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martes, 17 de agosto de 2021

Les Modernes 3

La mayoría de las personas hacemos a diario grandes esfuerzos para evitar tener que pensar, actitud que es el producto de una economía intelectual. Cuando actuamos dentro de un colectivo o aspiramos a ello, empleamos patrones predefinidos y tratamos de encontrarnos en la medida de lo posible con personas no pensantes (dogmáticas) para sacar provecho. Y en caso de que nuestra verdadera naturaleza salga a luz, queremos que los demás miembros del grupo nos encubran, a cambio de lo cual nosotros les encubriremos a ellos. Como en el caso de otros colectivos, este es un acuerdo tácito entre modernos y aquel que rompa el arreglo será marginado, vilipendiado y, por supuesto, expulsado del grupo. Una de las herramientas fundamentales del moderneo consiste en alimentar el prestigio unos de otros.

La contraposición entre la imagen de un individuo y su carácter puede ser pronunciada. Conozco a un skater famoso. Una vez le pregunté si pensaba que alguna de sus seguidoras femeninas se había sentido decepcionada al conocerle personalmente y me dijo que sí. Cuando uno interpreta el mundo dogmáticamente ocurre también que se lleva muchos chascos al darse cuenta de que el contenido real de la persona admirada no se ajusta bien al arquetipo imaginado. El que adopta constelaciones para proyectar una imagen debe saber los sacrificios que entraña y cómo debe tratar constantemente de vivir «a la altura» de ese ideal. Por eso, en el moderneo siempre ha sido esencial no dejarse conocer del todo, el relacionarse solo tangencialmente, sin profundidad, para no defraudar ni ser defraudado. Como ocurre con toda subcultura que se nutre de un público, también ocurre en el caso de la fama. Se dice que el famoso debe ser enigmático, que no debe revelar su esencia para que los demás proyecten en su figura anhelos, fantasías y deseos. Este es el secreto de una verdadera estrella.

La falta de una vida instintiva en el ser humano que rija nuestras conductas impone una libertad de decidir que nos atemoriza, por lo que debemos encontrar otros mecanismos (instituciones, prejuicios) que nos libren de la responsabilidad de hacerlo. La autonomía exige responsabilidad, y la responsabilidad crea ansiedad. Tener que decidir por nosotros mismos crea dilemas y situaciones críticas que preferiríamos evitar. ¿Para qué decidir si podemos actuar a base de puros automatismos? En la complejidad del mundo y en esta necesidad de economizar nuestras ideas y responsabilidades se fundamentan las constelaciones. Al activar las constelaciones actuamos y valoramos las cosas de modo automático y reducimos el nivel de estrés que crea el hecho de ser libres. 

De alguna manera, la cultura en general (principios, valores, normas de conducta) es un modo eficiente de reducir la libertad a la que nos vemos abocados desde nuestro nacimiento. La cultura dota de valor al mundo y lo regulariza. La cultura en sí misma es dogmática, por lo que las subculturas no pueden dejar de serlo. El pensamiento dogmático tiene una consecuencia social evidente que domina los tiempos actuales: el conformismo. Todo aquel que cuestiona la realidad, el valor o veracidad de aquello con lo que se encuentra en su camino es tildado de intolerante o criticón. Lo que se quiere de esta manera es eliminar toda oposición a los dogmas dominantes que tan bien sirven a muchos y que encubren la verdadera naturaleza de las cosas y las personas. En estos casos, se emplea el concepto de tolerancia (el respeto hacia las opiniones y valores ajenos) para velar un conformismo nihilista. Muchas de las personas que tanto rechazo sienten hacia la crítica son en el fondo nihilistas a los que solo les importa aquello que afecta a sus intereses inmediatos. No son tolerantes, no respetan los valores ajenos, simplemente no los tienen en consideración puesto que no les afectan. 

Esto implica una diferencia sustancial. Cuando los actos ajenos interfieren con nuestros intereses, la proclamada tolerancia desaparece para dar rienda suelta a una nueva crítica moralmente menos elevada, propia de la envidia y la competencia feroz. Lo que se quiere llamar tolerancia (en este caso) no es en realidad eso, sino una total falta de interés por aquello que no afecta directamente a uno mismo. No se trata de respeto sino de una apatía hacia todo aquello que esté más allá de mi esfera de intereses particulares. En este sentido, hay que tener cuidado con el llamado pensamiento positivo; este se ha convertido en el gran caballo de batalla que hará de nosotros seres felices. No dejan de aparecer consejos en las redes sociales animándonos a pensar en positivo, como solución a todos nuestros problemas: somos nuestros pensamientos, lo que pensamos. Como reza un artículo publicado en Facebook: «Los pensamientos curan y son más poderosos que los medicamentos de farmacia». Con pensar cosas alegres bastará para ser felices y tener una salud óptima. Es este uno de los grandes engaños de los libros de autoayuda, que tan poca ayuda real han proporcionado a la humanidad. Esta forma de entender la conciencia está basada en la psicología cognitiva (o del pensamiento), disciplina que no atiende a la mutua dependencia entre pensamiento y contexto social (ecología del pensamiento). Es una psicología con rasgos claramente narcisistas según la cual puedo transformar el mundo con solo el poder de mi mente; a través de una «omnipotencia de las ideas». Se trata de una falacia antiquísima que aparece ya en los mismos Vedas, primeros textos hindúes: «El hombre es sus ideas. La acción sigue dócil al pensamiento como la rueda del carro sigue a la pezuña del buey». Si eso fuese cierto, el mundo sería bien distinto.

