psiques impolutas y fans de Suzanne Cianni o Laurie Spiegel.
Anoche fui al MAC de Barranco a una ponencia sobre "Los límites de lo digital" en el entorno del encuentro "Nuevos Horizontes del Arte Digital" armado por la UTEC, el MAC y la Embajada de Francia. Entre los expositores estuvieron Umberto Roncoroni, que fungía de moderador, y Angie Bonino quien puso en relieve los avatares realizados durante los años 90 y dos miles en el cono norte y el Rímac: Frau Diamanda, Evamuss, et al., además de presentar su visión sobre lo que sería el peligro de perder el control y dejárselo todo al algoritmo, la IA o la máquina.
Alain Liouret y Matheu Vabre llegaron desde Francia para hablar de sus experiencias como artista y profesor en la Universidad de París 8 -me pareció loco eso, ¿se alucinan una Universidad de Lima 7 o 9?- y como fundador y cabeza de Chroniques, Biennale des Imaginares Numériques respectiamente. Fue Vabre el que capturó mi atención cuando al desplegar data sobre el festival que maneja mostró vídeos de instalaciones y hasta músicos como Donatto Dozzy y Caterina Barbieri tocando en Chroniques, al sur de Francia en la edición 2022, maravillando a la gente, todo multicolor y alucigenial.
Cuando en Lima nos desvivimos porque vengan tal o cual dinosaurio o proyecto pacho indie rocker en otras latitudes se presentan estas experiencias a la gente de a pie. Y no en la metrópoli pero en una región provincial. Algo así como si Don't DJ, Kevin Drumm o Applescal se presentaran en Huánuco o Loreto. ¡Bah!
Mientras exista arte y música seguiremos siendo. Y escribo esto escuchando justamente a Caterina Barbieri, no su disco del 2019 que fue una volada, sino su última publicación a día de hoy: "Myuthafoo" (2023). 6 instrumentales de full vibra-sintes y secuencias luminosas. 0 percusiones = todo acá es sonido puro. El "Zeit" de Tangerine Dream sin lo arisco y lúgubre, su hermana melliza. Kosmische pastoral.
Se trata de piezas compuestas en la época del "Ecstatic Computation" (Editions Mego, 2019) y de-formadas durante las giras, publicadas finalmente por el propio sello de la italiana. Todo fluye divinal e intuitivamente, se puede sentir. Caterina se deja llevar, y a nosotros con ella, por el éxtasis y bliss del sonido electrónico. ¿Quién necesita control cuando ha encontrado el cielo?, más bien déjennos acá sin ego, jerarquías, ni conceptos del pasado. La electronalidad es un pharmakon, veneno pero también medicina. Lo vemos en el día a día, cuando em el metro la gente va a aplastada cual encomienda de bus interprovincial pero bien conectados a los celulares como si se encontraran en su privado/dormitorio.
Dicen que la CIA experimentó contaminando agua potable de algún suburbio gringo con LSD, lo cuentan como parte del plan MKUltra; pues hubo días en que podías encontrar en los medios masivos músicas como las que presenta Caterina Barbieri. Somos producto de eso, de haber sido confrontados con música electrónica de aluminio y artificial como ahora les niñes y jóvenes absorben por todos los poros Bad Bunny y etcéteras. Por ende la contracultura es más importante ahora que nunca diríase, no tanto para los altavoces del sistema, totalmente envilecidos, sino para el ser, nosotros mismos, para no terminar convertidos en unos remedos de Puma Carranza o Cueva en la disco o reu de turno mamando trago en pos de la estupidización ontológica fundacional. LA INTUICIÓN NO FALLA.
Electrónica, post-psicodelia y loops.
Wilder Gonzales Agreda.
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