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martes, 15 de enero de 2019

Blankitos (Out of context)


por JUAN MANUEL ROBLES
Extraído de "Hildebrandt en sus trece"

Una de las sorpresas más divertidas del 2018 ha sido la aparición Blankitos out of context, una cuenta de twitter rabiosa, mordaz, irreverente y muy oportuna. Hace años, uno esperaba diciembre para hacer una revisión de los medios de comunicación aparecidos en el año y alguno de ellos, siempre, estaba hecho por jóvenes. Hoy eso ya no ocurre: parece que los chicos ya no quieren tomar el riesgo enorme que significa fundar un medio (cómo culparlos, para hacerlo hay que tener mucho dinero y estar dispuesto a perderlo, contar con contactos, amigos de la familia que pongan avisos a precio pulpín). Pero no todo está perdido: las redes —ese espacio a veces tan despreciado por los que crecimos leyendo periódicos— son la plataforma natural para la difusión de voces nuevas, con otras formas de mirar y maneras distintas de herir.

Blankitos out of context se dedica a circular muestras de racismo cotidiano en las redes (Facebook, Instagram, Twitter). Hace públicos esos comentarios que nunca se dicen abiertamente pero que se les escapan a varios. Pone en evidencia, hace roche. Aprovecha una ventaja de las tecnologías: que en las redes la gente habla con desparpajo absoluto, creyendo que solo está siendo observada por su comunidad de amigos (quienes, se entiende, comparten los mismos prejuicios). Pero siempre hay un chismoso entre los seguidores. Tener mil amigos en Facebook es alimentar decenas de fisgones. Así se filtran muchas cosas. Es más, lo que se filtra tiene estatus de prueba (prueba tu estatus de racista). Por eso los tuits de Blankitos out of context tienen algo de ampay de espectáculos y de captura de Ideele. Ya lo dijo alguien: el texteo es distinto a la escritura formal porque nos muestra, por primera vez en la historia, no solo que la gente es que capaz decir. También lo que piensa, lo que aún no se elabora del todo pero sí que se siente.

Caen como moscas: inquieta el solo hecho de ver el nulo pudor que tienen al hacer comentarios racistas. Podemos ver, por ejemplo, al chef Christian Bravo comparando a un árbitro vestido de amarillo con un aceituna sobre la crema de huancaína. A una dama profesional comentando que la abogada de Keiko Fujimori, Giuliana Loza, parece una “llama” (y explicando que ella no es racista, porque las las llamas “son bonitas”. O comentarios del tipo: “me parece que los serranos deberían quedarse en su tierra a trabajar a ayudar a descentralizar el país. Sus fiestas vernaculares nos invaden”. O el clásico “indio de mierda” al oficial de tránsito. O la no menos recurrente chica detenida en la comisaría que grita “cholita de mierda” a la mujer policía mientras forcejea con ella.

El asunto va más allá de la anécdota, es fascinante. En la selección de tuits que —como un DJ alborotado— lanza el administrador, se ven grupos sociales que normalizan la discriminación, gente respetable que hacen chistes sobre “marrones”. Amigos, aulas de promoción, profesionales, parejas. Todo tiene el valor extra, de lo genuino, de lo dicho espontáneamente pensando en la complicidad de otra voz: como ese audio en el que un chico ebrio habla en plena discoteca. Dice que esa noche el local horrible está “lleno de cholas”, y que por eso será fácil levantarse, “sí o sí”, a alguna de ellas. No descarta embarazar a alguna.

Lo interesante de Blankitos out of context es que no solo filtra pantallazos de racismo explícito sino también ese otro racismo sutil: la condescendencia, la mirada desde arriba que tiene la clase privilegiada de Lima. Así ampayan a una coach internacional de liderazgo colocando esto: “no puedes superar la pobreza jugando al papel de pobrecito; ‘no tengo’, ‘no puedo’, esas expresiones no son estados financieros, sino más bien expresiones de un estado mental”, junto a la foto de un callejón. O a una arquitecta con doctorado europeo que presenta la conferencia “Arquitectura huachafa” para hablar de las casas (pobres) de quienes no tienen educación ni siguen las reglas. O a la modelo joven empresaria que se fotografía, espontáneamente, con “sus” costureras, dobladas en dos sobre las máquinas, atrás, al fondo.




Blankitos out of context muestra también, como pocos espacios, la “gentrificación” permanente de todo lo que una vez fue despreciado (por andino, por popular). Es interesante el mundo de especuladores en que nos hemos convertido: un mundo urbano que cholea pero a la vez aprovecha el coolness del polo que dice “Cholita”, el chillón chill de la tipografía de los afiches populares (onda Eliot Tupac), o el paisaje de combis coloridas como tela de fondo para el selfie. La exotización —desde el privilegio— es permanente. En Instagram, aparecen un montón de esos elementos convertidos en accesorio de la vanidad: el mototaxi, el puesto del mercado de barrio, el triciclo de frutas, las bolsas de mercado con marca, las ojotas de Zara, el arte inspirado en las frazadas de tigre. Uno llega a preguntarse si la integración y el orgullo por lo nuestro de estos últimos años es tal, o es solo una operación simbólica de apropiación cultural, donde las jerarquías siguen siendo las mismas.

