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lunes, 20 de junio de 2016

El táper de la memoria


por Juan Manuel Robles
extraído de "Hildebrandt en sus trece"

Una aclaración. No odiamos a Keiko, amamos demasiado a un país libre de su turbia dinastía. Ese amor nos mueve y nos hincha. Otra aclaración. Quienes nos hemos manifestado contra el retorno de Alberto Fujimori (que acaba de usar a su hija de testaferro y quizás luego mande a Kenyi) lo hemos hecho sin recibir nada a cambio. Conozco a varios de ellos, a algunos desde que éramos estudiantes, y siguen en las mismas, viviendo de su creatividad y talento, progresando como todo el mundo, sin loterías extrañas ni repentinos golpes de suerte. El ladrón cree que todos son de su condición y por eso algunos trolls a sueldo hablan ahora de la "mamadera estatal" o del cheque por encargo que supuestamente vino con Humala y seguirá viniendo. También lo insinúan ciertos comentaristas famositos que, curiosamente, han bebido todos estos años de la mamadera corporativa y minera, asesorándolos, por un lado, mientras fingían objetividad en sus medios, por el otro. No, señor, a nosotros nadie nos paga. Creer que una movilización ciudadana de las proporciones que tuvieron las cuatro -sí, cuatro- marchas contra Fujimori es chamba de mercenarios es no comprender cómo funciona el mecanismo noble de la toma de conciencia. Con dinero y circo puedes hacer que varios miles de descamisados voten por ti. Pero ni el táper más grande del mundo puede crear artificilamente la indignación.

A mí me parece bien que los cínicos crean que protestamos solo porque alguien nos paga -o nos pagará-, que escriban artículos con su tinta envenenada. Es su derecho. Gracias a su sinceridad, ahora más gente sabe quién es quién. Estas elecciones han separado a la derecha radical de la derecha troglodita. Me quito el sombrero por la derecha radical, que suele cerrarse contra cualquier asomo de izquierda, que nos dice terrucos y pide deslindes idiotas con Venezuela, que declara ridicuala cualquier lucha por el gas soberano. Esta vez, esa derecha supo estar a la altura: pienso, por ejemplo, en Oscar Sumar, de Gestión, en Gonzalo Zegarra, de Semana Económica, en Mijail Garrido Lecca. Supieron entender el peligro que representaba una candidata con conexiones osurísimas, y lo comunicaron a tiempo. Si valoramos a Verónika Mendoza por haber dado un golpe crucial para derrotar a la mafia, también debería reconocerse el pequeño pero providencial esfuerzo de estos señores para convencer de lo evidente a su a veces distraída audiencia.

Pero otra cosa ha sido -y es- la derecha troglodita. Jugar al cinismo en un momento como el que acabamos de vivir es de una inmadurez fuera de toda línea. En ese afán, estos escribas siguen con la cantaleta de que quienes gritamos en la plaza o hicimos campaña buscábamos algún provecho propio. Y la verdad, hasta esas ofensas puedo aguantarles: se portan como histéricos adolescentes. Dejémoslos. Pedirles serenidad y lucidez sería inútil.

Lo que no podemos seguir permitiendo es el negacionismo. El afán de relativización moral llevó a esos chacoteros a practicarlo durante toda la segunda vuelta. De hecho, cuando aparecieron los primeros resultados, con una probabilidad muy alta de que Kuczynski ganara, leí a más de uno sostener que las mediciones de las encuestadoras podían fallar, normal, por más de tres puntos porcentuales, "como pasó en el 2000".

Quedé pasmado. Como todos sabemos, en las elecciones del 2000 las encuestadoras no se equivocaron al dar como ganador a Alejandro Toledo para luego ser desmentidas por los resultados de la ONPE. Hubo fraude. Fue una coordinada adulteración electrónica de los votos, hecha en cabinas públicas por hackers contratados para la ocasión. Seleccionar ese episodio suprimiéndole el hecho principal, usarlo como argumento para atizar la confusión pro Keiko en una coyuntura muy seria no solo es irresponsable. Es abiertamente antiético y ciertamente repulsivo. Nos lleva a pensar: si se atreven a omitir un hecho conocido por todos, gigante como una catedral, cuántos negacionismos pequeños -que no podemos ver, porque nadie se acuerda de todo- no cometerán en su infantil cruzada de ver caer a "los caviares".

Al día siguiente de las elecciones, más tranquilo por la casi segura derrota de Keiko Fujimori, traté de procesar todo el estrés que me había causado una campaña en la que el fujimorismo no hizo más que dinamitar cualquier chance de reivinidación histórica: la desconfianza por su pasado turbio se mezcló con el temor por un futuro cochínisimo. Sabíamos que las dádivas tenían procedencia dudosa, pero la investigación de la DEA le dio a todo una nitidez espeluznante. Pasado y presente se mezclaban en un cóctel amargo. Esccribí en Twitter lo que sentí:

"Los táperes intactos deberían añadirse a la colección del Lugar de la memoria".

Fue una idea al vuelo, pero al ver la cantidad de gente que la recircul+ó al instante -alguien con conciencia museográfica puso en subasta, al día siguiente, un táper anaranjado original en Mercadolibre.com-, pensé que no estaría mal. Digo: no estaría mal retomar la empresa de la memoria, para que se nos graben bien ciertos hechos probados y documentados. El documental "Su nombre es Fujimori", que Fernando Vilchez elaboró en tiempo récord, demostró que muchos de los jóvenes que no vivieron el desfalco fujimorista -pues nacieron en los noventa- son los más interesados en saber qué le ocurrió al país, cómo así llegamos a tocar fondo. Kuczynski tiene la oportunidad y la responsabilidad de darle un nuevo impulso a la memoria histórica: un esfuerzo abandonado debido a razones políticas -y a un siniestro espíritu de cuerpo- por Alan García y Ollanta Humala. Es hora de retomar ese proyecto: que siga viva la mamoria y, sobre todo, que siga viva la vergüenza par quienes así lo merezcan.

 

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

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