por CÉSAR HILDEBRANDT
julio 2008
“...para que diga por qué APRODEH intervinió en favor del MRTA...”, dice el locutor de RPP.
“...Aperturarán proceso penal en contra de funcionarios...”, añade su pareja de locución unos segundos después y refiriéndose a otro asunto.
“Un equipo se preparaban...”, insiste la voz de RPP, o sea “la del Perú”, instantes más tarde.
Y todo eso en el lapso de unos segundos.
Y me refiero a la emisión de ayer por la tarde, entre las 6:30 y las 7 p.m. Lo que transcribo puede ser verificado escuchando la grabación respectiva.
¿Intervinió? ¿Aperturarán? ¿El equipo que se preparaban?
La radio está más cerca de la gente que apenas habla español. Claro que sí.
Y para remate, el conductor del noticiero, un amable nieto de Chita, comenta un “concierto romántico” que será “todo un suceso” y recomienda, eso sí, que “no se corten las venas cuando vayan”.
¿Cuándo se jodió la radio, Zavalita?
¿De dónde viene ese Huascarán de bazofia gramatical, esa riada de huachafería, ese supremo mal gusto? ¿Cuándo fue que empezamos a ser nuestro propio Yungay cultural?
Con la debacle del Perú, por supuesto.
Si un Nuremberg internacional de educadores nos juzgase, la horca nos esperaría. El Perú es, en cuanto a ignorancia declamada, nazismo puro. Y muchas de sus falsificadas universidades son el campo de concentración donde se tortura al lenguaje, se gasea al arte, se patea hasta la muerte a las matemáticas y se marca a fuego el brazo de la imaginación.
Si fuera posible herir al idioma sin palabras, los peruanos lograrían esa hazaña aunque fuese matando a todos los mimos de la tribu. ¡Qué mal se habla y qué peor se escribe en estos reinos que un día vieron a Garcilaso el Inca subiéndose a las más altas cotas del idioma!
Los escuadrones de la muerte del analfabetismo al mando se pasean por las redacciones impartiendo sus manuales de estilo, aporreando a los partisanos que insisten en escribir con corrección, amenazando con los peores castigos a los que leen. Un tal Zavala los financia, un tal Delgado los arma, la cucaracha Martina los destina, el demonio de Tasmania les da el tono.
¿Cuándo fue que nos jodimos, Vargas Llosa?
Creo que nos jodimos:
a) cuando la escuela de Teresa González de Fanning fue reemplazada por la Escuela de Choferes;
b) cuando Porras Barrenechea empezó a ser un desconocido;
c) cuando Mariátegui fue sólo una avenida que cruza Jesús María;
d) cuando Chapulín el dulce tuvo más presupuesto que el Conservatorio;
e) cuando a “Radio Selecta” la mataron de un botellazo en la Novena Sinfonía;
f) cuando Ricardo Palma fue sólo una universidad que auspicia mamotretos;
g) cuando al pobre Vallejo lo raptó un tal Acuña;
h) cuando en el Bausate Meza empezaron a creer que Abril de Vivero era una florería;
i) cuando a Blanca Rosales la llamaron la directriz;
j) cuando nadie recordó que Javier Prado fue, antes que una vía rápida, el autor de “El problema de la enseñanza” y el rector por encargo de San Marcos;
k) cuando todos creyeron que la Vulgata Latina era la Chichi;
l) cuando el cachorro Zavala pensó que José Enrique Rodó había sufrido un grave accidente;
ll) cuando Tula Rodríguez soñaba con bailar las suites de Barranco en tutú rosado;
m) cuando Jessica Tapia creyó que D’ Anunnzio era un gran publicista;
n) cuando los hermanos Agois aprendieron a firmar (hace ocho años);
ñ) cuando Cacho llamó al ministro del Ambiente para hacerle una consulta;
o) cuando Bryce se plagió a sí mismo y escribió “Un mundo para Julius”...
Etcétera, etcétera.
Hace poco tuve que hablar con un psicólogo, titulado y todo, que decía “dea” y “dean” en vez de “dé” y “den”, respectivamente. Así que le dije que me “dea” un permiso y me retiré. Javier Velázquez Quesquén dice “habíanos” y “teníanos” y puede ser el próximo presidente de ese Congreso que alguna vez pisó Luis Alberto Sánchez. Un señor escribió hace un año en “El Comercio” que los toros de lidia gozaban tanto cuando los atormentaban en las plazas que dejaban de sentir dolor (“Un mecanismo anula el dolor al toro bravo en la lidia”, “El Comercio”, 30 de julio del 2007, página C-11), lo que constituye, más allá de la gramática, un caso extremo de ignorancia bebida y entusiasta.
Es que también nos jodimos cuando don Luis Miró Quesada de la Guerra se murió y dejó a “El Comercio” muy parecido al Pérez Araníbar.
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