Admito que no siempre me gusta Blankitos out of context. Creo que desentona un poco cuando se obsesiona por cualquier cosa que hagan sus privilegiados favoritos. Pero supongo que incomodar es parte del paquete (tal vez mi percepción se deba a que algunos de esos “puntos” son conocidos míos). El saldo de su propuesta, en todo caso, es enriquecedor. Y también necesario, en un país de racismo impune. Da gusto que surjan estas propuestas, estas voces, estas maneras pensantes de joder.

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barbarismos

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El Comité empezó a ser acosado por la policía. Hipólito Salazar, que había fundado la Federación Indígena Obrera Regional Peruana, fue deportado. Urviola enfermó de tuberculosis y falleció el 27 de enero de 1925. Cuando enterraron a Urviola varios dirigentes de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no pudieron asistir a su velatorio en el local de la Federación de Choferes, en la calle Sandia. El sepelio fue multitudinario. Los ejércitos particulares de los hacendados se dedicaron a quemar las escuelas que el Comité había abierto en diversos puntos del interior del Perú y persiguieron también a sus alumnos y profesores. Antes de la sublevación de Huancané de 1923, fusilaron a tres campesinos de Wilakunka solo porque asistían a una de estas escuelas. El año siguiente, durante una inspección que realizó a las comunidades de Huancané, el Obispo de Puno, Monseñor Cossío, constató la acción vandálica de los terratenientes que habían incendiado más de sesenta locales escolares. No contentos con quemar las escuelas que organizaba el Comité y asesinar a sus profesores o alumnos, los gamonales presionaron a las autoridades locales para que apresen a los delegados indígenas y repriman a los campesinos que los apoyaban. Entre 1921 y 1922, diversos prefectos y subprefectos perpetraron crímenes y atropellos. Hubo casos donde fueron los mismos gamonales los que se encargaron de asesinar a los delegados de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Domingo Huarca, delegado de los comuneros de Tocroyoc, departamento del Cusco, quien había estado en Lima tramitando memoriales, fue brutalmente asesinado. Los gamonales primero lo maltrataron, después le sacaron los ojos y finalmente lo colgaron de la torre de una iglesia. Vicente Tinta Ccoa, del subcomité de Macusani, en Puno, que fue asesinado por los gamonales del lugar. En agosto de 1927, la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo dejó de funcionar luego que, mediante una resolución suprema, el gobierno de Leguía prohibió su funcionamiento en todo el país. Gran parte de la promoción de líderes indígenas que se forjó con la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo engrosó los nuevos movimientos sociales que iban a desembocar en la formación del Partido Comunista y el Partido Aprista. Fueron los casos de Ezequiel Urviola, Hipólito Salazar y Eduardo Quispe y Quispe, que fueron atraídos por la prédica socialista de José Carlos Mariátegui; o de Juan Hipólito Pévez y Demetrio Sandoval, que se acercaron a Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido Aprista. En 1931, después del derrocamiento de Leguía y la muerte de Mariátegui, el Partido Socialista, convertido en Partido Comunista, lanzó la candidatura del indígena Eduardo Quispe y Quispe a la Presidencia de la República. HÉCTOR BÉJAR.

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realismo capitalista peruano, ¡ja, ja!

