Son las once de la noche del sábado 23 de mayo de 1992. Nos desplazamos en coche por una carretera de campo del extremo suroeste de Inglaterra, cuando el tráfico, anormalmente denso -podría incluso decirse "sospechosamente denso"- se detiene. Alguien que viaja en alguno de los coches de delante ha parado para mear. De repente, de casi todos los vehículos salen chicos que siguen el ejemplo. Es una imagen que nunca olvidaré: irradiados en el reflejo de cientos de faros, innumerables arcos de orina rocían los setos hasta donde me alcanza la vista.
Una hora antes estábamos bajando a toda velocidad por la autopista de camino a mi primera rave Spiral Tribe al aire libre. Las fiestas Spiral Tribe son parte del híbrido de la escena rave y de la subcultura perrofláutica/crusty (los perroflautas serían punks anarcohippies que viven en casas okupas, que llevan rastas y cuya ropa tiene un aire postapocalíptico). En la parte más baja del espectro perrofláutico están los indigentes vagos que mendigan; en la más alta están los de estilo emprendedor que organizan fiestas ilegales, venden droga o confeccionan y venden cacharros y ropa.
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El origen del viaje perpetuo como estilo de vida se remonta a principios de los setenta, cuando los convoyes de hippies se pasaban el verano yendo a todos los eventos del circuito de festivales gratuitos, que incluía el Rainbow Festival, el Cantlin Stone, el Ribblehead, el Inglestone Common, el Rough Tor, el Magic Mushroom y el Cinsbury Ring Free. Poco a poco, los variopintos viajeros que quedaban de la contracultura original desarrollaron una economía neomedieval basada en la artesanía, la medicina alternativa y el entretenimiento: juglares, acróbatas, curanderos, vendedores de comida, artistas de las velas, vendedores de ropa, tatuadores, perforadores, joyeros y camellos. El nómada New Age irrumpió en la conciencia colectiva por vez primera como "demonio popular" en junio de 1985, gracias a la batalla de Beanfield. En esa ocasión, la policía desvió un convoy que se dirigía al Stonehenge Free Festival, destrozó vehículos y aporreó a hombres y mujeres por igual. El ministro del Interior de la época, Douglas Hurd, definió a los nómadas como "bandoleros medievales", mientras que la primera ministra Margaret Thatcher declaro: "Estoy muy satisfecha de complicar al máximo la vida a estos hippies que viajan en convoyes". A pesar de la persecución por parte de las autoridades, el movimiento nómada no solo sobrevivió, sino que creció. Como okupar casas era cada vez una opción menos plausible y el Gobierno endureció los requisitos para recibir prestaciones sociales, muchos perroflautas urbanos cansados de la miseria de los asentamientos permanentes adoptaron una vida itinerante. A finales de los ochenta, algunos calculan que la cifra de nómadas ascendía a cuarenta mil.
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Poco a poco, los Spiral Tribe -junto con grupos de sound system parecidos como Bedlam, Circus Warp, Techno Travellers, Armageddon, Adrenalin y Circus Normal- fomentaron una simbiosis peculiar entre la escena rave normal y los nómadas anarcohippies: los amantes del 'ardkore que iban al campo los fines de semana inyectaban el dinero generado trabajando en el mundo convencional; los nómadas suministraban un ambiente para flipar. Al principio había tensiones: a algunos nómadas mayores, acostumbrados al folk y al rock ácido, no les gustaba la nueva banda sonora techno, que les parecía dura. Era inevitable que hubiese recelos mutuos por las diferencias de estilo de vida, aspecto y actitud: estaban los nómadas, que llevaban rastas y se afeitaban zonas concretas de la cabeza, vestían chaquetas de arpillera, ropa de camuflaje, botas Dr. Martens y llevaban piercings de aros por todas partes; los ravers, que eran de clase media e iban a la moda; y después la plebe 'ardkore, que vestía pantalones holgados y camisetas. Pero compartían el terreno de las drogas, el baile y el deseo de pasarlo en grande por poco dinero, los nómadas y los ravers formaron lo que el crítico cultural Lawrence Grossberg llama una "alianza afectiva": el afecto, en este caso, sería una estimulante sensación de libertad sumada a la creencia de que la libertad no es verdadera si tienes que pagar por ella.
SIMON REYNOLDS
Energy Flash - Un viaje a través de la música rave y la cultura de baile.
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