El pecado original es la insatisfacción personal. Cuando uno es feliz ignora los defectos que encuentra en su entorno y, cuando no los ignora, hace de ellos algo trivial. De ahí no se deduce que el mal del mundo sea fruto de nuestras frustraciones, simplemente se trata de interpretar dicho mal desde un punto de vista nuevo. No por pensar en positivo experimentamos el mundo como bueno, sólo cuando hallemos un sistema relativamente satisfactorio de vida ese optimismo brotará por sí mismo. En realidad, nuestra conciencia es el «último mono» en todo este juego de la existencia. La conciencia se limita a reflejar los hechos de nuestra vida y a combatir, expresar o articular nuestros deseos íntimos e irracionales. Está subyugada por nuestras emociones, obligaciones sociales, condición física, traumas. No se trata de pensar en positivo por un acto de voluntad, sino de crear las variables que nos induzcan a encarar la vida con optimismo. Querer pensar siempre de modo optimista, pase lo que pase, es una actitud, de nuevo, dogmática que puede llevar a una visión neurótica de la vida, que todo lo acepta con tal de no afrontar la hostilidad real que sentimos hacia algunos aspectos de la realidad. De hecho, es algo tan absurdo como enamorarse a voluntad. Verse obligado a tener pensamientos positivos hace que nuestra conciencia se niegue a reflejar la realidad tal y como es (no siempre positiva) y, como todos sabemos, «no hay más ciego que el que no quiere ver».

Dedicarse a tener pensamientos positivos en el vacío es un sinsentido. Puede hacerse, sin embargo, cuando hay elementos en la realidad que sustentan expectativas o ilusiones. Por ejemplo, cuando uno realiza un trabajo que le llena o cumple con un propósito que se había propuesto, puede sentirse bien y generar ideas positivas espontáneamente. Puede entonces dedicarse a tener ensoñaciones afirmativas en base a una materialización real. Aunque muchas veces estas inspiraciones tengan una base endeble, al menos son el fruto de una realización parcial. En el proceso se liberan endorfinas, se nos ocurren nuevas ideas, y nos mostramos más simpáticos con los demás. Pero esa actitud no es el producto de un puro acto de volición.

La filosofía barata del pensamiento positivo es el producto de la ideología neoliberal estadounidense que antepone el deseo consciente (pensar en positivo) al mundo de lo irracional y a los condicionamientos estructurales y circunstanciales de la sociedad y de la vida. Lo contrario a esto es el pensamiento sociológico que hace del hombre el producto de su entorno. La lógica neoliberal enfatiza ingenuamente una hipertrofia del deseo consciente que debe repetirse a sí mismo cuáles son sus objetivos y cómo ha de lograrlos. Tener un objetivo presente y una voluntad recia no es malo, pero estar siempre contento y vivir obligadamente en un mundo color de rosa ni es posible ni es sano. Este falso pensamiento es una herramienta ideológica, manifestación del sistema dogmático de creencias en el que vivimos y sirve para neutralizar el pensamiento escéptico o crítico que cuestiona no solo el statu quo sino la realidad misma. En última instancia, ver el mundo con buenos ojos es un modo de aceptar la realidad, no de cambiarla. Antes que vivir intelectualmente narcotizado o anestesiado, lo mejor sería crear las circunstancias que nos induzcan a pensar y, sobre todo, a sentir en positivo. En el fondo, el pensamiento positivo de Facebook y los libros de autoayuda no es más que una forma de tolerancia dogmática, la imposición ideológica que quiere obligarnos a aceptarlo todo y a no cuestionar nada. Yo me desharía de la palabra tolerancia en sí misma, tan trillada y corrompida, y hablaría de aceptación o respeto; siempre con sus límites, por supuesto.

Aunque el conformismo sea un mal que caracteriza el zeitgeist o espíritu de nuestro tiempo, el moderneo es un sector especialmente sensible a las críticas, por lo que el conformismo disfrazado de tolerancia tiene especial importancia. Es un hecho que los modernos, al querer distinguirse, son percibidos hostilmente por mucha gente. Digamos que su actitud es entendida como poco democrática. Naturalmente, desde el moderneo se crean defensas a esta hostilidad. Todos aquellos que cuestionen la legitimidad del moderno serán tildados de «haters» (personas que odian). El término «hater» viene del rap americano. Ocurre que, cuando un rapero con un poder de razonamiento limitado se encuentra con alguien que le es desfavorable (o que él cree hostil porque le ignora), le define como envidioso y lo llama hater. El término ha ido calando en el mundo hipster y se usa asiduamente entre modernos. Aunque se emplee en tono jocoso, no deja de ser una referencia en el vernáculo cool...


IÑAKI DOMINGUEZ
Sociología del Moderneo
2017

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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las cosas como son II

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