rojo 2

es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo

En tercer lugar, un dato: una generación entera nació después de la caída del Muro de Berlín. En las décadas de 1960 y 1970, el capitalismo enfrentaba el problema de cómo contener y absorber las energías externas. El problema que posee ahora es exactamente el opuesto: habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa, ¿puede todavía funcionar sin algo ajeno que colonizar y de lo que apropiarse? Para la mayor parte de quienes tienen menos de veinte años en Europa o los Estados Unidos, la inexistencia de alternativas al capitalismo ya ni siquiera es un problema. El capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable. Jameson acostumbraba a detallar con horror la forma en que el capitalismo penetraba en cada poro del inconsciente; en la actualidad, el hecho de que el capitalismo haya colonizado la vida onírica de la población se da por sentado con tanta fuerza que ni merece comentario. Sería peligroso y poco conducente, sin embargo, imaginar el pasado inmediato como un estado edénico rico en potencial político, y por lo mismo resulta necesario recordar el rol que desempeñó la mercantilización en la producción de cultura a lo largo del siglo XX. El viejo duelo entre el détournement y la recuperación, entre la subversión y la captura, parece haberse agotado. Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales «alternativas» o «independientes» que repiten interminablemente los más viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. «Alternativo», «independiente» yotros conceptos similares no designan nada externo a la cultura mainstream; más bien, se trata de estilos, y de hecho de estilos dominantes, al interior del mainstream.
Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana. En su lasitud espantosa y su furia sin objeto, Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después del fin de la historia, cuyos movimientos ya estaban todos anticipados, rastreados, vendidos y comprados de antemano. Cobain sabía que él no era nada más que una pieza adicional en el espectáculo, que nada le va mejor a MTV que una protesta contra MTV, que su impulso era un cliché previamente guionado y que darse cuenta de todo esto incluso era un cliché. El impasse que lo dejó paralizado es precisamente el que había descripto Jameson: como ocurre con la cultura posmoderna en general, Cobain se encontró con que «los productores de la cultura solo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que es hoy global». En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar. Pero la angustia fuertemente existencial de Nirvana y Cobain, sin embargo, corresponde a un momento anterior al nuestro y lo que vino después de ellos no fue otra cosa que un rock pastiche que, ya libre de esa angustia, reproduce las formas del pasado sin ansia alguna.
La muerte de Cobain confirmó la derrota y la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la cultura capitalista. Cuando murió, el rock ya estaba comenzando a ser eclipsado por el hiphop, cuyo éxito global presupone la lógica de la precorporación a la que me he referido antes. En buena parte del hip hop, cualquier esperanza «ingenua» en que la cultura joven pueda cambiar algo fue sustituida hace tiempo por una aceptación dura de la versión más brutalmente reduccionista de la «realidad». «En el hip hop», escribió SimonReynolds en su ensayo de 1996 para The Wire :
«Lo real» tiene dos significados. En primer lugar, hace referencia a la música auténtica que no se deja limitar por los intereses creados y se niega a cambiar o suavizar su mensaje para venderse a la industria musical. Pero «real» también es aquella música que refleja una «realidad» constituida por la inestabilidad económica del capitalismo tardío, el racismo institucionalizado, la creciente vigilancia y el acoso sobre la juventud de parte de la policía. «Lo real» es la muerte de lo social: es lo que ocurre con las corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de aumentar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden […] reduciendo su personal, sacándose de encima una parte importante de la fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y demedio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social.


MARK FISHER.

perú post indie

Haz el ejercicio de pasear una tarde por la plaza del Cuzco, siéntate a la vera de su fuente y distinguirás entre cuzqueños, entre las decenas de argentinos hippies (muchos realmente insoportables), unos cuantos chilenos y de esa pléyade de "gringos" -que vienen dispuestos a ser estafados, bricheados, etc-, a unos curiosos especímenes: los limeños.
Contrariamente a lo que creemos los hijos de esta tierra, lo primero que nos delatará será nuestro "acento". Sí, querido limeño, tenemos acento, un acentazo como doliente, como que rogamos por algo y las mujeres, muchas, además un extraño alargamiento de la sílaba final. Pero lo que realmente suele llamarme la atención es la manera como nos vestimos para ir al Cuzco, porque, el Cuzco es una ciudad, no el campo. Tiene universidades, empresas, negocios, etc. Siin embargo, casi como esos gringos que para venir a Sudamérica vienen disfrazados de Indiana Jones o su variante millenial, nosotros nos vestimos como si fuésemos a escalar el Himalaya. Ya, es verdad que el frío cuzqueño puede ser más intenso que el de la Costa -aunque este invierno me esté haciendo dudarlo- pero echa un vistazo a todo tu outfit: la casaca Northfake, abajo otra chaquetilla de polar o algo así de una marca similar, las botas de montañista, tus medias ochenteras cual escarpines, todo...
Y es que esa es la forma como imaginamos la Sierra: rural, el campo, las montañas, aunque en el fondo no nos movamos de un par de discotecas cusqueñas. Es decir, bien podrías haber venido vestido como en Lima con algo más de abrigo y ya; pero no, ir al Cuzco, a la sierra en general es asistir a un pedazo de nuestra imaginación geográfica que poco tiene que ver con nuestros hábitos usuales del vestido, del comportamiento, etc. Jamás vi en Lima a nadie tomarse una foto con una "niña andina" como lo vi en Cuzco y no ha sido porque no haya niños dispuestos a recibir one dollar por una foto en Lima, pero es que en Cuzquito (cada vez que escucho eso de "Cuzquito" me suda la espalda) es más cute. Ahora, sólo para que calcules la violencia de este acto, ¿te imaginas que alguien del Cuzco -Ayacucho, Huancavelica, Cajamarca o hasta de Chimbote- viniese y te pidiera tomarse una foto con tu hijita, tu sobrino, o lo que sea en Larcomar para subirlo a Instagram o al Facebook? ¿Hardcore, no?


FRED ROHNER
Historia Secreta del Perú 2

as it is when it was

sonido es sonido

sonido es sonido

pura miel

nogzales der wil

RETROMANÍA

"...Pero los 2000 fueron también la década del reciclado rampante: géneros del pasado revividos y renovados, material sonoro vintage reprocesado y recombinado. Con demasiada frecuencia podía detectarse en las nuevas bandas de jóvenes, bajo la piel tirante y las mejillas rosadas, la carne gris y floja de las viejas ideas... Pero donde lo retro verdaderamente reina como sensibilidad dominante y paradigma creativo es en la tierra de lo hipster, el equivalente pop de la alta cultura. Las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defiendan (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino en retaguardia." SIMON REYNOLDS Retromanía

kpunk

las cosas como son

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