En su libro de 1931 El hombre y la técnica -una suerte de resumen/secuela del más famoso La decadencia de Occidente-, Oswald Spengler cotrastó los principios motores de varias civilizaciones. Definió la esencia "fáustica" de Occidente como "un intento espiritual por alcanzar el espacio ilimitado". Esa es la dinámica que subyace al modernismo y la modernización, el impulso que alimentó tanto la carrera espacial como la exploración del espacio sonoro a través de la electrónica en el ámbito de la música del siglo XX.
En las dos últimas décadas, ese impulso hacia lo desconocido parece haber implosionado, desplomándose sobre sí mismo. Si observamos la cultura de Occidente en la última década -el predominio de la moda y el chisme, la celebridad y la imagen; una ciudadanía obsesionada con la decoración y la cuisine; la metástasis de la ironía a lo largo y a lo ancho de la sociedad-, el panorama completo parece bastante decadente. La cultura retro sería entonces sólo otra faceta de la decadencia y caída de Occidente.
Eso abre la posibilidad de un nuevo advenimiento desde fuera de Occidente, desde regiones del globo donde la cultura esté menos exhausta en ambos sentidos del término: "usada" y "agotada". Podría provenir de Europa Oriental o de Asia Oriental, o bien de América Latina, Áfria o cualquier otro lugar del hemisferio sur. China e India están destianadas a ser las usinas económicas y demográficas de este siglo; paradójicamente, estas culturas más antiguas se sienten en este momento "más jóvenes". Eso se debe irónicamente a que, en cierto sentido, están todavía a mediados del siglo XX: en la era de la industrialización rampante, de las iniciativas estatales rayanas en la soberbia, como los proyectos de construcción de represas monumentales.
Parece significativo que ambos países hayan lanzado recientemente sus propias carreras espaciales. Tras un comienzo muy tardío, China está superando a los Estados Unidos y a Rusia. En 2003 se convirtió en la tercera nación en enviar un ser humano al espacio; además hubo varias misiones posteriores, tripuladas por humanos y robots, y existen planes de construir estaciones espaciales y un vehículo lunar. India ha enviado misiones no tripuladas a la luna y espera poner en órbita un astronauta hacia 2016. Brasil también quiere un poco de acción en el espacio exterior, y hasta Irán anunció que intentará un vuelo tripulado al espacio en 2021.
Pero es China la que realmente ha tomado la poste de ese "intento espiritual de alcanzar el espacio ilimitado" que alguna vez fuera la pulsión medular de Occidente. David Brooks, del New York Times, caracterizó a China como "la nación del futuro" después de que la Global Innovation Survey [Encuesta de Innovación Internacional] revelara que los chinos son el pueblo más optimista del planeta. El 86% de los chinos creen que su país avanza en la dirección correcta, comparado con un mero 37% de los norteamericanos.
En términos de música popular, esta visión del próximo siglo sugeriría que, dado que la tradición pop anglosajona ha dejado de innovar, sería ahora el turno del resto del mundo. Los saturados metabolismos económicos de las mega-naciones en ascenso como India y China sin duda generarán toda clase de fisuras sociales y turbulencias culturales. Las energías y los deseos populares estarán tan agudizados que entrarán en conflicto con las estructuras políticas y las normas sociales existentes, provocando chispas y posibles conflagraciones. Podríamos imaginar un momento similar a los sesenta, un delirio neofílico lanzado a derribar las barricadas de la tradición. De todo esto podría salir alguna música interesante u otras formas culturales atractivas. De modo que quizás, simplemente, ha llegado la hora de que Occidente... descanse.
SIMON REYNOLDS
Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado.
2012
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